Línea muerta (DiaDopp +18)

¿Por qué debería de fiarme de tí?

- ¡Déjeme a mí, señor!
- Aquí ya puedes llamarme Jefe. Me haces sentir mayor.
- Lo siento mucho, Jefe.

Doppio se encontraba en la cocina, preparando algo para cenar. Hablaba con su superior en voz alta para que éste pudiera escucharle, ya que el hombre se encontraba en el salón, leyendo un libro que se había encontrado en uno de los estantes de la casa. No hubo mucha interacción, pues el invitado ordenó al pecoso a callar, quería concentrarse en la lectura.
Normalmente Doppio solía coger lo primero que entrara por sus ojos y con eso bastaba, pero esta vez era muy distinto, pues tenía invitado (algo para nada común, debido a que Doppio era un chico bastante introvertido en ese aspecto), su Jefe. Se esmeraba en hacer todo perfecto, una cena bien lujosa y de buen ver. No podía salir de casa y dejar a su superior esperando a que comprara la cena, por lo que se limitó a tomar lo que había en su despensa: ensalada capresse como antipasto,Spaghetti alla Carbonara como principal, acompañado de Ciabatta (pan típico italiano) y pequeñas porciones de pizza de masa muy fina. Para finalizar, Doppio guardaba tiramisú.

Preparó la mesa él sólo mientras su jefe apartaba la vista del libro para observar desinteresado cómo Doppio colocaba todo en orden. No es que le interesara la cocina, es que no tenía confianza ninguna con ese chico, no sabía si podría envenenarle o apuñalarle por las espaldas mientras leía pacíficamente. Era de saber que Doppio ha sido leal a toda palabra que él musitaba, pero Polpo también era así. Ya ha cometido muchos errores, no dejaría escapar ninguno más.
El pecoso terminó de preparar la mesa y cruzó miradas con su superior. Quería que se sintiera como en casa, pero no sabía cómo actuar. Sonrió levemente invitándole a cenar, notablemente nervioso. El hombre cerró el libro y lo dejó cuidadosamente a un lado, levantándose del sofá.

- ¿Dónde está el cuarto de baño? Quisiera lavarme las manos antes.- pronunció el Jefe, esperando una respuesta de Doppio.
- ¡Claro, tienes razón! - rió nerviosamente- yo ya me he lavado las manos en la coc-
- No me cuentes tu vida, sólo quiero saber dónde está el baño.
- E-el pasillo a la derecha, Jefe.

El Don se dejó guiar, encontrando el baño. Doppio sintió sus mejillas sonrojadas por el bochorno y suspiró avergonzado. En cambio, tomó eso como un reto, ahora sabía que el Jefe tiene un carácter muy complicado, dominante, típico de un jefe. El chico permaneció de pie, al lado de la mesa, esperando a que su superior regresara. Había colocado todo cuidadosamente, acompañado de un Canaletto Montepulciano d'Abruzzo, una clase de vino dulce perfecto para acompañar en las cenas más voluminosas.
El Don volvió y se sentó en una de las sillas. Doppio se sentó después de la orden que el hombre dio y soltó un "¡Qué aproveche!", sonriendo, esperando a que el invitado le devolviera el cumplido. En cambio éste sólo le miró con seriedad, lo que hizo que el ambiente se volviera incómodo. Doppio cogió la botella de vino y echó en el vaso suyo y contrario, esperando una respuesta.

- Jefe, ¿No se le apetece comer?
- ¿Debo de fiarme? - hubo un silencio tenso al pronunciarse.
- ¿Quiere que... Cambie la comida? Y ve como se cocina.
- Come tú primero. Si sigues vivo, como yo.

Doppio tragó saliva, realmente era un hombre duro de roer. No había pensado en que la comida hubiera sido envenenada, no tenía esa idea. Como el invitado ordenó, comió un poco de todo. El de cabellos largos le miraba con atención, sin permitirse a penas pestañear.

- Ya he probado todo, Jefe. Si quiere esperar a que me ocurra algo, está en todo su derecho, pero, con el debido respeto, no va a conseguir mucho.- El hombre suspiró y acercó un trozo de pizza, llevándoselo a la boca. Doppio sonrió y éste hizo un gesto de aprobación.
- ¿Es artesanal?
- Sí, bueno, sé cocinar.- el Don permaneció en silencio, mientras enrollaba el tenedor en los espaguetis. Doppio comió también, de forma mucho más ordenada y controlada que antes.