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Estaba apoyado en el ventanal de mi habitación que daba al patio trasero, mirando a Minka y a Nadzia jugar

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Estaba apoyado en el ventanal de mi habitación que daba al patio trasero, mirando a Minka y a Nadzia jugar.

Me fijo en la hora que es en el reloj que tengo en la pared colgado, hace más de diez minutos, todavía no ha venido a por mí.

Unos suaves golpes en la puerta, hacen que despegue la mirada de donde se encontraba situada para ponerla en la persona que estaba ingresando a mi habitación. Cibor.

—Vamos, no hay tiempo que perder.

—¿A dónde vamos? Se supone que tengo que esperar a Dyzek —no sé porque tengo la manía de hablar antes de que me expliquen las cosas.

—Creo que la maquinaria de tu cerebro anda un poco oxidada. Deja de pensar por un rato, nos encontraremos con tu padre en unos minutos —murmuro algo más, que yo no alcance a escuchar. El me ve que quiero decir alguna bordaría y me corta —, como digas algo estúpido, haré oídos sordos —refunfuño indignado.

—Muévete que tenemos que marcharnos —Cibor no se ha movido de la entrada del cuarto. Y yo echo un último vistazo a fuera, mientras que una sonrisa ladeada me aparece en mi cara. Por fin despego la mirada del ventanal para salir de la habitación, ya que no tenía ninguna otra opción.

—¿No me vas a decir a dónde vamos? —intento de nuevo saber la respuesta a esa pregunta, pero no consigo una.

—No seas impaciente, muchacho. Aprender a no ser tan ansioso.

Afuera nos esperaban Rafal, al lado del coche que ya había ido en más de una ocasión. Me abre la puerta para que yo entre dentro y lo hago. Atrás, en otra camioneta, iban Gawel, Lech, Miloslaw, Witold y Filip, mis guardas espaldas.

Una vez yo dentro del coche, Rafal cierra la puerta dejándome solo ahí. ¿Y Cibor? ¿Ira en otro coche?

La puerta del piloto se abre y entra por ella Rafal, cuando se acomoda en el asiento, mira en mi dirección.

—¿Listo? —yo niego.

—¿Cibor no viene en este coche?

—No, él va con sus hombres de confianza.

—¿Yen vosotros no confía? —mi boca habla antes de pensar lo que estoy diciendo.

—Por todo el respeto que te tengo en tan poco tiempo, me mantendré callado, no diré una palabra.

Rafal arranca el coche y pone inicio al camino. No sé a dónde os dirigimos ya que nunca me lo dicen. La verdad que no entiendo por qué no me lo dicen. No voy a decirle a ningún desconocido que pase enfrente mío. A parte... ¿Qué les diría? N hay nada que contar que le interesaría a un desconocido.

Voy mirando por la ventanilla del coche, el paisaje que está delante de mis ojos, montañas y más montañas. Giro mi cuerpo para mirar los coches que supuestamente nos seguían, pero detrás nuestro no había nadie.

El mundo de ZarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora