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La mañana se hizo amena con tanto trabajo por hacer: Doppio busca esto, Doppio recoge lo otro. El chico no podía quejarse, Diavolo también estaba muy centrado en su trabajo. Después de todo, la función de Consigliere era eso, facilitar el trabajo del Don (a parte de aconsejar y sustituir al jefe en caso de ausencia, pero eso Doppio lo pasó más por alto). Después de horas de trabajo, Doppio se dejó desplomar en un sillón, no le importó los modales y que podría dar de sí el cojín. El Don seguía con los cientos de papeles y el portátil, suspirando pesadamente por el cansancio. Decidió dejar de extraer información cuando sus ojos comenzaron a irritarse. Cerró el portátil y observó al menor que le daba la espalda.

Diavolo nunca había tratado con gente si no era para matar y pactar con mafias vecinas. No quería que nadie supiera de él y ahora se encontraba conviviendo con un chico del cual no sabía a penas nada. Y a pesar de todo eso, no le importaba demasiado. Algo dentro de él decía que el muchacho era de fiar, y él siempre se dejó llevar por su voz interior, nunca fallaba y no sería la excepción. El Jefe burló al pensar que sí podría ser una excepción y que su instinto le jugaba una mala pasada, pero borró ese pensamiento porque Doppio no podría con él, aunque se esforzara. Ya no era el físico sino la experiencia. Fiarse de alguien era lo último que haría en su vida, y ya lo estaba haciendo sin querer.

- Jefe. - El silenció se quebró con la llamada del chico. Éste le observó y él le devolvió la mirada. - Necesitas descansar.

- Descansaré cuando quiera.- zanjó.

- Jefe, escúchame. - su voz sonó más dura de lo que quería. Diavolo le observó atónito y Doppio tembló amte ello. - ...Quiero decir, te recomendaría descansar, aunque sean unos minutos.

- ¿Has acabado? Ahora me vas a escuchar tú a mí. - contestó molesto.- Estamos en guerra con la Cosa Nostra y tenemos a un traidor con nuestro objetivo, ¿Te parece poco para tomarme unas vacaciones?

- Jefe, lo...

- ¡Cállate! Déjame trabajar.- finalizó Diavolo. Doppio guardó sus ganas de gritar, transformando toda esa rabia en un suspiro sonoro. El Don volvió a abrir el ordenador. Doppio tenía razón, tenía la vista muy cansada, no podía mantener la mirada a la pantalla a penas diez segundos. Chasqueó la lengua en forma de resignación, eso le había dolido en el orgullo. Apartó el ordenador y se centró en los papeles. Los veía borrosos. Doppio se percataba de todo y tarareó para sí, victorioso.

- Eres el Don de la Mafia más influyente de toda italia, y tal vez del mundo. - el pecoso rompió de nuevo el silencio. - Tienes miles y miles de personas a tus pies, tanto policías, como jueces, tanto civiles como prisioneros. ¿Por qué no repartes tu trabajo?

- Es más complicado de lo que parece. No deben de saber nada de todo esto.

- Que no lo sepan entonces, miente. - Diavolo observó al muchacho, quien parecía tranquilo para la situación tan estresante. - Diles que necesitas encontrar a Polpo porque, no sé, porque necesitas que vaya a x zona y no lo encuentras.

- Me has desobedecido, te ordené silencio.- recalcó.

- Soy totalmente consciente de ello, Jefe, pero llevar tú todo el trabajo me parece injusto e ilógico, con el debido respeto. Hay muchas personas a tu disposición, si no quieres que te vean no lo van a hacer. - suspiró, buscando palabras que puedan convencerle.- Jefe, todos cuando entramos en Passione te juramos lealtad, juramos responder y obedecer a cada palabra, cada onomatopeya que saliera de tu boca. Creo que nadie va a traicionarte, ahora que estás en la cima del Imperio. - el mayor siseó con eso último, con gracia.

- Dime, Doppio, ¿Qué ocurrirá si me traicionan?- Doppio tornó su rostro a uno serio y lúgubre.

- Me encargaré personalmente de que eso no suceda, Jefe.

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora