Prefacio

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El único sentido oculto de las cosas  
es que ellas no tienen sentido oculto alguno.

Fernando Pessoa


Y la vida, del mismo modo, tampoco lo tenía. Al menos eso concluía Hyukjae siempre que se ponía a reflexionar sobre ello.

La desesperanza y la miseria habían llegado a su vida muy pronto, causa de ellas todo a su alrededor se volvió caótico. El despido injustificado de su padre y la bancarrota que lo precedió colocó a su familia en una situación realmente complicada. No tuvo que pasar mucho tiempo para que la escasez de dinero los alcanzara, aquellas cosas que Hyukjae siempre consideró básicas, de pronto se convirtieron en un lujo; la mudanza tampoco se hizo esperar y pronto terminaron metidos en una casa lúgubre, en un lugar igual de desolado que su futuro.

Creció en uno de los barrios más marginales de la capital, a expensas de todos los males y de todas las carencias. A pesar de eso, intentó ser el mejor, cada día, siempre, en todo; su única meta era retribuir a sus padres todo el esfuerzo que habían puesto en sacarlos adelante, a él y a su hermana. Aquello se había convertido en una tarea realmente épica, hubo días en que pensó que ya no podrían más, sin embargo, siempre había algo que los levantaba y los incitaba a resistir.

Hyukjae destacó en la escuela apenas puso un pie en ella, una profesora se percató del genio y del gran potencial que guardaba, pero la falta de recursos no le permitieron explotarlo más allá. Luego de una larga travesía, cuando inició la escuela media, comenzó a buscar un trabajo, no obstante en todos y cada unos de los sitios donde puso un pie le negaron la entrevista, por lo visto su ropa de segunda mano no daba una buena impresión. Las pocas veces que logró superar ese filtro era rechazado a penas leían la dirección de dónde provenía. Ser una persona responsable y con muchas ganas de trabajar nunca fueron suficientes.

Aquellos rechazos lo incentivaron a esforzarse mucho más (si es que eso era posible), luchó con todas sus fuerzas y probó, a través de todos los medios, reivindicarse, sin embargo, no lo logró. En su pecho comenzó a formarse un resentimiento particular; sin querer comenzó a odiar a todos los que sin escuchar razones solo lo juzgaban, a pesar de no conocerlo de nada, ¿cómo era eso posible?

Un día iba de regreso a su casa, cabizbajo, afligido y decepcionado de todo, cuando unos sujetos fornidos le pidieron que participara como testigo de un simple volado. Esos hombres con pintas de matones estaba tomándose muy enserio el cara o cruz; el que se declaró ganador del cartón de cerveza apostado sonrío satisfecho e inmediatamente las repartió entre todos los asistentes, Hyukjae aún era menor y por ello, sin preguntarle siquiera, le pusieron un refresco de naranja en las manos, mientras lo incluían en una plática sin sentido que borró, casi de inmediato, todo su mal humor.

A los 17 años era realmente fácil dejarse impresionar por sujetos con cigarrillos en la boca y un amplio conocimiento en apuestas, sin mencionar a todos aquellos que le daban comida, bebida, incluso caramelos, sin pedirle nada a cambio, sólo porque les caía bien.

En otra ocasión iba de camino al puesto de verduras, su madre tenía un grave resfriado y no podían permitirse las medicinas, su única opción eran los remedios herbales y caseros, guardaba la esperanza de que, con ellos, todo se solucionara lo más pronto posible. Uno de los sujetos aterradores lo vió y lo invitó a reunirse con ellos, después de explicar por qué no podía, regresó a casa con el doble de cosas que pensó comprar, además de un amplio surtido de jarabes y medicamentos contra la gripe.

Así fue como Hyukjae entendió que su lugar, quizá, se encontraba allí, entre ellos. Todos esos hombres desaliñados y con pinta de criminales lo habían ayudado de muchas formas y ni una sóla vez lo habían juzgado o señalado por simplemente ser un muchacho vulnerable.

EMPTY [EUNHAE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora