𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐕𝐈

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Las horas pasan con una rapidez favorecedora, Dave reposa sus antebrazos sobre la almohada y apoya su cabeza en sus delgados pero masculinos brazos. Su cabello es un reverendo desastre, pero de cierta manera le sienta perfecto. Me recuerda a un Adonis de la antigua Grecia, y yo fuese Afrodita, enamorándome perdidamente de él. Además de parecer un dios griego, Dave tiene un toque peligroso y tendador como el de Hades. Sus labios se mueven con gracia al hablar, su lengua repasa sus labios, su ceño se arruga levemente a cada expresión que toma su rostro. Solamente me queda observarlo analíticamente. Lo repaso una y otra vez e intentento descifrar el secreto detrás de David Scott Mustaine; ese es mi propósito de la noche.

Se ve algo demacrado, gracias a la congestión alcohólica que casi rebasa, y de alguna extraña y aterradora manera encaja con él. Este Dave es diferente al Dave que vi la noche pasada sobre el escenario, este Dave no es tan hostil como en un principio deduje que sería, este chico no parece que en cualquier momento fuese a explotar de rabia, este joven se ve cómodo... Este Dave me gusta más -si eso es siquiera posible-. En menos de setenta y dos horas me doy cuenta de que quiero pasar el tiempo con él, lo quiero cerca, a él y a nadie más.

No entiendo cómo es que me siento tan tranquila, tan bien a su alrededor. En ocasiones me levanto del sillón y comienzo a rondar por la habitación, me asomo a la ventana, entonces me doy cuenta de que ha oscurecido. Vuelvo al sofá y mi vestido blanco se levanta un poco más arriba de la rodilla. Dave nota una anomalía en mi piel.

-¿Qué es eso de ahí? -apunta con la barbilla a mi pierna mientras entrecierra los ojos y se inclina un poco hacia enfrente para intentar poder mirarme con mejor claridad, observo mi propia pierna al momento que muerdo mi labio inferior y rápidamente me acomodo el vestido. El maquillaje no ha servido de mucho.

-¿Qué cosa? -intento hacerme la desentendida pero sé que eso no sirve con el pelirrojo.

-Te acabo de ver como una mancha morada, parece un moretón -vuelve a su posición inicial, el ligero viento que entra por la ventana que se sitúa a un lado de él y que está apenas abierta le sopla el cabello con delicadeza.

-Pues te equivocas -mantengo mi mirada exactamente en los ojos de Dave, duda de mí, es evidente que no se rendirá hasta encontrar la procedencia de ese hematoma.

Las lamentosas imágenes vuelven a mi cabeza una y otra vez. Esas manos masculinas y fuertes aprisionándome contra la pared, tapándome la boca, sus ojos encendidos en fuego, la adrenalina recorriéndole por las venas como la mejor droga. El miedo llenándome los ojos en forma de lágrimas. El médico Robert lleva acosándome desde que llegué al hospital. Al principio lo toleraba, pero a medida que el tiempo avanzaba fue pasándose más y más de la línea.

Hace apenas un par de días me encerró con él en su consultorio, intentó hacerme cosas inmencionables, por suerte pude distraerlo y darle un buen golpe en los bajos. Nadie nunca supo de esto. Ese moretón en la pierna no es el único que tengo, hay al menos otros cuatro repartidos en mis brazos y piernas, y uno más en mi codo derecho de cuando me empujó contra la pared con el propósito de dejarme inconsciente. Intenté esconder las marcas con maquillaje, pero Dave tiene buena vista. No es que el doctor Robert Valley sea feo, viejo o desagradable, al contrario; la mayoría de las enfermeras ruegan por pasar la noche con él, pero hay algo en el doctor Robert además de su hostigamiento hacia mí que no me gusta para nada.

-De seguro en los brazos tienes más de esos -vuelve su vista hacia la revista que acaba de tomar, evito posar mis ojos en él, tiene razón. Deja pasar cinco minutos y vuelve a hablar-. ¿Vas a contarme lo que sucedió o no? -su voz me toma de sorpresa, levanto la vista que hasta ese momento se dedicaba a analizar el moretón e inventar una excusa-. No gastes tu tiempo pensando en una mentira, ahora sé lo buena que eres para dar excusas -finalmente respiro hondo y me lleno de valor para contarle lo que nadie más sabe. Él se cruza de brazos y siento que mis piernas tiemblan. Me levanto de mi asiento y camino hacia la puerta, me fijo que no haya ningún chismoso en el pasillo, al haberme asegurado de que el perímetro está libre, vuelvo a la habitación y cierro la puerta silenciosamente. Me siento en la cama a lado de sus pies y comienzo a hablar.

𝓢𝓪𝓭 𝓰𝓲𝓻𝓵  //  𝓓𝓪𝓿𝓮   𝓜𝓾𝓼𝓽𝓪𝓲𝓷𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora