Como el jefe había ordenado, Doppio borró el mensaje directamente, sin antes memorizar toda la información importante. Después de la llamada, pasó un tiempo a solas con mil preguntas en su cabeza. ¿Cómo es el jefe?, ¿Por qué Doppio, cuando él era nuevo en L'Unitá, no como el resto de sus compañeros? Imaginó que, en cierto modo, le estaba premiando todo este tiempo de servicio y lealtad a la mafia, o a lo mejor era lo que todos sus nuevos compañeros hacían. Honestamente era muy diferente a lo que él solía hacer como capodecina, no era el mismo riesgo. Ah, ser Capodecina fue un gran honor, no obstante su orgullo se sentía completo siendo Sottocapo.
No quería, pero Doppio no pudo evitar imaginar cómo sería su encuentro con el jefe. ¿Sería en un enorme salón con una mesa de roble alargada, con protocolos y cosas que hacían la gente muy poderosa? Sintió una punzada de temor, porque según Squalo, nadie había visto jamás al Don en persona, por lo que él sería el primero. "Te espero en el Hotel" fue una despedida muy cercana. Parece ser que el Don había tomado confianza con el pecoso, y él ya le había perdido ese miedo irracional a su superior. Daba la sensación de que ya se conocían sin antes haberlo hecho.
Dos días pasaron y Doppio estaba recuperado. Conocer a Secco y a Ciocolatta fue algo que el chico adoró, pues a pesar de que ambos estaban perdidos de la cabeza, eran muy cariñosos y amables. Supo que Ciocolatta fue cirujano, pero ahora trabajaba en el mortuorio al igual que Secco, y que su habitación mugrienta era nada más y nada menos que un desván improvisado. Ambos compañeros le enseñaron a Doppio su gran colección de grabaciones y audios que realizaban cuando torturaban y asesinaban a traidores, gente de poder o meros civiles. No fue para nada agradable a la vista, pero no sería la primera vez que el chico veía cosas semejantes. Ya se había quedado atrás el miedo a la muerte más dolorosa, hacía mucho tiempo.
El atardecer se presentaba con nubes que acaparan todo el cielo. No llovería, o no tenía pinta de ello. Cioccolatta se encontraba quitándole las vías a Doppio, y Secco buscaba en unas cajas la ropa del paciente. Nadie hablaba, no había nada que decir. Sería un adiós, un "hasta pronto" o un "hasta siempre". Eso era la emoción de vivir fuera de la Ley, nunca sabes cuando será tu última conversación con tus compañeros.
- Bueno, Doppio. - El peliverde rompió el hielo, observándolo. - El jefe te dió órdenes de marchar hoy, ¿Cierto?
Doppio asintió.
- Gracias por todo, ¡os debo una!- contestó, y Ciocolatta le regaló una de sus sonrisas más cálidas. Su diestra se posó en la cabeza ajena y revolvió su cabello, de forma cariñosa. Ciocolatta no era un hombre que cogiera cariño a la primera, pero no iba a negar que Doppio fue familiar desde un principio. No le echaría de menos, pero tampoco le molestaría que se quedara más tiempo.
Una vez vestido con sus propias prendas, Doppio abrazó a Secco, con quien compartió la mayor parte de esos dos días. Éste le devolvió el abrazo de forma cariñosa y, junto con su compañero, despidieron al muchacho con un "espero no verte más por aquí".
Debido a que Doppio extravió su coche en la encerrona, tuvo que pedir un taxi. El camino se hizo largo y pesado, muy aburrido. El conductor no paraba de hablar y la radio eventualmente hacía ruido blanco. Lo único que mantuvo al pelirrosa despierto fue el pensamiento de que pronto se encontraría con el hombre que le permitió rehacer su vida nuevamente.
Finalmente bajó del taxi y pagó justamente lo que costaba el trayecto. No estuvo muy pendiente de si le habían estafado o era de fiar, no le importaba en ese momento. Entró en el hotel y esperó pacientemente la cola de recepción, hasta encontrarse cara a cara con el recepcionista.- Buenas tardes señor, bienvenido al Hotel Naples Experience, ¿Qué necesita?
- H-hola, esto... Soy Vinegar Doppio, ya tengo una habitación encargada, creo.
- Deme un segundo. - el hombre tecleó el nombre del chico- efectivamente, tiene una habitación disponible. ¿Sería tan amable de dejarme su carnet de identidad, por favor?
- Oh, claro, sin problema- buscó en su cartera y entregó la Carta d'Identità, sin antes asegurarse de que no era la falsa, la de Solido Nasso.
- Perfecto, muchas gracias. Es la habitación 187 ¡Qué pase una buena estancia!Se le fue entregado el carnet de vuelta, junto con una tarjeta que abría la puerta de la habitación. Llegó el momento y Doppio sentía sus piernas temblar.
Subió las primera y segunda plantas por las escaleras, y un cartel indicó que su habitación se encontraba ahí. Buscó y fácilmente la encontró. Estaba a un paso, muy poco.
Antes, se percató de tomar la llave con fuerzas y guardar una pistola en sus pantalones, por si acaso. Abrió con la tarjeta la puerta, y todo se encontró oscuro.No se veía nada, estaba todo oscuro. Con persianas bajadas y las luces apagadas, cualquiera diría que era por la madrugada aún estando por la tarde. Era todo negro, excepto una vela que brillaba en una mesita, de la cual no se podía ver mucho. Doppio cerró la puerta y, al instante, un correo llegó, de parte del Don:
Todo lo que lleves déjalo a tu derecha, armas y teléfono incluidos. Deja la llave al lado de la vela.
Perfecto, ahora tenía que ir descubierto. Pero, no podía negarle nada al Don, por lo que accedió: eliminó el mensaje y apagó el teléfono, cogió su pistola de los pantalones y dejó todo, exceptuando la llave, a su derecha. Extendió su brazo izquierdo para orientarse entre tanta penumbra, pero fue fácil llegar a la mesa. No escuchó nada, parecía estar sólo en la habitación. Aún así sabía que no, que el Don le estaba vigilando.
El Jefe de Passione se encontraba a escasos tres pasos de él, observando cómo el pelirrosa obedecía al dedillo todo lo ordenado anteriormente. Sin embargo, sentía que algo iba mal y no era por Doppio, sino porque toda la planta, a pesar de estar en horas de movimiento, estuvo completamente en silencio. No, serían paranoias suyas, ¿No? Pero, por si acaso...
Un par de brazos rodearon a Doppio, y lo llevaron bruscamente al cuarto de baño. El pecoso instintivamente chilló, pero su boca estaba siendo tapada por una de las manos de aquel hombre. Doppio sintió pavor, ¿Era esto otra emboscada, un castigo? Fuera lo que fuese, estaría totalmente arrepentido. Pero, la mano que sellaba los labios del chico se separó suavemente, levantando el dedo índice en forma de silencio.
- ¿Quién eres?- Susurró Doppio, con la respiración entrecortada. Sintió un pequeño cosquilleo en su rostro, ¿Pelo? Aquella persona tenía el pelo largo. Parecía fuerte y alta, pero no sabía más. Y, sin embargo, cuando este habló, supo todo.
- Doppio... - dijo el Don, casi en un susurro.
- ¿J-je...?
- Vamos a salir de aquí. - Cortó. Doppio sintió la respiración de su jefe muy cerca suyo, estaba congelado, paralizado de lo intimidado que se sentía. - No me llames jefe aquí, no hasta nuevo aviso. Llámame señor, soy un desconocido para tí, por si acaso.- Susurró al oído del pecoso. Éste, entre escalofríos, asintió. La voz del Don era muchísimo más sensual en persona.El Don se separó de Doppio con el fin de controlar la puerta de la habitación, para salir. Sin embargo, el pecoso alcanzó a tomar la muñeca ajena, con suavidad, y éste, aunque no viera nada, trató de observar a los ojos a su superior.
- Señor, mi deber es mantenerle con vida, cueste lo que cueste. - Susurró.- Déjeme a mí controlarlo todo, saldrás de aquí sin ningún rasguño, lo prometo.
Doppio no le veía, pero sabía perfectamente que su mirada se cruzaba con la del Don, y que éste sonreía.
- Adelante, Doppio, sorpréndeme como tú eres capaz de hacer. - Finalizó, echándose a un lado.
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Línea muerta (DiaDopp +18)
Fanfiction(AU) Doppio dejó toda su vida atrás para servir al jefe. Nuevo en L'Unità Speciale, es encargado de una misión de gran importancia. Notas: En este fanfic, Diavolo y Doppio poseen cuerpos distintos.