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Hoy extrañamente, me desperté por sí mismo

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Hoy extrañamente, me desperté por sí mismo. Cuando Minka entro ya estaba vestido, y dispuesto a salir del cuarto. La cara de sorpresa de ella fue para enmarcar en un marco. Nunca me suelo despertar antes de la hora, es más, me despierto mucho más tarde, y levantarme me cuesta incluso más.

Entro por la puerta de la cocina y todos los ojos reposan en mí, sus caras de perplejidad me hacen soltar una larga carcajada.

—¿Y ese milagro bello durmiente? ¿Te has caído de la cama? —el comentario de mi padre hace que todos riamos. Sin excepción de nadie.

—Te has levantado chistoso, papá —paso por su lado y le doy unas palmadas en su hombro.

Todos los presentes tenían su desayuno en frente de ellos, en la mesa, y yo tendría que esperar a que bajara Minka.

—Hijo —llama mi atención, Dyzek —. Tienes manos y piernas, ¿no? —Asiento algo confundido —, pues por una vez en tu vida, haz tu desayuno.

Ya me había sentado en una de las sillas para esperar a que viniera la cocinera más entusiasta que había conocido en mi vida; en realidad solo había conocido a una cocina en toda mi corta existencia, y ella era Minka.

Y como nunca faltaban algún bufido de parte mía, bufé, haciéndole caso a mi padre.

—Buen chico —lo mire con el ceño fruncido.

—No soy tu mascota Dyzek.

—Me habré confundido, por el bufido que acabo de escuchar —si querían que hoy estuviera de buen humor, la acaba de pifiar mi padre con sus chistes baratos.

—Hoy te has levantado con un muy buen humor —pongo una media sonrisa. ¿Y si le saco de quicio?

—¡Sí! Y tú no vas a cambiarlo —se pone algo serio.

—Ya veremos —digo bajito, para que no me oigo lo que acabo de susurrar, pero fallo, lo ha oído.

—Te he escuchado Zarek Chlebek. Estas advertido —me señala con el dedo índice.

—Si su majestad —digo con diversión, haciendo una reverencia.

De mientras, me voy haciendo mi desayuno a mi desayuno. Una vez tenga todo listo en la mesa, me siento y empiezo a devorar todo lo que he preparado.

—Hijo...—Empieza la advertencia. Antes que diga algo más, lo corto.

—Déjame ser papá.

—Malhumorado eres un rato —me intenta fastidiar, de nuevo, y lo consigue.

—¡Basta ya! —mi padre pega un chillido que hace callar a mi padre. La miro sorprendido —si no quieres que tu hijo te moleste, no hagas que se enfade, con motivos que son bastantes obvios.

—¿Cómo se siente ser regañado como un niño pequeño, papá? —ahora es mi turno. Mi madre me da una mirada de enfado absoluto, y hago un gesto de que me voy acallar. ¡Da miedo!

El mundo de ZarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora