Nuevos compañeros y Hotel Naples Experience

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Doppio entró al salón. Los rayos de luna se abrían paso entre las cortinas beige, bailarinas al son del viento frío. Todo era tenue, pero Doppio sabía perfectamente qué veían sus ojos ámbar. Y lo que veía, era el infierno desterrado entre esas cuatro paredes.

- ¿Zuchero...?

- Doppio... ¡Doppio!... Secco, ¿de verdad que está vivo? Oye chico, ¡arriba!

Un grito agudo y ahogado se escapó de los labios del joven, llorando y sudando frío. ¿Fue todo una pesadilla? Sí, una de ellas que no dejaban dormir al pecoso, y fruto de ello un par de ojeras profundas adornaban su pálido rostro.
Ahora no había ningún salón a la vista de Doppio, y menos era de noche: el sol resplandecía con fuerza sobre las cuatro paredes de... ¿Un hospital? Eso parecía, pero era muy distinto a las veces que había sido ingresado. Esta vez, la habitación era pequeña, solo para él. La camilla parecía desgastada y el cuarto hedía a humedad. Más que una habitación parecía un baño viejo y abandonado.

Un par de hombres se encontraban en el cuarto junto a Doppio. Uno, el que parecía más mayor, le zarandeaba suavemente, esperando respuesta del paciente. Su compañero se limitaba a observar mientras apuntaba algo que el pecoso desconocía.
Rápidamente Doppio retrocedió y buscó algo con lo que defenderse.

- ¡¿Quién coño sois?!- gritó el menor- ¡¿Qué queréis?!

El peliverde se sobresaltó cuando Doppio trató de quitarse la vía.

- ¡Doppio! O-oye, ¡Escucha tío!
- ¿¡Cómo sabes mi nombre!?- Siguió buscando algo punzante, pero no había nada. El médico trató de calmarle.
- E-eh... ¡Squalo y Tiziano!
- ...¿Qué?- frenó en seco, observando al mayor.
- S-si, eso... Squalo y Tiziano. Los conoces, ¿Verdad?- Doppio asintió, desconcertado. El mayor puso todo su empeño para ser lo más amable posible.- Eso, eso es... S-somos de Passione, compañeros tuyos, tío, de L'Unità Speciale. El jefe nos llamó para curarte.

Y tenía toda la razón, Squalo habló sobre tres compañeros más "que ya iría conociendo", pero nunca se imaginó que de esta manera. Doppio suspiró y tomó una postura mucho más relajada. Sintió un dolor agudo es su pierna y se acordó de la noche anterior y el intento de tomar la caja en el Pink Palace. Todo un fracaso, así fue y así se sintió.
El médico puso una mano consoladora en el hombro del paciente. Sabía cómo se encontraba y que fue una fortuna encontrarle con vida. Para su suerte, los navajazos recibidos no dañaron ninguna parte vital, y aunque fuera doloroso el proceso, pronto estaría dado de alta.

- Chico, está genial verte actuar tan rápido, pero ahora descansa. Mira, Secco estará contigo.- se gira a ver a su compañero, quien ahora hablaba por teléfono. Volvió la vista a Doppio y sonrió, mostrando sus dientes ampliamente.- Me llamo Ciocolatta, ya nos iremos conociendo.

Ciocolatta fue un cirujano astuto en su pasado. Pasaba desapercibido por el hospital y médicos y enfermeros llegaron a admitir la calidad de los trabajos que el peliverde tomaba.
Sin embargo, era un hombre perverso, y hacía sufrir a sus víctimas hasta que llegara la muerte. En él se escondía el fetichismo vampiro más cruel y brutal que cualquiera podría sentir y padecer alguna vez. Adoraba ver a la gente sufrir y morir en ello, en agonía e impotencia de no poder hacer nada por salvarse.
De su compañero Secco se sabe a penas que fue, en un principio, paciente de Ciocolatta.

- Cio. - Alarmó Secco e hizo un gesto hacia la puerta, indicando que debía de marcharse.
- ¡Ah, sí! Gracias Secco. Doppio, me voy al mortuorio, volveré cuando sea. Si te encuentras mal, Secco está para lo que sea. - pellizcó suavemente el rostro de su compañero, para finalmente irse. A diferencia de Ciocolatta, Secco no era un hablador nato, prefería los gestos.

Durante una hora, Doppio estuvo en silencio, pensando en todo lo que sucedió la noche anterior. Secco estuvo sentado, mientras anotaba la mejoría del chico y de vez en cuando le echaba un vistazo.
El teléfono de Secco sonó y éste lo descolgó a desgana.

- ¿Hum?
- Secco.
- ¡A-ah!

Entre balbuceos, Secco habló a penas dos minutos. Se levantó y le entregó el teléfono a Doppio. Le observó extrañado, ¿Para qué quería el teléfono de ese hombre? Lo observó y la llamada seguía abierta en "teléfono oculto". Supo perfectamente de quien se trataba y cogió el móvil. Secco directamente se fue de la habitación, dejando al pelirrosa sólo.

- Soy Doppio
- ¿Cómo te encuentras, Doppio?
- Bien, estoy... Bien.- Pudo escuchar un suspiro al otro lado de la línea.- Jefe, lo siento muchísimo, no pude...
- Lo has hecho muy bien, todo en parte fue culpa mía, fui demasiado terco al dejarme llevar con tal información.- cortó el hombre, esperando a que Doppio se relajara.
- Jefe... ¿Puedo preguntar de dónde sacaste tal información?
- Polpo me la ofreció, pero doy por entendido que nos ha traicionado.

Una traición, es lo último que el jefe quería en esos momentos. Doppio cambió su rostro poniendo una mueca de desaprobación. Siempre sospechó de Polpo, pero nunca se esperó que fuera un topo. Aún así, tenía miles de preguntas pasando por su cabeza, no tenía hueco para pensar en qué hubiera sido su antiguo compañero.

- Doppio. - la voz del otro lado de la línea llamó su atención, eliminando todo pensamiento que le distrajera. - Sigues teniendo la llave, ¿Verdad?
- Sí, jefe, yo... - buscó entre su bolso, y ahí estaba.- la sigo teniendo, jefe.
- Bien, muy buen chico. Vas a ir al Naples Experience, vas a decir tu nombre y te darán la tarjeta de tu habitación. No te preocupes por los gastos, la he reservado yo a tu nombre.- Doppio se extrañó aún más, pero no quería preguntar tanto. En cambio, el Don portaba una sonrisa suave de la cual no era consciente. - Te preguntarás por qué, y por eso he dejado un mensaje en tu teléfono.
- ¿Lo hizo, Jefe?
- Por motivos de seguridad, no te preocupes.
- Hum... Jefe, ¿puedo preguntar una última cosa?- el chico se sentía parcialmente nervioso, no se debía de olvidar que estaba hablando con su superior legítimo. Doppio cruzó las piernas, acomodándose en la cama mugrienta.
- Puedes preguntar, pero no voy a asegurarte que responda.
- Gracias jefe... Verás, lo he pensado antes. El hombre este, Ciocolatta, me ha dicho que tú llamaste para que me llevara al hospital. ¿Por qué, Jefe? ¿Por qué salvó mi vida?

Una risa de parte de su superior estremeció al pecoso. Parecía pasárselo bien.

- Verás, mi Doppio, escucha bien. Porque tú eres el único capaz de hacer esta misión, tú y exclusivamente tú. Nadie puede saber nada de esto, nadie más. Eres el único que se enfrentaría a cientos de hombres sin importar tu vida y nada más, porque eres el único que prioriza su trabajo antes que su vida.

Un sonrojo bastante notable asomó por las mejillas pecosas de Doppio. No porque le haya llamado "mi Doppio", sino por la fe que su jefe ponía sobre él. No sabía que responder, ni siquiera sabia si debía hacerlo.

- Doppio, voy a colgar. Recuerda el mensaje, mejórate.
- Gracias, Jefe, muchas gracias.

Una vez finalizada la llamada, Doppio se apresuró a coger su teléfono. Dejó el de Secco en la mesilla y observó que, efectivamente, tenía un mensaje sin abrir:

En dos días ve al Hotel Naples Experience. Una vez que entres a tu habitación, deja la llave en la mesa más cercana a la puerta.

Una vez que leas este mensaje, bórralo. Te espero en el Hotel.

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora