15-Morti y la medalla Neblina

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El camino no fue coser y cantar tal y como lo pareció en su imaginación, a pesar de que evitaron varios entrenadores, ya no fue posible evitar los pokemon salvajes que abundaban en esa zona. Los sudowodo se amontonaban en medio de los caminos, obligando a los chicos a pasar serpenteando a su alrededor, des de lo alto de una colina vieron las obras que separaban la ruta 36 de ciudad Malva y que aún se estaba acabando de reconstruir por los destrozos que habían hecho los Standler en el pasado.

El ambiente era algo tenso, quizá si no hubiesen sabido como estaba la situación en el norte no lo hubiesen notado, pero el caso, era que por muy rápido que pedaleasen, seguían teniendo la sensación que en cualquier momento podían ser atacados por los pokemon salvajes.

Frenaron las veces justas para que poder recolectar moguris y dejar que los pokemon bebieran un poco de agua del rio, viendo como algunos pokemon salvajes corrían a su alrededor con cierto nervio, mirando a todos lados, como si estuvieran asegurándose de que no había ningún depredador cerca.

-Es extraño ¿No crees? Todos viven ocultos.- Susurró Aiko, apoyada en el manillar de la bici con Saya al lado, vigilando que sus pokemon no se metieran en un lio.

- A simple vista todo parece normal, pero se respira cierta intranquilidad.- Dijo Saya cruzada de brazos, sentada en el sillín y alzó la mirada al cielo, en el momento que un grupo de Pigdey salía volando de un árbol y se iba en dirección al sud.

Ya estaban a las puertas de la ruta 37. Gracias a las bicis, lo que les tenía que ocupar casi todo un día iba a simplificarse a varias horas menos, aunque eso no significaba que los chicos no tuviesen ganas de llegar de una maldita vez a la ciudad.

Ya habían pasado las cinco de la tarde, indicando que ya llevaban más de doce horas seguidas de viaje, haciéndolo el viaje más largo des de que habían tenido que cruzar toda la ruta des de ciudad Malva a pueblo Azalea sin parar, la diferencia es que en ese momento se habían entretenido en las ruinas y ahora iban como si les persiguiera el diablo.

Pesaban que el ambiente iba a mejorar cuando llegasen a Iris, pero se equivocaban, a pesar de que la gente hacía vida normal, yendo de un sitio a otro, entrando y saliendo del centro pokemon que había justo a la entrada de la ciudad y que parecía abarrotado de gente, también se podía ver la cola que había para entrar a la tienda pokemon.

Las farolas que iluminaban la ciudad tenían panfletos colgando, anunciando el nuevo show de baile de las chicas en el teatro pokemon. Pero los chicos ignoraron completamente, y siguiendo las indicaciones de Eco fueron directamente al gimnasio pokemon.

Llamarón a la puerta y tras unos breves instantes, un chico alto de pelo castaño y ojos verdes, de una edad similar a la de Aiko y Saya, les abrió un poco la puerta, enarcando las cejas en el momento que las vio.

-¿Si?-Preguntó con cierta desconfianza, acabando de abrir la puerta, mostrando un traje purpura y rojo, haciéndole parecer un presentador de algún programa, más que un líder de gimnasio.

-Em... ¿Eres Morti? ¿El líder del gimnasio?-Preguntó Aiko un poco confundida, en que Saya y Eco también se lo miraban sin entender muy bien que estaba pasando, puesto que recordaban a Morti bastante diferente.

El chico empezó a reír mientras negaba.

-Vaya, vaya, chiquilla, si lo que quieres es ganar las medallas deberías conocer mejor a tus rivales. No, yo soy Eusine, un amigo de Morti.- Dijo con una sonrisa ancha y voz alegre.- ¿Queréis que le avise de vuestra llegada?

-En realidad, en teoría, ya nos espera, venimos de parte de Pegaso.- Dijo Saya en seguida, puesto que lo último que necesitaban era otro combate pokemon en esos momentos.- Somos Aiko, Saya y Eco.

Pokemon. Atrapados en Jotho (Completa)Where stories live. Discover now