Estoy contigo, iré a por tí (p. 2)

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Blanco.

Todo en esa habitación era blanco: las cortinas, las paredes, el suelo... Todo se teñía del mismo vacío de colores. Incluso la ropa, la televisión y la camilla, todo parecía estar hecho para resaltar cada mota de color al máximo.
Diavolo también vestía de blanco, pero él no recordaba haber llevado esas prendas aquella noche. No al menos hasta que su consciencia se esfumó en el incidente.

- ¿Qué...? - poco a poco fue abriendo los ojos. Sus pupilas se dilataron al contraste de la fría luz, y tuvo que esperar unos segundos a acostumbrarse a ella. Jadeó en un voz ronca y molesta. Le dolía el cuerpo entero, pero sobretodo se sintió como si las sábanas fueran cemento y se estuviera pegando a ellas. El cansancio golpeaba fuerte, pero el dolor le mantenía despierto.

Una vez acostumbrado a la luz artificial, tuvo las ideas claras.

- Doppio. - su garganta se hizo un nudo. Ayer fue el único testigo de cómo una banda enemiga cargaba el cuerpo de su Conseglire, hasta Dios sabe dónde. ¿Qué le harían? ¿Seguiría vivo o ya han acabado con él? Ese pensamiento erizó la piel del hombre,  quien se encontraba en el centro de la tormenta. Hizo el amago de levantarse de la camilla en la que estaba tumbado, pero su cuerpo no reaccionó como esperaba.

- ¡Señor! - una mujer vestida de blanco se apresuró a ayudar a Diavolo. Se había tropezado y finalmente caído. Las vías no se soltaron, pero sí se removieron, lo que fue una sensación dolorosa y muy molesta. - Señor, no puede levantarse de la camilla. - la mujer, con mucho esfuerzo, ayudó al Don a tumbarse. Diavolo resopló y el sentimiento de impotencia se acumuló en su garganta.

- Disculpe, pero tengo que irme. Tengo asuntos importantes que arreglar.

- Se irá en cuanto esté bien, en unos tres días más o menos. - ¡Imposible! Cada minuto es oro cuando tu único ser querido está atrapado luchando por su vida.

- Tengo derecho a darme de alta voluntaria.

- Sí, la tiene, pero tengo que advertirle de las consecuencias que traería a su cuerpo. Ha sufrido una gran cantidad de sangre y le hemos hecho una transfusión de urgencia. Además presenta contusiones por todo el cuerpo. Si pide el alta hospitalaria podrá mejorarse tranquilamente en casa, pero será un proceso doloroso. Ahora mismo está siendo tratado con suero y le calma el dolor.

A Diavolo se le caía el mundo encima, si quería ir a buscar a Doppio tendría que sufrir las consecuencias, y él no era un masoquista para quedarse en casa agonizando de dolor.

- ¿Y mis cosas?- la mujer señaló a un estante. Lo único que había ahí, a parte de todos los informes arrugados, era el bolso de Doppio. Al verlo, Diavolo casi entra en pánico tras recordar la escena en la que se llevaban a su mano derecha.

- Ha sufrido un choque frontal contra un coche kamikaze, señor Solido. Perdió mucha sangre y le hemos realizado una transfusión de urgencia. Ahora deberá de descansar, por su bien...

La mujer sonrió, tratando de calmar a un Diavolo notablemente intranquilo. El Don le devolvió la sonrisa de manera fugaz, su cabeza no estaba para descansar en esos momentos, tenía que buscar una manera de salir de ahí.
Pero entonces recordó que tenia a miles de subordinados bajo su mando. Vale, no podía comentarle a nadie el origen de la misión, ¿Pero eso era necesario? Con tal de que Doppio llegara con vida, todo lo demás era suficiente.

- Señor Naso. - la enfermera libró a Diavolo de sus pensamientos.- La policía quiere hablar con usted. Por lo visto fue encontrado en el asiento de copiloto con el cinturón de seguridad. ¿Había alguien con usted? - la mujer sabía perfectamente la respuesta, pero, por curiosidad, quería saber la respuesta del Don.

Línea muerta (DiaDopp +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora