Me bajé primero del coche y fui hasta el otro lado para ayudar a Marco a hacer lo mismo, aunque claramente él me decía "puedo hacerlo yo solo". Bullshit. Casi se cae de culo la primera vez, así que acabó cediendo y aceptando mi ayuda. Se quedó mirando la casa, aunque no creo que sea algo que le llame mucho la atención, quiero decir, él seguramente también tiene una buena casa.
––Pensé que eras como la gente de clase media... ––dijo sorprendido.
––Difícil. Papá trabaja administrando y dirigiendo hoteles, los Four Seasons estos y mamá... ella está en relaciones internacionales, en verdad no sé lo que hace. La cosa es que casi nunca están en casa y siempre viajando de un lado para otro ––abrí la puerta con las llaves y esperé a Marco entrara.
Nada más entrar se escucharon más de un grito de Mario desde cualquier lugar de la casa, pero se apreciaba que estaba gritando con ganas y a verdadero pulmón. Marco me miró confuso, pero yo le hice un gesto para que no se preocupara y para que se olvidase de ello.
––¡Alana, me cago en la ostia, tu madre lleva llamando a casa toda la puta mañana! ¡Pero claro como la niña decidió irse, no pudo hablar con ella! ––le sentí bajar por las escaleras, Ana salió por la cocina gritándole que vigilase su lenguaje ––¡Y encima se permite el lujo de no contestar al teléfono y...
Mario se quedó al final de las escaleras, mirando hacia mí, aunque puede que estuviese mirando más bien a Marco. Sinceramente, era algo que no me importaba en este momento, miré a mi amigo y le vi algo shockeado también, pero tiré suavemente de él para que me acompañara hasta el salón para que pudiera sentarse. Ana vino hasta el salón también y nos preguntó si queríamos algo, le pedimos dos Colacaos, antes de volver a la cocina me pidió que llamase a mi madre en cuanto pudiera.
––Entonces... Tu primo, es ese ––dijo señalando a Mario con la cabeza.
––Desgraciadamente... ––volví a mirarle ––¿Qué?
––¡Por qué no me dijiste que tu primo era Mario Hermoso! ––gritó susurrando.
––¿Acaso es un dato relevante? Si es un paquete.
––Me da igual si es un paquete o no, la cosa es que le conozco. Hubiese sido un puntazo saber que a quien me había pasado horas insultando conmigo, era a él ––se llevó la mano a la frente y negó ––. Eres un caos...
Acabó por reír, lo que me provocó que yo también empezase a reírme. Ana nos trajo las bebidas y se sentó con nosotras a charlar un rato, fue entonces cuando se enteró que Marco era el chico que había conocido en el hospital y al que siempre visitaba con Antonio. Mi perro apareció por el salón y le cogí en cuello mientras intentaba quitarle el juguete que tenía en la boca. Mario apareció por el salón y me tendió un sobre, le miré antes de cogerlo, luego se sentó en un sillón él solo y se puso a mirar el móvil. Abrí el sobre y había dos entradas, las saqué del mismo y las miré bien.
––¿Qué es esto?
––Se llaman entradas, es lo que usas para entrar a un partido ––me dijo haciéndose el listo y por consiguiente le lancé un cojín, pero porque no encontré un ladrillo.
––Se lo que son unas entradas, imbécil. Reformularé la pregunta, ya que los cabezazos que le pegas al balón parecen haberte anulado las neuronas ––Ana me dio un pequeño golpe en la pierna ––. ¿Para qué quiero las entradas?
Mario resopló y puso los ojos en blanco.
––Desgraciadamente, tu madre no quiere que te quite el ojo de encima, eso quiere decir que me obliga a llevarte a los partido y que te obliga, a ti, a ir ––Marco cogió y miró las entradas ––. Vas a ir con Ana, estaréis en el palco con Ainhoa.