🌸열 다섯

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Jungkook nunca fue un chico muy abierto con las personas de su alrededor. No se consideraba alguien muy hablador si se trataba de un desconocido o alguien cuya confianza era poca.

En la primaria no tuvo muchos amigos. Los niños lo veían raro y no se acercaban a él, así que siempre estaba solo en las horas de recreo, y a la hora de hacer grupos nunca lo escogían.

Con tan solo 7 años, estaba hundiéndose dentro de las inseguirdades que se fueron formando con el tiempo, gracias a los susurros y miradas discretas que el mundo el brindaba, criticando su forma de ser. No entendía que estaba mal, siempre fue un niño bueno, se mantenía al margen de las peleas y sus calificaciones siempre eran de lo mejor; pero al parecer eso no era suficiente.

Se sentía mal consigo mismo, sus problemas llegaban a atosigarlo durante las noches impidiéndole el sueño. Y a sus padres nunca les dijo nada al respecto, su madre estaba en pleno embarazo y no de veía con el derecho de molestar con pequeñeces.

El embarazo de su madre tampoco lo hacía sentir mejor, ya que la niña que pronto nacería se volvería el centro de atención en casa, y no quería pensar en cuantas cosas soportaría en un futuro.

Pero, al contrario de lo que alguna vez pudo pensar, en el momento que cruzó la puerta de la habitación de hospital en la que se encontraba su madre descansado después de un duro parto, en el momento en el que vió los ojitos de aquella bebé mirandole con curiosidad, quedó flechado.

Todas sus preocupaciones se desvanecieron como el humo, sintió como algo dentro suyo, algo que nunca sintió, se hacía paso en su cuerpo a pasos agigantados. Tenía el deseo de proteger a aquella criatura, de llenarla de besitos y alejarla del cruel mundo al que había llegado.

Y el tiempo pasó, y como era de esperarse, el amor fraternal del par también creció. El mundo de Jungkook ya no parecía tan sombrío con Hyerin cerca; ella tenía la capacidad de alegrar al pelinegro con solo un abrazo en un día de lluvia. Y el amor que Hyerin le tenía a Jungkook tampoco se quedaba atrás. Sin duda, si le preguntaran su persona favorita en el mundo, sería Jungkook.

No su madre, tampoco su padre; Jungkook. Pero tranquilidad, la niña amaba mucho a su padres también, pero casi nunca estaban en casa por motivos de trabajo, por lo que Jungkook era el encargado de cuidarla. Y quieran o no, las preferencias existen, y Jungkook sería siempre su preferencia.

Pero cuando Jungkook entró al instituto, las cosas cambiaron un poco. El chico conoció a Jihoon, quién se volvió su mejor amigo, y los intereses de su hermano parecieron extenderse. Había noches que se iban a alguna fiesta, más por obligación que por elección, pero aún así la niña se quedaba sola por las noches.

Y le tenía miedo a la oscuridad.

Nunca lo dijo en voz alta. No quería molestar a Jungkook con algo tan tonto.

Irónico, ¿no?

Y así pasaron los años, su relación se mantuvo amorosa, pero siempre con secretos de por medio.

Volviendo al presente, Hyerin estaba comenzando a sentirse sola. Jungkook, con todo el tema de la magia, hizo más amigos, ¡y se alegraba por él!

Pero... ¿era malo querer que su hermano volviera a interesarse más en ella?

Hyerin quería crecer, quería dejar de ser una niña con miedo a la oscuridad, quería dejar de tener miedo a ser egoísta y acaparar a su hermano.

Pero es que, incluso en ese momento, Jungkook no había regresado a casa y casi era hora de cenar.

Dejó caer el lápiz rojo con el que estaba dibujando, arrastrando un suspiro cansado. Salió de su habitación, con intención de ir al salón a despejarse un poco viendo caricaturas.

Se sentó en el sofá, encendió el televisor y puso el canal que daba las caricaturas que le gustaban.

Era curioso para ella ver como los personajes hacían cosas increíbles sin tener miedo. A veces deseaba ser una caricatura en un mundo de fantasía, lastimosamente no podía serlo.

Pero podía ser valiente en su propia historia. Tenía, no, iba a hablar con su hermano acerca de como se sentía, no quería seguir con la farsa de que todo estaba bien.

Y como si de una invocación se tratase, la puerta principal se abrió dejando paso a la silueta femenina de su hermano.

Seguía siendo extraño para ella ver a una chica en vez de a su hermano.

- Hey RinRin, ¿qué tal? - Saludó con una sonrisa mientras se sentaba al lado de la pequeña.

- ¿Dónde estabas? - Se le escapó el tono recriminatorio, pero ya no iba a echarse atrás. - No te he visto en todo el día.

Jungkook se rascó la nuca con culpabilidad. - Lo siento, peque, he estado resolviendo algunos asuntos. -Hyerin asintió, agachando la cabeza. - ¿Está todo bien?

Hyerin quiso decirle que no, que nada estaba bien, que a su corta edad no debería ser tan madura y que se sentía sola. Quería decirle sus problemas en la escuela, quería que al día siguiente se quedaran juntos, que necesitaba que estuviera con ella.

Pero fue mirar los ojos preocupados de su hermano, y toda la valentía que minutos atrás había logrado, desapareció. Solo sonrió y asintió, sin querer aportar nada más a la conversación.

- ¿Seguro? - Insistió el mayor. Conocía a la pequeña, algo no andaba bien con ella.

- ¡Ya te dije que sí! - No pudo evitar alzar la voz, no soportaba el tener que guardarse todo. - ¿Sabes? Hoy no cenaré, no tengo apetito. Buenas noches.

Se levantó con el deseo de irse a la cama bajo la sorprendida mirada del mayor, quien no se esperaba para nada el que la pequeña actuara así. Normalmente ellos cenarían entre risas, contando que tal les fue el día y acabarían tirados en el sofá comiendo helado de postre.

Un minuto de silencio bastó para que Hyerin se pusiera en marcha. Jungkook la tomó sin mucha fuerza por la muñeca antes de que saliera del salón. La pequeña le miró, aguantándose las ganas de echarse a llorar que la consumían.

– ¿Qué sucede? – Preguntó, una sensación de malestar recorrió todo su sistema. – Cuéntame, no podré ayudarte si no se que ocurre

Se miraron a los ojos durante unos segundos que parecieron décadas, bajo otro silencio más largo.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de la niña, y se aferró a la muñeca de su hermano como si fuera a perderlo en algún momento.

– Jungkook, tengo miedo. – Confesó finalmente con la voz rota, preocupando más al mayor que se acercó a ella y se agachó para quedar a su altura. – Y-yo me... me...

Pero sus palabras fueron calladas, el sonido de la puerta principal siendo abierta fue el motivo. El par de hermanos miró hacia la mencionada asustados, pero paralizados en su lugar.

Únicamente les dió tiempo a soltar el agarre antes de que una mujer de mediana edad entrara a cámara lenta (o así lo vieron ellos) a la casa.

Era una mujer de estatura media, con el cabello corto y negro. Iba vestida con una camisa blanca que acompañaba a una chaqueta negra y una falda entubada del mismo color; y sin olvidar los tacones que le realizaban la figura.

Sus labios decorados de carmín se deformaron en una sonrisa que a los hermanos no les dio tiempo a ver ya que la mujer se abalanzó sobre la niña, fundiéndose en un abrazo.

– ¡Mi niña! – Exclamó emocionada la mujer, dándole un par de besos en la mejilla a la más pequeña.

– ¿Mamá?








ggukiny.

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