Capítulo III | Los secretos del señor Slora

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En la tarde, cuando Chloe ya había despertado, no se tocó el tema en lo absoluto, ese ni muchos temas, pues ambos estaban en sus cosas y casi no se dirigieron la palabra. Chloe escribía el manuscrito que había empezado y Jay pensaba en uno para dejar de perder el tiempo y atrapar a sus lectores con algo nuevo, cuando su celular se encendió por causa de un nuevo mensaje, de esos comprometedores que había recibido. Ya había pasado un tiempo desde el último, pero de nuevo ese mal convertido en texto irrumpió la delgada tela de su matrimonio.

—No me ignores, sólo quiero hablar un contigo. No veo que tiene de malo —escribió insistente.

Jay soltó un suspiro al leerlo, estando harto ya de tener que lidiar con ella, pero a pesar de lo que sentía, pensó en seguirle respondiendo para averiguar de una vez por todas lo que en verdad quería esa chica.

—En realidad no tiene nada de malo que me hables, pero tienes que comprender que estoy casado, y hablemos cosas comprometedoras o no, me siento incómodo que me hables. Así que, si tanta insistencia se debe a que necesitas algo o deseas alguna cosa, si está al alcance de mi mano, con gusto te ayudaré —respondió con profesionalidad.

Atentamente miraba el «escribiendo...» en la pantalla, esperando que no le respondiera nada que le subiera los sumos o peor.

—Francamente no quiero algo específico de ti, es sólo que leí tu libro Abstención al Adulterio y me conmovió mucho, más por el hecho de que también me han fallado y no me ha ido muy bien en el amor. Pensé que podría hablar con el autor de la obra y entenderme, pero ahora veo que sólo incomodo tu relación y no quieres hablar conmigo. Siento haberte molestado, no volverá a pasar. Que tengas un muy buen día.

Jay se sintió ciertamente avergonzado, pues con certeza sabía que si había escrito un libro que pudiera ayudar al menos a uno de sus lectores, sabría que su trabajo estuvo bien hecho, pero esta vez le parecía confuso por el hecho de que algo le decía que la chica sólo usaba el timo de sentirse conmovida con su libro para acercarse a él, pero por otra parte, si no la atendía y era bueno con ella, ¿dónde quedaría su ejemplo y bases constructivas que tanto promovía en sus obras? Serían sólo palabras escritas al viento, por lo que no tuvo más que continuar hablando con ella.

—Espera. No tenía idea de que te sentías mal y querías hablarlo, pensé que sólo me buscabas para cosas más íntimas que van en contra de mi moral, pero si sólo buscas una charla constructiva para tu bien emocional, soy todo oídos —respondió neutral.

Envió el mensaje y esperó que respondiera rápido, a los cinco minutos, tal vez, pero después de una hora no escuchó notificación alguna de esa peculiar chica que solicitaba tanto su atención. Por una gran parte se alegraba de que no quisiera saber más de él, eso le quitaba un gran peso de los hombros, así que no siguió esperando la notificación de la chica y continuó pensando en una buena trama para colocar en Bob en un futuro.

Tomó un descanso y fue a ver cómo estaba Chloe. Tal vez esperaba verla tomando su pelo o llorando silenciosamente como recién la había visto, pero en su lugar la vio sumergida investigando en la web. En un rápido vistazo observó una pequeña imagen que hacía referencia a la anatomía humana, por lo que le era evidente que buscaba remedios o algo relacionado con él. Se acercó silencioso para interpelar.

—¿Buscas sinónimos? —le preguntó, fingiendo no saber nada.

Ella cerró la ventana con rapidez y abrió la otra en la que escribía.

—S...sí —respondió exaltada.

Tomó una silla y la puso al lado de ella..

—¿Ahh sí? ¿Sinónimos de cuál palabra? Tal vez conozca algunos...

Se hizo la pensativa y tardó en responder.

—¿Será un sinónimo de... necrosis? —añadió tajante.

Ella cerró los ojos y soltó un suspiro, él tomó el mouse y abrió de nuevo la ventana en la que un sitio web llamado Sobreviviendo a enfermedades ajenas saltó a su vista, teniendo foros de diferentes enfermedades, consejos de cómo curar las que no son mortales y charlas de cómo sobrellevar la inminente muerte de un ser querido. Él la miró quebrantado, sin saber qué comentar al respecto, y es que ¿qué podría decirle? No había mucho que comentar al respecto, sólo, al igual que lo hacía la página, aconsejarse.

—Chloe, yo... —iba a decir.

—Lo intento, Jay, te juro que lo intento. Ahora mismo sujeto todos mis pedazos con los hilos que cosen mi amor por ti, pero, aunque es sólo el segundo día de muchos... no sé cuánto podré resistir el verte así. Y no, no estoy diciendo que en algún momento vaya a dejarte, es sólo que...

Jay tomó la fría mano de Chloe y le dio calor.

—No tienes por qué presenciar esto, cariño, hay muchas opciones para ti, para que no veas el proceso que estoy a punto de pasar —hizo una pausa, insinuando apenas una sonrisa—. La opción que el doctor propuso acerca de ir a un psicólogo no es mala idea —dijo realmente optimista.

Ella sonrió con amargura.

—Opciones... aquí no hay opciones, mi amor, sólo caminos cortos o largos que alivianan un poco el golpe. En las opciones se puede cambiar completamente el destino por más simple que parezca la decisión tomada, pero con las limitadas elecciones que tenemos, aunque sean dos las que parezcan mejores para ambos, siempre se va a llegar al mismo crudo y doloroso final —contestó de manera fría pero dolorosa para sí misma.

—Entonces deberás elegir alguna de todas las elecciones que tienes, Queenie, porque no voy a dejar, en lo absoluto, que desperdicies de tu tiempo y escritos en alguien que ya no tiene cura, sea tu esposo o no —agregó con firmeza.

La Balada de la Iniquidad Escarlata ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora