Jay se sentía mal por seguir riendo, por lo que fue a lavarse la cara y trató de relajarse. Terminó el partido y con él la visita de los padres de Chloe. Ambos le desearon un feliz viaje a la pareja y luego se fueron en paz. Tarde en la noche, Chloe preparó el té chino que ambos bebían para relajarse y dormir bien. Cuando estaban acostados y listos para conciliar el sueño, Chloe sintió expresar algo que muy en lo profundo de su corazón quería decir desde hacía mucho tiempo y esa noche la creyó indicada para decirlo.
—Me gustaría tener un bebé —comentó, esbozando una sonrisa y completamente concentrada en su té.
Jay por poco derramó su taza de té al beber cuando escuchó el comentario. Lo exaltó y en gran manera.
—Perdona, ¿qué dijiste, cielo? —preguntó, sin dar créditos a lo que escuchó.
—Ya me escuchaste. Creo que estoy preparada para uno, y ya me pasé de la edad promedio en la que se planean tenerlos, lo que es un incentivo más para que lo tengamos —declaró aparentemente decidida, que era lo que más le preocupaba a Jay.
El señor Slora se sentó en la cama para mirar a Chloe detenidamente, luego comentó:
—Tener un bebe es una gran responsabilidad, cariño, e implica dedicarle mucho tiempo, y dedicarle mucho tiempo significa que no podrás escribir hasta que el niño o niña tenga al menos diez años y sea algo maduro o madura para que te de tu espacio y puedas escribir con tranquilidad. Lo mismo sucederá conmigo, y no creo estar preparado para lo que implica ser padre —expresó, en un tono que no admitía disputa.
—Cariño, cariño —intervino Chloe cuando Jay terminaba de hablar—. Mírame, míranos... aunque somos un matrimonio y estamos siempre juntos, también somos dos escritores solitarios. Me encanta crear historias y que a mis lectores les guste, pero necesitamos un pedazo vivo de ambos que nos enseñe a amar más de lo que ya sabemos —Jay bajó su mirada y Chloe continuó—. Cariño, mira a Bob; en él está reflejado el trabajo de nuestras vidas. Yo terminé mi saga y tu terminaste tus cinco manuscritos de romance y acción, ¿acaso escribir y publicar unos cuantos libros más van a llenar el vacío que llenaría tu propio hijo o hija? —cuestionó, en un tono que no carecía de dulzura—. Tu alter-ego lo haría, pero no para siempre.
—Perdona si suena algo rudo, cariño, pero no creo sentir un vacío en mí, y si lo tuviera, un niño sería lo último que elegiría para llenarlo —Chloe estaba a punto de responder exaltada, pero él se adelantó—. Lo sé, sé que no es la misma sensación, pero no estoy preparado para eso y no sé si pueda adaptarme a ese estilo de vida: de uno pasivo y tranquilo a otro completamente ruidoso e inquieto. Me volveré loco, Queenie, no sé qué haría —respondió exaltado.
Chloe tomó el rostro de Jay para calmarlo.
—Diez años, ya lo dijiste. No te digo que abandones los escritos para siempre, sino que los dejes por un momento, y cuando vuelvas a escribir tendrás miles de ideas, sensaciones y experiencias que no tienes en este momento. Diez años, Jay.
Él exhaló como si aceptara la propuesta de Chloe, y es que no le parecía una mala idea, solo temía dejar sus escritos, algo que nunca había hecho.
—De acuerdo, tú ganas. Tengamos un bebe.
Chloe se animó y lo abrazó exclamando de la alegría. La familia Slora Armstrong se haría más grande a partir de los próximos años, o al menos esa era la esperanza de ambos, debían intentarlo.
Al siguiente día el matrimonio partió hacia el aeropuerto después de haber empacado todo y dejar su casa en manos de Cindy hasta que regresaran. Iban ya en el avión, cómodos en primera clase, parte de la invitación que les enviaron. Chloe iba en el lado de la ventana, viendo las nubes debajo de ellos y con un cierto aire de preocupación pronunciándose en su rostro que Jay no tardó en notar. Él tomó la blanca y cálida mano de su Queenie y la miró diciéndole con una expresión facial «Todo va a estar bien, cariño», ella lo miró y asintió con una dulce sonrisa.
Llegaron a España, donde eran las 3:30 p.m., y un lujoso auto los esperaba en la salida del aeropuerto para llevarlos al hotel. Llegaron al aludido después de un corto viaje de siete kilómetros por la capital y fueron recibidos por un hombre en la entrada del hotel, miembro de Libraria, tal vez.
—Buenas tardes, señor y señora Slora, soy Johnny García, yo lo voy a orientar durante vuestra estadía en Madrid y por la feria. Bienvenidos a España, los esperábamos con ansias —los saludó el sujeto canoso con una buena pronunciación del inglés.
Jay estrechó su mano.
—Gracias, nosotros también estábamos ansiosos por venir. La verdad me gusta este país, es muy limpio y sus personas son muy agradables.
—Es lo que nos distingue —respondió osadamente—. Vengan, los acompañaré a su habitación. Pediré que un botones lleve su equipaje.
El matrimonio fue escoltado a la lujosa habitación que se les reservó. Ambos se sentían a gusto, complacidos, e importantes por primera vez, pues siempre iban como dos miembros más de un evento cualquiera, pero esa vez eran los invitados especiales de una feria internacional, y la posibilidad de ser más conocidos de lo que ya eran les ponía los pelos de punta.
Estaban agotados y algo sudados, por lo que Chloe decidió tomar una ducha mientras Jay salía a tomar aire fresco. Cuando el señor Slora volvió, ella aún estaba en la ducha, y sigilosamente se fue quitando cada una de sus prendas para meterse a la ducha con ella. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se ducharon juntos, por lo que su nostalgia fue uno de los tantos factores que lo incitaron a hacerlo. Lentamente fue abriendo la puerta de la ducha mientras asomaba su rostro con una sonrisa soberbia. Chloe se asustó al verlo, y al tranquilizarse, puso su mano en la cintura y con la otra lo incitó a entrar, atrayéndolo con su dedo. «Ven aquí, acosador» le dijo, luego de dejar escapar una risita. Él no esperó más y entró al baño con su amada Queenie.
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La Balada de la Iniquidad Escarlata ©
Romance¡Próximamente publicada por Editorial Planeta! En el corazón de Irlanda, hace siete años, la vida de Jay Slora y Chloe Armstrong, un matrimonio aparentemente perfecto, cambia drásticamente tras un accidente que deja a Jay con necrosis cerebral. Las...