Hasta que no puedas más. (+18)

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Diavolo pudo sacar algo bueno de esa semana en la que Doppio estuvo ingresado. Y es que, a pesar de las ojeras notables del Don debido a la falta de sueño, había aprendido bastante de su Consigliere. Y eso mereció mucho la pena. A los tres días Doppio se sentía más espabilado, más activo, más él. Ya no necesitó a penas los calmantes, tan solo una bolsa de suero cada 12 horas.

- ¿Y cuál es tu comida favorita?

- Humm...- Doppio pensó. - Soy mucho de postres, tal vez la Panna cotta o el pudding de nueces.

A Diavolo esas tonterías no le importaban, pero sí las tenía en mente. Supo que a Doppio le gustaba jugar al bádminton, además de que estaba muy interesado en la literatura y la psicología, entre tantas cosas. Se sorprendió con que su Consigliere hablaba cinco lenguas (italiano, inglés, español, francés y japonés) con cierta soltura, y que sabía tocar la guitarra. Todo eso, entre muchas cosas más. Se hizo un rutina el conocer más el uno del otro, ahora que no podían hacer nada.
Doppio ya sabía algunas cosas del jefe, pero muy pocas en comparación a todo lo que aprendió en esos días. Analizándolo bien, el Don, o más bien Diavolo, era un hombre curioso, competitivo e increíble paciente cuando el estrés no le atacaba. Era sutil con los detalles, y le sorprendió la cantidad de pequeñas cosas que hizo por él durante todo ese tiempo, sin decir nada, sin buscar nada. Para Doppio todo fueron buenas impresiones y lindas sorpresas de parte de Diavolo. Realmente podría ser una buena persona fuera de la mafia. Si antes le gustaba, ahora podía confirmar plenamente de que estaba enamorado.

Diavolo hizo una rutina el tomar de la mano a su Conseglire antes de dormir. La noche era fría y no tenía sábanas para taparse, todas se las dió al pecoso, pese a las insistencias. Si uno de los dos caía enfermo, que no sea Doppio, él ya ha padecido bastante.
Da igual, la mano de Doppio siempre transmitía calor, además de ser suave al tacto. Era más pequeña que la mano del Don, algo que agradó a la hora de sujetarla, era más cómodo así. Aunque no era mucho para el frío de la noche, a Diavolo le bastaba.

Otra cosa que Diavolo aprendió fue a bañar a un paciente con vías, lleno de quemaduras y cortes. El cuerpo de Doppio estaba hecho un trapo sucio, pero era gratificante ver cómo las heridas poco a poco se cerraban, aunque algunas dejaron cicatrices.
Los primeros días Doppio se quejaba y retorcía en la bañera, pese a las insistentes órdenes del Don para que se dejara. Poco a poco se volvieron solamente muecas y quejidos, y ya de última, silencio.

Doppio no era tan obediente como Diavolo lo esperaba, a todo esto.

Tal vez fuera la confianza, pero Doppio, a menos que fuera una misión importante, solía cuestionar las órdenes que el Don mandaba. Ese detalle no le gustó ni un pelo a Diavolo, ¿Quién se creía que era para plantarle cara de esa forma tan ridícula? Espera, que ya sabía la respuesta: su Consigliere. Diavolo no estaba acostumbrado a tener a alguien tan cercano a su puesto y que le diera el derecho a aconsejarle tanto. Doppio se tomó su cargo al pie de la letra, entonces, y eso poco o nada le gustaba al Don.

Finalmente, el día del alta llegó. Uno de los médicos del hospital habló con Doppio sobre las medidas de precaución que tendría que realizar durante cinco días más (reposo, comidas blandas, hidratarse mucho...). ¿Quién en su sano juicio le echa cuenta a los médicos? Doppio no haría nada de ello, ya no le dolía nada y lo único que quería es vivir la vida tal y como la ha ido llevando. Necio el médico, le dice a un mafioso que se esté quieto.

Doppio pudo ponerse la ropa sin problema alguno. La costilla ya no le dolía en absoluto, se sentía genial volver a estar como nuevo. Diavolo esperaba paciente a que se vistiera, y cuando lo hizo, marcharon del hospital. Por fin aire fresco, libertad adquirida.

Diavolo y Doppio pasaron el día por las calles de Roma.

Ya sea buscando un hotel o alquilando un coche nuevo, comprando ropa o tan solo viendo los escaparates. El día era perfecto para salir y no lo desaprovecharon en absoluto.
Doppio se compró una sudadera negra y unos pantalones vaqueros rotos. Ambas prendas eran bastante cómodas y pensó en que podría ponérselo más a menudo, en vez de su crop top lila, que ya comenzaba a hacer algo de frío para ello. Diavolo no compró ropa, pero sí optó por gastarse el dinero en eyerlines de distintos colores y pintalabios a juego, nuevamente, bajo la desaprobación de los dependientes al probarse cada cosa antes de pagar.

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora