Ha sido un honor

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Poco a poco los ojos de Diavolo se fueron abriendo, hasta quedar completamente despierto. Lo último que recordaba antes de dormir fue a su Consigliere hablando con él mientras le mimaba con mucho amor. Hablaban de sus gustos musicales, creía él. No sabía de dónde había salido esa conversación, pero fue gratificante, consiguió calmarle. Pero ahora, miraba a un lado y al otro y no había rastro de Doppio, por ningún lado.

- ¿Doppio? - murmuró. Se frotó los ojos e inspiró, levantándose del sofá. Era por la noche, había dormido más tiempo del que quería, pero estaba muy cansado, no pudo resistirse más a la tentación de yacer. Sintió la ansiedad recorrer su pecho, ¿Y si Doppio le había traicionado, haciéndole una foto y mostrándola al resto de mafiosos, revelando su nombre y ubicación? Ante ese pensamiento se levantó con una preocupación que nunca había sentido. Estaba furioso, ansioso. Se odió a sí mismo por dejarse guiar por el niñato ese, como si fuera diferente. Él era como todos los demás, sólo buscan poder y esperan la mínima para traicionarle acabar con su Imperio.
Rabiando de la ira se levantó. Buscó en la cocina sin éxito. Gritó el nombre del pecoso, ordenando su asistencia inmediata. Escuchó unos pasitos silenciosos y pronto se encontró con Doppio.

- ¡Buenas noches, Jefe! - sonrió, pero pronto se le apagó la sonrisa al ver a Diavolo tan enfadado.- ¿Ha ocurrido algo?

- ¿Qué has hecho mientras dormía?- más que una pregunta sonó como una amenaza.- Te conviene ser sincero.

- Estuve una hora aproximadamente sin hacer nada hasta que me aseguré de que estabas completamente dormido, luego te llevé todos tus papeles a mi habitación...-

- ¿Has visto algo de ahí?- cortó.

- No, Jefe.

- ... Continúa.- Doppio inspiró.

- Bueno, que te dejé eso y escuché la canción esa que me dijiste. Me gustó bastante, para serte honesto. Peri luego escuché más y me aburrí, no me parecían lo mismo.

- ¿Has hablado con alguien?

- Sí, Jefe. - Diavolo se tensó.- Hablé con Squalo. Le dije que volví a Cerdeña por motivos que no puedo nombrar.

- ¿Por mensaje o llamada?

- Mensaje.

- Dame tu móvil. - Doppio se avergonzó. Se sintió como si su jefe fuese su padre. Fue a por el móvil y se lo entregó.

Buscó por la galería, a pesar de la vergüenza del pecoso. Se encontró imágenes de Doppio con sus amigos, de fiesta, algún selfie tonto (ahí Doppio ya estaba muerto de la vergüenza), dibujos... Pasó por sus mensajes y leyó toda la conversación con Squalo, y sólo hablaron de bobadas y de Cerdeña. Nada más.

- Hum... - dijo por fin el jefe. Parecía importarle poco la cantidad de estupidez que desprendía el móvil ajeno. - Vale, te creo. - le devolvió el móvil al chico, quien temblaba de la vergüenza. Se percató de ello y tarareó burlón.

La noche pasó casi igual que la anterior: cenaron, Doppio se duchó y hablaron, pero poco más. Llegó la media noche y, a diferencia de Doppio, Diavolo no podía dormir. Había descansado demasiado antes y ahora no pegaba ojo.

Estuvo absuelto en sus pensamientos, en lo complicado que se había vuelto todo para él en un abrir y cerrar de ojos. Como había descubierto a un posible leal y a un posible traidor  le calcomía la cabeza, quería saber que las palabras de Doppio eran reales y honestas, pero la inseguridad siempre acechaba cuando tenía esos encuentros tan cercanos.

Un sonido.

Diavolo se levantó de repente y prendió la luz. Escuchó otro sonido, más fuerte.

- ¿Doppio?- susurró inquieto. Escuchó pasos tras la puerta y se preparó para atacar, tomando lo primero que vio como arma. Se abrió la puerta y, para su alivio era el pecoso. Pero pronto volvió el nerviosismo, cuando pasó y cerró la puerta detrás de él.

- Jefe. - susurró en un hilo de voz.- Necesito que estés en silencio por un rato.

- ¿C-cómo?...

- Shhh... - Doppio se acercó al Don y pudo notar la preocupación del hombre. - Prepara tus cosas, coge solo lo importante y cuando lo tengas, te vas por la parte de atrás de la cocina, que da al jardín.- continuó susurrando. El Jefe decidió bajar la voz también, pero aún ni entendía nada de lo sucedido.

- ¿Qué ocurre, Doppio?

- Jefe, cuando cojas todo vete con el coche que robé hace un par de días. Ten.- le da un revólver y las llaves del coche. - Te vas lo más lejos posible, por favor.

- ¿Qué coño está ocurriendo, Doppio?

- Alguien trata de entrar en casa. Ahora vete, voy a por el malnacido ese.

Doppio se giró aun teniendo la mirada de Diavolo sobre él. Se acercó a la puerta y acercó su oreja a la rejilla para escuchar los golpes. El Don en cambio, tenía más que decir.

- Doppio, este es tu revólver. - interrumpió. Doppio se giró y le dedicó una sonrisa enternecida.

- Sí, Jefe, no te preocupes. Tengo por ahí algo más, ya veré si me da tiempo a coger algo del desván. ¡Ah! Se me olvidaba algo... - se acercó nuevamente al Don. Cuando estaba a escasos centímetros, tomó la mano diestra de su superior, y éste arqueó una ceja.

- ¿Qué haces?

No respondió. Se arrodilló y besó la mano que tenía cogida. Agachó la mirada ante la mirada de Diavolo, quien sonrió sorprendido por los modales. Para finalizar, Doppio agachó la cabeza y soltó la mano del hombre.

- Jefe...  Usted es Passione, usted es mi razón de vivir. Le estaré siempre agradecido por todo, por permitirme servirle y protegerle, por darme la oportunidad de ser su mano derecha, por traerme a la vida nuevamente. Estoy y estaré siempre en deuda con usted.

A Diavolo nunca le habían dicho algo tan sincero y bonito como eso. No encontraba palabras para contestar a tal confesión, no sabía cómo reaccionar. No había esperado la escena y de buenas a primeras, el sabor a despedida le llegó a los huesos y músculos. Tragó saliva, temiendo que su mano derecha falleciera en el intento de protegerle. Eran cosas del trabajo, pero algo de Diavolo no quería separarse de Doppio, no ahora que sabía quién era.
Doppio se levantó y volvió a la puerta. El Don seguía pensativo, extrañado con sus sentimientos. El pecoso abrió la puerta.

- Doppio. - El chico se giró y Diavolo le regaló su mirada más sincera.- Vive. Vive, y vuelve conmigo cuando acabes. Estaré esperando en el coche, si al alba no regresas, lo tomaré como que has muerto y marcharé.

Doppio asintió y se fue. Diavolo suspiró y rápidamente tomó los papeles y el portátil, guardó todo en una mochila y se vistió. Una vez que le echó un último vistazo a la habitación, asegurándose de que no se le olvidase nada, bajó las escaleras en total silencio.

Pudo escuchar a Doppio y a un hombre más pelear con todo lo que hubiera en la casa como arma. En silencio se dirigió a la cocina y pasó por la puerta de atrás. Disimulando tranquilidad, se dirigió al coche robado. Abrió la puerta del piloto, entró y cerró, con el seguro puesto. Suspiró amargamente y dejó caer su cabeza en el volante. Apartó los mechones de cabello que molestaban y esperó al alba.

- Vive y vuelve a mí, Doppio. Por favor...

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora