Hola, adiós.

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- Entiéndelo, por favor. Se acabó, lo siento mucho.

La vieja puerta se cerró de golpe, dejando a Doppio sólo. Su corazón latía a mil por hora, y su garganta saboreaba la amargura y acidez de la ruptura. Tomando el anillo de compromiso con fuerza, se percató de que ya no le quedaba nada por lo que luchar, no con Donatella.

La pareja era conocida por todo el barrio. Era, según conocidos y amigos, la pareja perfecta, la envidia de muchos tortolitos que buscaban una historia de amor de película, ya fuera por la belleza innata de ambos, por el encanto sutil de Doppio o por la dulzura que desprendía Donatella, allí por donde fuera.

Doppio conoció a Donatella desde bien pequeño, de la escuela pública de Cerdeña. Desde muy temprana edad ya eran viejos amigos; jugaban en el parque, quedaban para salir, ver las estrellas, estudiar... A donde fueran, siempre iban juntos. Sus compañeros de clase cuchicheaban y soltaban sutiles rumores de que todo era un noviazgo a escondidas, y para la sorpresa de los párvulos, así fue. Ambos infantes se amaban, se prometían una vida juntos, llena de aventuras y cosas bonitas para el recuerdo.

Doppio le propuso matrimonio a Donatella a la edad de veinte años, siendo todo un éxito. La boda fue de lo más sencilla e íntima, justo lo que ambos deseaban. No tuvieron viaje de novios debido a la crisis económica que golpeaba tan fuerte en Italia, afectando al trabajo de Doppio, quedando en paro. Donatella, en cambio, seguía manteniendo su puesto fijo en la universidad sarda como profesora de psicología. Sin embargo los recortes llegaron, ya no se podían permitir el capricho de volar y conocer mundo.

Pero, tan pronto como llegó, se fue, y ahí se encontraba Doppio, observando la puerta de su casa, con el pecho encogido y el alma rota. Le daba vueltas a la situación ("¿Por qué se fue? ¿Qué hice mal?") pero no encontraba respuesta coherente, ni una mota de luz. Lágrimas de incertidumbre e impotentes rodaron por su rostro pecoso. Fue todo muy repentino, muy rápido. ¿Qué hice mal, Donatella?

Frustrado, el chico de cabellos rosa se tumbó en la cama, esperando a que el día acabara, y así pasó la semana, con pensamientos por ordenar, sin apetito ni ganas de vivir.

Zuchero, un amigo del chico, se percató de la situación y le llamó al instante, ofreciéndole compartir piso. Después de todo, la casa en la que vivía era de Donatella, no suya. Sabiendo que pronto su ex-mujer volvería, aceptó, y al día siguiente ya estaba viviendo con él.

El estado anímico de Doppio mejoró en cuanto acabó con los papeles del divorcio y se instalaba en el piso moderno de su amigo. Zuchero trataba de cuidar de su amigo y mejorar su estadía con éxito, y como respuesta el chico pecoso le regalaba su afecto y amistad plena.

Cada día, los lazos entre ambos eran más estrechos, y Zuchero ya consideraba a Doppio un hermano menor, y viceversa. El piso se decoró de la pequeña historia que ambos construían, del aroma tan familiar que desprendían y del sabor de la amistad que se degustaba. A pesar de la falta económica de Doppio, Zuchero poseía todo lo necesario y más para vivir. El peliverde era abogado, uno muy respetado en el mundo civil. La gente conocía su nombre y los más cercanos sabían perfectamente la gran persona que él era. Zuchero había cerrado con éxito a su favor una inmensa cantidad de casos, tanto obvios como imposibles, ganándose la ovación de muchos, pero la enemistad de otros.

La enemistad de otros.

Si bien Zuchero era para todos el hombre más legal que podría pisar la Tierra, realmente no lo era tanto. A escondidas pertenecía a la Cosa Nostra, una mafia tan conocida como peligrosa, siendo un capodecime enaltecido. Y, de ahí, que ganara casi siempre los juicios, tanto dinero, tanta fama.

Doppio y Zuchero fueron a dormir, pero Doppio no reconcilió el sueño. Algo andaba mal con su amigo y quería saberlo y ayudarle, fuera como fuese.

-Zuchero... - el pecoso levantó su rostro, observando a su amigo aún preparando su pijama.- ¿Te ocurre algo? Llevas todo el día... Extraño.

El mayor giró su rostro, limitándose a sonreírle.

- ¿Doppio se preocupa por su hermano mayor?- burló, plantando un beso en la frente ajena.- Estoy bien, de verdad. Fuera lo que fuese, te lo diría.
-¿Me dirías todo?
- Todo, sin excepciones, te lo prometo.
- Te quiero mucho, Zuchero.- Sonrió, más tranquilo. El mayor, por fin, se fue a dormir y Doppio pudo dormir.

Un golpe. Y uno más. Y uno más fuerte.

Los ruidos despertaron al pelimorado, quien se percató de la ausencia de Zuchero en la habitación. Extrañado, estuvo en silencio cinco minutos, esperando a que regresara. Pero en todo ese tiempo no hubo rastro ninguno del peliverde.

Un golpe más, y otro más fuerte.

La preocupación de Doppio fue en aumento, decidiendo definitivamente salir de la cama y guiarse por aquél ruido intruso. Cuánto más cerca del salón, más fuerte eran los ruidos.
Entonces, supo que algo no andaba bien.

- ¿Hermano..?- susurró. Buscó en la cocina un cuchillo, el primero que tocara, y con sudor frío recorriendo su cuerpo, decidió entrar.

(...)

Vinegar Doppio es un respetable Capodecime en la mafia Passione, a pesar de la temprana edad de veinticinco años. De origen sardo pero viviendo en Nápoles por motivos laborales, el muchacho se encontraba pasando el tiempo leyendo una novela ligera, bastante dramática para su gusto. El Sol se encontraba en lo más alto, rociando al pecoso del calor veraniego, bronceando ligeramente su piel. Doppio se encontraba en paz, y en ese momento odiaría que alguien le le interrumpiera. Pero existen los gajes del oficio y esos son muy comunes en la vida del pequeño. El teléfono sonó y nuevamente era Squalo quien llamaba.

- ¿Dígame?- respondió el de cabellos rosa.
- Doppio, soy Squalo. Hay una misión importante para tí.- Doppio echó el libro a un lado, escuchando a su superior atentamente. Squalo se posiciona en lo más alto de la pirámide jerárquica de Passione, justo detrás del jefe. No era el único en ese status, pues Squalo, junto con su pareja formal Tiziano y tres más que aún Doppio desconocía, formaban L'Unità Speciale, el grupo de élite de la mafia, justo detrás del Don. Eran los encargados de dar las órdenes directas del jefe al resto de la organización y proteger al supremo costara lo que costara. Eran gente adinerada, llena de poder y aliada con gente bastante peligrosa. Era mejor no llevarle la contraria a ninguno de ellos. Sin embargo, Squalo siempre mostró un gran interés en Doppio, sea por la dulzura del chico o porque directamente el pelirrojo era "un trozo de pan", ya fuera con su trato especial con sus iguales o sus inferiores, y su fidelidad al superior, era respetado por todos, y temido por muchos.

- Doppio, mañana a las once de la mañana, dirígete a Pompeya, ya te indicaré por correo exactamente donde. Es importante.
- ¿Importante?
- Sí, así es. Por allí hay un motín valorado en cien millones de euros. Tómalo antes que la Cosa Nostra. Si lo obtienes, serás ascendido a L'Unità Speciale.
- Pero-
- Doppio... No rechaces esta misión, sé que nunca lo haces pero esta es importante. Es una orden directa del jefe que particularmente tú vayas.

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora