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A estas horas tan tempranas de la mañana, me encontraba sentado en la que se había convertido en mi butaca favorita, mis brazos, descansaban en los antebrazos de esta

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A estas horas tan tempranas de la mañana, me encontraba sentado en la que se había convertido en mi butaca favorita, mis brazos, descansaban en los antebrazos de esta. La mirada la tenía fija en un mueble de madera, que dentro contenía una gran colección de tazas. La ventana que tenía a mi izquierda se encontraba abierta, y eso hacía que el viento que este día estaba haciendo, moviera mi pelo revoltoso, despeinándolo aún más de lo que ya estaba.

Este día amaneció con el cielo cerrado, las nubes estaban de un color gris oscuro, que avecinaba lluvia y tormenta, las hojas de los árboles se sacudían de un lado al otro. Alguien entro al cuarto, pero no le preste atención en lo absoluto. Aso por detrás mío y directamente fue a cerrar la ventana. Yo como siempre soy como todo el mundo y me encanta la negatividad y la palabra no, reclame al no sentir la brisa del viento.

—Deja la ventana abierta, Minka —sé que era ella por los pasos tan cautelosos que daba al andar.

—Te vas a resfriar, luego tendremos que cuidar del enfermo por su falta de inteligencia, genio —no me gustaba escuchar verdades como puños, pero ahí estaba ella para decírmelas, todas y cada una de ellas. Gruñí —aunque gruñas, seguiré teniendo la razón —hace una pausa corta para después seguir hablando — ¿Entones qué? ¿Abierta o cerrada?

—Cerrada —hable entre dientes, sin casi mover los labios —Antes de irte, quiero preguntarte algo...

Creo que me lee la mente, ya que me responde lo que quiero saber al instante en que dejo la frase a medio terminar.

—No, tus padres no se encuentran en un buen estado, los han llevado al hospital más caro de aquí de Detroit, Cibor no hace casi nada más que salir y entrar de la casa, y no es que de noticias de las que nos alegren los días, todavía no sabemos lo que les ha podido suceder. Tu madre sigue ida, mira siempre a un punto fijo, balbucea algunas incoherencias, y vuelve a quedarse callada. No sé quién habrá hecho esto, pero ellos no volverán a ser los mismos, y tu madre ha sido la peor perjudicada de los dos —con cada palabra que decía, me quedaba alucinado. A mis padres no les podido suceder esto, ello son los que me han criado desde que era un bebé. Todavía no he habado con nadie, ni he querido saber qué pasos con mis padres biológicos, y creo que no estoy preparado para saberlo, aún —. No te han prohibido ir a verlos Zarek, si tienes tantas ganas de saber de ellos, ten las agallas de visitarlos.

Ella sale del cuarto sin decir ninguna palabra más, y yo sigo en la misma posición en la que me encontrara, antes de que se adentrara en el cuartucho.

No tuve mucha tranquilidad, cuando la puerta se abrió por segunda vez, La persona se adentró dentro de la estancia pequeña, pero a la vez acogedora y se plantó delante de mí. Mi bisabuelo, Cibor Chlebek. Lo que faltaba era que me sermoneara.

—Vístete —dice serio. No me muevo, ni subo la mirada para mirarle. Seguro que está furioso —. ¿No me has oído chico? ¿Quieres que golpeé tu trasero como si fueras un niño pequeño desobediente? Si quieres lo hago —hace una pausa, dejando salir todo el aire que tenía acumulado en los pulmones —. ¡Mírame, maldita sea! No seas tan cobarde de agachar la mirada. Levántate de ese asiento, y ve a vestirte en este momento, no te lo repetiré de nuevo. ¡Ya! —agrego en cuanto vio que no le obedecía.

El mundo de ZarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora