𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐗𝐋𝐈𝐈

1.1K 85 17
                                    

El breve traslado me agota más me lo que pensé, al final solamente me quedan ganas de llegar y tirarme sobre la primer cama que se me aparezca en frente.

-Aquí es -yo estoy recargada contra la ventana del lado del copiloto, Dave abre la puerta de su lado no sin antes apagar el motor y retirar las llaves.

Lo sigo y caminamos por un sendero de cemento lleno de hojas de árboles, el camino queda en medio de bastante pasto crecido, cesped olvidado, con un color verde muerto. Las hojas cafés -que son varias- se rompen bajo mis pasos y los de Dave. Solamente miro mis pies, que están algo dormidos por lo que me cuesta un poco dar cada paso hasta que finalmente la sensación se va sola.

Al caer la noche, ya estábamos en la casa de Mark peleándonos por las pocas habitaciones disponibles. James me deja la habitación que previamente había apartado, supongo que dormir en el sofá no le molestaba tanto. Lars tiene la habitación de a lado y Cliff no le he visto. A Dave solamente le queda irse al departamento de la abuela de Mark, que básicamente en un cuarto, sin ducha, sin refrigerador y sin estufa. Un calentón y un aire acondicionado son lo único que adornan la habitación, y para acabar de joder, queda al menos una hora y media lejos de la casa.

La primer noche Dave se queda en el pequeño sillón que está frente a donde duerme James, me imagino el tremendo dolor de cuello que tendrá mañana por la mañana.

Es tarde, esta noche solamente quiero dormir, pero tengo un leve problema...

No tengo sueño.

Los chicos siguen en la sala conversando y bebiendo otro par de horas, hasta que el escándalo se apaga eventualmente.

Cuando por fin puedo cerrar los ojos para descansar, estos recuerdos borrosos vienen a mi mente disfrazados de sueños. La sangre, las tijeras, e incluso la imagen de un pequeño bebé muerto me obligan a despertar de golpe.

Hay lágrimas saliendo de mis ojos, tengo el pulso acelerado y sudo en frío. No puedo dormir en paz si no tomo esas mágicas pastillas que el doctor me había recetado. Se suponía que sólo las tomara en situaciones de desesperación, cuando las necesite realmente; en pocas palabras.

Tomo mi chamarra que descansa a un lado sobre una silla y guardo veinte dólares en el bolsillo frontal izquierdo de mi pantalón. Saco la receta de mi mochila y doblo la hoja en cuatro partes, la guardo en el otro bolsillo. Abro la puerta silenciosamente, ya que no quiero despertar a nadie.

Mucho más cuidadosamente aún atravieso la extensa sala oyendo los ronquidos del rubio y el pelirrojo, para luego llegar a la puerta principal; que queda un poco lejos y aunque está cerrada no tiene llave.

Cierro la puerta con calma, camino entre las calles hasta llegar a una farmacia que también vende algo de abarrotes. Al acceder a la tienda suena una campanilla que anuncia mi llegada, es uno de esos locales 24h, el farmacéutico está quedándose dormido en el mostrador sobre un periódico babeado, y cómo no, son casi las tres de la madrugada. Me aproximo al área de refrigeradores, de donde saco un té de zarzamora que es de mis preferidos.

-Buenas noches -coloco el té bien helado a un lado del farmacéutico, pero no responde a mi llamado. Agito levemente su cabeza. Reacciona bruscamente y en seguida se muestra apenado.

-Disculpe -se talla un ojo y acomoda su corto cabello color azabache-. No estoy acostumbrado a este tipo de horarios. ¿Qué vas a llevar? -del bolsillo de mi pantalón saco la receta y se la paso.

-Eso y el té -llevo mis manos a los bolsillos de mi chamarra al mismo tiempo que el muchacho ojea la receta y se da media vuelta hacia los mostradores, se acerca a cierto estante tapizado con diferentes tipos de medicamentos y lo observa un corto rato. Se estira hacia adelante para tomar un pequeño frasco y una vez que lo tiene en la mano gira y lo deja a lado de la bebida.

-Serían -hace una leve pausa mientras marca los productos en la caja registradora y vuelve su mirada hacia mí-... Doce con noventa, señorita. Le acerco el billete de veinte, lo toma y lo guarda dentro de la caja y me regresa el cambio sin mediar palabras. Agarro lo que me pertenece y en poco tiempo salgo del local.

Tomo la caja y saco el frasco rápidamente, tiene apenas un aproximado de veinte pastillas, según pienso. Dejo las pastillas sobre mis manos, todas las que caben en mi palma. Unas ocho o nueve serán suficientes para que las pesadillas abandonen mi cabeza, el doctor dijo que solamente una o dos si el insomnio es considerable, pero que se joda. Al llegar a la casa de Mark ya tengo las pastillas en mi sistema, me he terminado el té de unos cuatro o cinco tragos.

Comienzo a sentir las piernas pesadas, un fuerte mareo, las manos acalambradas y los párpados se me cierran solos. Apenas alcanzo a llegar a las escaleras alfombradas cuando me desplomo en los escalones.

Siento unos dedos en el fondo de mi garganta, y recupero el conocimiento por las repentinas ganas de vomitar. Las comisuras de mis ojos lagrimean, alguien me sostiene por detrás, sujeta mi cabello y me obliga a vomitar. No sé quién es. No es Dave, no es James y definitivamente no se trata de Lars. Veo las pastillas mezcladas con comida a medio digerir en el inodoro, automáticamente me da asco y pena.

Volteo hacia atrás y veo a Cliff recargado en el lado lateral de la bañera con mi frasco de pastillas en la mano derecha. Me observa callado. Bajo la cadena del retrete, y enjuago mi boca para depués colocarme a lado suyo. Aún es de noche, quién sabe cuanto pasé en las escaleras.

-No deberías tomar tantas de estas cosas.

-No podía dormir.

-Una sobredosis de esas pastillas y vale verga.

-Gracias, Cliff.

-No hay de qué, Jane.

-No te había visto en toda la tarde.

-Acababa de llegar, estaba con unos amigos y te encontré en los escalones con el frasco a un lado -lo deja de lado y me rodea con el brazo derecho-. ¿Estás triste, Jane Haze?

-No tienes ni idea, Cliff Burton... No le digas nada a Dave ni a James.

-No lo haré.

-No fue a propósito -gira su cabeza para verme, y sonríe ligeramente.

-Te creo -habla con la sonrisa aún formada, yo reposo mi cabeza en su hombro, y poco a poco caigo dormida. Al despertar estoy en mi habitación, supongo que Cliff se tomó la molestia de cargarme hasta mi habitación, y de salvar mi vida también.

𝓢𝓪𝓭 𝓰𝓲𝓻𝓵  //  𝓓𝓪𝓿𝓮   𝓜𝓾𝓼𝓽𝓪𝓲𝓷𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora