En Venecia de negro gloss

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No sabían qué hacer, ninguno de los dos. Llevaban dos horas esperando en el aeropuerto de Nápoles a que se diera el visto bueno al vuelo "Nápoles-Venecia". Esperaban pacientemente como el resto de turistas. Diavolo suspiraba pesadamente, sabía que no tendría que temer a que algún enemigo le reconociera porque nunca se había expuesto de esa manera al mundo. Pero, pese a ello, no podía evitar sentirse abrumado con la cantidad de gente que le rodeaba. En cambio Doppio pasaba la tarde lo más normal posible: después de una hora durmiendo pegado a su Don, todo le parecería lo más normal del mundo. Ya no se sentía tan abrumado y agobiado como antes de caer rendido a los brazos del superior, pero no podía sentirse apenado de vez en cuando, después de todo su casa ardió. Observó la televisión que el aeropuerto ofrecía a la gente, pero pronto apartó la mirada, cuando volvieron con la noticia de que un hotel había sido quemado y con él, 13 personas fallecieron. El Hotel Naples Experience desapareció del mapa, arrasado por las cenizas que su jefe provocó. La noticia comenzaba a hacerse cansina.

Con el fin de buscar algo para entretenerse, buscó con la mirada alguna tienda interesante. Tan sólo habían sitios de comida rápida y pequeños puestos donde podías comprar souvenirs de Nápoles, por el precio de un riñón. Observó a Diavolo, quien imitaba lo que su Consigliere hacía, desesperado. Sabía que quería escabullirse de ahí, o al menos quitarse esa idea de la mente por un rato.

- Ahí. - señaló el Don una perfumería pequeñita. - vamos a pasarnos por ahí.

Doppio se levantó y siguió a su Don, quien parecía estar entusiasmado en ir al comercio. Éste estaba pintado y decorado con un azul cian brillante. La música de la radio local retumbaba en aquella sala con el fin de animar a los compradores a llevarse lo máximo posible para sus billeteras. Los perfumes se exponen en primera línea, mientras si querías ver maquillaje y cuidado personal, tenías que pasar por todas esas filas de fragancias y llegar al fondo de la tienda. Diavolo optó por la segunda opción y obvió los perfumes baratos. Ante la curiosa y atenta mirada de su mano derecha, estuvo observando los estand. Kiko Milano, Kat Von D, Melt Cosmetic, Maybelline New York... El Don parecía interesado y a Doppio le pareció muy divertido.

Diavolo, entre todas las cosas que había observado y agarrado para una vista más detallada, tomó un pintalabios Kiko Milano negro gloss. Estuvo más tiempo del que esperaba observándolo, pasmado por el color.

- Jefe, ¿Quieres comprarlo? Te lo regalo si quieres.- dijo finalmente Doppio al notar el inusual brillo en los ojos verdosos del hombre. El Don le miro con desdén, suspiró sonoramente y para sorpresa del sardo, abrió la cajita que guardaba el pintalabios.

- Habrá que probarlo antes. - contestó y le entregó la barra de labios a Doppio, quien estaba nervioso y atónito.

- J-jefe, hay que comprarlo antes de abrirlo...

- ¿Cómo voy a comprar algo sin probarlo antes?

- Está el pintalabios de prueba. - obvió Doppio, pero el mayor rió ante ello.

- Ese no es el que me voy a llevar, voy a probar este, si no me gusta lo devuelves.- Diavolo no entendía de qué estaba prohibido o no y tampoco le importaba. Para él, lo que hacía era algo lógico y justo para él, eso era lo único que le importaba.- Venga, ábrelo y ahora me lo echas.

- ¿Yo? - algo de Doppio tembló, ¿No podía maquillarse él solito? No, ahora él tenía que ser parte de todo esto. Suspiró y abrió la barra de labios. Diavolo sonrió levemente. - Agáchate un poco, eres más alto que yo... Por favor.

- Ponte tú de puntillas. - cruzó sus brazos, autoritario, con algo de diversión. Le estaba entreteniendo molestar a su Consigliere.

- ¡Al menos agacha la cabeza!

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora