El motín que Apolo vigilaba

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A la mañana siguiente, Doppio se encontraba preparando su cuarto, a la espera de la hora para partir a Pompeya. La ciudad enterrada en cenizas no se encuentra muy lejos de la casa donde el pecoso vive, a diez minutos en coche aproximadamente. Aún Doppio tenía dudas de qué trataba la misión encargada expresamente para él, según Squalo directa del jefe, pero no quería preguntar más, no quería parecer estúpido. Se observó al espejo, viendo su cuerpo fibroso y su rostro de niño. Entendía perfectamente por qué mucha gente le echaba menos edad de la que realmente tiene, normal cuando tienes facciones sutiles típicas de niño. Eso a Doppio le molestaba, no por su físico sino porque la mayoría de veces nadie le tomaba en serio. Y pobre de esa gente, no sabían con quién hablaba.
Se peinó y se vistió casual, con "lo de siempre". Para una emboscada siempre había que ir de calle, evitando a toda costa levantar sospechas, algo que se le daba bastante bien, ventajas de su dulce aspecto. Tomó una mochila y se dispuso a meter todo lo necesario.

Media hora antes de que comenzara la misión, Doppio ya iba directo a su coche. Llevaba una gorra blanca y un bolso de cuero falso. Debido a la palidez de su rostro, levemente sonrojada en sus mejillas, daba el aspecto de un turista, pasando totalmente desapercibido ante la mirada de enemigos desconocidos. Arrancó su Fiat 500 Lounge y se dirigió a Pompeya.

El viaje duró unos quince minutos debido al tráfico de hora punta, algo que Doppio temía. Aun así, llevaba un cuarto de hora de adelanto. Finalmente decidió quedarse diez minutos en el coche, preparando todo lo importante y repasando que nada falte. Una última vez llamó a Squalo:

- Doppio. - el pelirrojo respondió casi al instante. Estaba jugando con el teléfono, tumbado en el sofá de su casa, muy típico de él.
- Squalo, la dirección.
- Sí, la dirección...- Squalo se levantó, buscando el e-mail del Don.- Espera un segundo, Tiziano tiene mi ordenador.- se apartó del móvil, y Doppio pudo escuchar la voz de su superior llamar a su marido ("Tiziano, dame el ordenador que lo necesito") y una respuesta algo brusca ("¿Ahora que lo estoy usando? Jódete"). Después de un ratito, el superior volvió a la llamada. - Ya... Tengo el correo del jefe, ahora te lo mando.
- Muchas gracias, Squalo.
- Es lo que tengo que hacer, no me des las gracias.- rió. - ¿Alguna duda más?
- No, creo.
- Perfecto. Llámame cuando acabes, es una orden.
- Eso haré.
- Doppio... Cuídate, lo vas a hacer muy bien.

Después de la llamada, se dispuso a salir del coche. La dirección estaba cerca, no tendría problemas en llegar puntual. La localización daba directo al Templo de Apolo, ruinas de un templo romano que acaparaba la atención de turistas. A las once el sol ya pegaba en la ciudad italiana, abrasando el asfalto y dando vida a los ligeros espejismos desérticos que ondean la visión del horizonte. El camino de granilla rugía ante cada pisada que el menor propiciaba. No estaba sólo, habían varias familias y grupos de extranjeros haciendo fotos y grabando cada pilar que encontraran. El pelirrosa hizo caso omiso de la ciudad, centrándose en llegar a la hora, tal y como Squalo le ordenó.

Once de la mañana y Doppio ya estaba en en el Templo de Apolo, esperando, buscando discretamente el motín. No había nadie por ahí, y eso le ponía de los nervios, ¿Es que la orden era llegar mucho antes que la Cosa Nostra, o es que había llegado tarde? El miedo del fracaso recorrió su espalda y un escalofrío lo acompañó. La mafia era todo lo que tenía, no se le pasaría por la cabeza en ningún momento defraudar a la organización. Buscó por todos lados, el altares y estatuas de Hermes y Venus, pero no dió con la respuesta. Finalmente de decantó por pasar las cintas de "prohibido el paso" y seguir buscando. Tras diez minutos dando vueltas por las ruinas, se percató de una última estatua que había dejado pasar: la estatua de Apolo, situada justo a las puertas del templo. Doppio no pudo evitar reír ante la torpeza de dejar, precisamente, esa estatua sin revisar. Se acercó y la rodeó tres veces, buscando algo fuera de lo común, pero no había nada. Tal vez, si mira un poco más con que, a los Pies de la divinidad romana, se hallaba una llave minúscula. Doppio la observó, y rápidamente la obtuvo, tarareando victorioso. Fue muy fácil, después de todo.

Pasó nuevamente la cinta, volviendo a la ruta turística. Un suspiro se formó en sus labios, victorioso, mientras observaba la estatua romana dedicada a Febo. No sabía mucho sobre dioses, solo que Apolo era dios de la medicina y la curación, entre otros.

- El templo de Apolo, construida entre los siglos VII y VIII antes de Cristo, sepultada por el Vesubio en el año setenta y nueve, descubierta en 1817. Cuántas cosas a lo largo de su historia ha tenido que observar la divinidad, ¿No es cierto?.- una mano ajena se posó en el hombro de Doppio. Éste se giró a ver quién rompía su momento de paz: un hombre algo más alto, moreno y fornido, descuidado por el sol y el trabajo.- Dime, chico, ¿Verdad que Pompeya es preciosa?
- Cierto, señor.- se mordió la lengua al escuchar "niño" en la oración del hombre.- Pompeya es hermosa.
- No solo es hermosa, también es... Especial.
- ¿Especial?- el desconocido rió.
- ¡Claro! ¿Qué probabilidades existen de que tú y yo estemos pisando una ciudad enterrada hace siglos? Estamos observando algo que era casi imposible de conservar, y aquí estamos.
- La verdad que a veces me cuesta creerlo.
- ¿A que sí? Somos unos suertudos.- rió.
- Bueno, muchas gracias por el ratito, pero ya son...- observa su reloj- las doce, y a y media he quedado con un amigo... - observa al moreno, sonriendo- Ciao!

Doppio se dispuso a marchar, ante la vista del contrario, quien tornaba su rostro a uno serio.

- Oye, pequeño... ¿Qué haces por aquí sólo?
- Mis padre dicen que ya tengo edad para venir sólo. - respondió, mientras seguía caminando. El contrario comenzó a seguir sus pasos a un ritmo constante, detrás del joven.
- ¿Sólo?- rió.- ¿Y por qué un chico tan joven como tú se interesaría en Pompeya, con la de cosas tan interesante que hay en Nápoles?- Doppio comenzó a ponerse nervioso.
- Precisamente lo has dicho antes, porque es antigua y eso...- suspiró, acelerando el paso, hasta que un jalón de su chaleco lo llevó hasta un pilar, estampándose. El hombre le inmovilizada con fuerza, acercando su rostro al oído del menor.
- ¿Y de dónde has sacado la llave esa que llevas en la mano?
- S-son las llaves de mi casa...- Un cabezazo contra el pilar hizo caer al pecoso, recibiendo una patada en el estómago. El mayor escupió y aplastó la mano cerrada de Doppio con brusquedad. Doppio gritó del dolor, pero este le tapó la boca.
- Dame la puta llave, si no quieres que te arranque la mano.- Doppio se mantuvo en silencio. Recibió un puñetazo más y su nariz comenzó a sangrar. Tosió debido al polvo y a la sangre, en sus comienzos como mafioso esa situación le hubiera alarmado, pero ahora tenía mucha más experiencia que antes y sabía que hay que aguantar ese tirón para vencer. Sólo aguantar, lo último que se debe de hacer es contraatacar de primeras.

El moreno consiguió arrancarle la llave de la mano, y por fin le soltó. Se giró y se dispuso a marchar.

- Tal vez seas un ciudadano normal, pero esto me lo quedo. - dijo, antes de marchar.

Doppio se levantó a duras penas, muy enfadado. No le quitaba la mirada al hombre, quien ya estaba a diez metros de él y alejándose. No, no le dejaría marchar, esa llave es suya, es de Passione. De su bolsillo tomó una navaja multiusos y corrió hacia el enemigo. Éste se percató, pero había bajado la guardia demasiado y ya era imposible esquivar la puñalada directa al cuello. Chilló y cayó de rodillas, el dolor era insoportable y sabía que podía morir desangrado. Doppio sacó la navaja y le propició un puñetazo con el arma, tirándolo al suelo. Ahora quien llevaba la ventaja inesperada era el menor.

- ¿Quién eres?- asustado preguntó el moreno.
- No pareces profesional. ¿Eres nuevo en Cosa Nostra?
- N-no voy a...
- Oh, claro que sí, claro que vas a responder. Eres de la Cosa Nostra, ¿No?- pisó el cuello ajeno con fuerza, dejándole sin respirar. El hombre agarró la pierna ajena con fuerzas, tratando de escabullirse en vano. Poco a poco perdía fuerzas, hasta no poder levantar los brazos. Abría la boca a la espera de aire que nunca llegó. Pronto, perdió el conocimiento y más tarde, la vida. Doppio levantó con cuidado su zapato ensangrentado, tomando de vuelta la llave.
- Veo que eres un hombre de pocas palabras...- burló y tomó la cartera y armas del fallecido.- Bueno, señor... Vitello Tonnato, ha sido una charla muy interesante.

Doppio marchó a su coche, donde por fin pudo quitarse la sangre de su rostro y dejar su gorra aplastada y manchada a un lado. Suspiró y observó la llave con cierta curiosidad, ¿Por qué tenía que ser él el encargado de la misión si los enemigos enviaron a un novato? Se sintió molesto con esa idea, él ya no era un principiante, podía haber mandado a cualquiera de su banda.
El teléfono de Doppio sonó. Un mensaje privado, urgente. Rápidamente lo abrió y se dispuso a leer:

Buen trabajo, Vinegar Doppio. Pronto recibirás una llamada donde te indicaré la siguiente parte de la misión. Bienvenido a L'Unità Speciale.

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora