22-Entei

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-Dios, dios, dios.- Dijo Eco al ver todos los pokemon que los estaban persiguiendo.

Al final se habían dejado convencer, habían llegado muy lejos, y si ya de por si era un suicidio ir los tres juntos, aún lo era más dejar que fuera uno solo y tener que volver por separado.

La primera en subirse había sido Saya, y luego Eco, aferrándose a ambas chicas con fuerza, intentando que las manos no le resbalasen por el sudor de ambos cuerpos.

En cuando Aiko había dado la orden sus cuerpos se tiraron un poco hacía atrás, pero en seguida hicieron fuerza y se tumbaron hacía adelante, llamando la atención de varios pokemon con sus gritos, que empezaron a perseguirlos, pero por suerte sin atacarlos.

-Arcanine, corre un poco más.- Dijo Aiko al notar que algunos Ninetales les estaba empezando a alcanzar.

-Aiko, al final nos vamos a caer.- Grito Saya, cerrando los ojos ante el aumento de velocidad.

El aire caliente les azotaba con fuerza, haciendo que los brazos y manos enrojecieran como si hubieran estado horas al sol sin haberse puesto protección solar. Habían llegado a ese punto de máximo dolor en que estaba allí, les hacía apretar los dientes pero no aumentaba.

-Que corra, que corra, que los Ninetales en cualquier momento nos muerdes.- Dijo Eco sin dejar de mirar hacia atrás.

-Venga, venga, no puede estar tan lejos.- Susurró Aiko entre dientes, aferrándose al cuello de su pokemon, a la vez que cerraba los ojos por el daño que le hacía esa velocidad.

Una frenada brusca hizo que los tres salieran disparados hacía adelante, aterrizando encima de una hierba totalmente seca que les amortiguó bastante la caída, a la vez que les hacía varias rascadas y les dejaba el cuerpo aún más dolorido de lo que ya lo tenían.

-Au...-Susurró Saya con la mano en la cabeza.

-Mi espalda.- Murmuró Aiko boca arriba, sin atreverse a moverse.

-Creo que me he roto algo.- Dijo Eco con la mano en el brazo, en que realmente se le veía algo raro debajo la piel.

Poco a poco fueron levantándose, mirando la galería a la que habían ido a parar. Solo había una grieta por la que salir, y era la misma por la que habían entrado, así que no había lugar a dudas de que aquello era la parte más profunda del acantilado. Era como una sala, con antorchas colgando en la pared cada cierta distancia, todas encendidas e iluminando casi rincón del sitio, dejando solo pequeñas zonas rocosos sin iluminar. Las linternas se habían roto con la caída y sus trozos habían sido esparcidos entre la mata de hierba de color negro que ocupaba gran parte del suelo.

No se veía el techo, aunque no fue aquello lo que es preocupó, sino el echo de que ningún pokemon que los perseguía entró en la sala, incluso Arcanine se había quedado en la entrada en lugar de seguir a su entrenadora. El único que había entrado era Gengar y se agarraba a Saya con un miedo que nunca le habían visto.

-Esto tiene muy mala pinta.- Susurró Saya mirando preocupada a su alrededor, mientras que Aiko tomaba un trozo de la hierba y la examinaba a la luz de la antorcha, viendo como por dentro era morado. Y en ese momento lo entendió. No era que los cuerpos especiales no hubiesen conseguido llegar. Lo más seguro que es lo habían conseguido al igual que lo habían echo ellos sin estar tan preparados. Pero se habían encontrado con la misma triste verdad que ellos. La medicina no se podía hacer porque la única plantación que daba el ingrediente esencial, estaba completamente quemada.

-Aiko... ¿Estás bien?

La chica alzó la mirada mientras los sollozos empezaban a salir sin poder evitarlo. Ya estaba, la esperanza de salvar a Charizar de una reserva acababa de morir en ese mismo momento. Y lo peor de todo, es que sus amigos habían salido malheridos por nada.

Pokemon. Atrapados en Jotho (Completa)Where stories live. Discover now