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Observaba desde el sofá del salón de Marco cómo Mario y Saúl conversaban en el jardín, lejos de nosotros. El de Elche dirigía miradas en mi dirección y yo no podía evitar sentirme nerviosa, Saúl era una persona que me importaba y no me gustaría, por nada del mundo, que cambiase su opinión sobre mí. Mario le dijo algo antes de mirar hacia el interior de la casa, luego empezó a caminar hacia nosotros.

—Habla con él.

Me lo dijo de manera muy ruda, miré al suelo brevemente y salí para hablar con el jugador. Saúl estaba de brazos cruzados dando vueltas sobre sí mismo, yo me quedé en silencio esperando que él fuese el primero en decir algo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —me preguntó.

—¿Cómo quieres que te diga algo así? No quería... no quería que el único chico que me había interesado desde aquel día me mirase como escoria.

—No creo que te hubiese mirado así. Pero... sigo pensando que deberías habérmelo dicho —bajó la mirada al suelo —. Me da la sensación de que me hecho ilusiones para nada.

—No eres el único —Saúl se acercó y pasó su mano por mi mejilla —. De verdad pienso que podríamos intentarlo. Pero no ahora... —miró a Mario, serio en el interior —Sé que no nos van a dejar estar juntos, quiero aprovechar todo el tiempo que pueda...

Asintió levemente, me cogió del cuello y juntó su boca con la mía. Me cogí de sus brazos y le devolví el beso, no porque me sintiese obligada a hacerlo, sino porque el chico me gusta. Saúl se separó y besó mi frente, caminó hasta la casa y se despidió de todos menos de Mario.

—¿Todo bien? —preguntó Noa acercándose junto a Irene.

Asentí y me senté en la hamaca que estaba a mi lado. Miré a Mario en el interior, sentado en el sofá mientras hablaba desquiciado y Marcos y Marco le intentaban, seguramente, calmar. Le observé bien, pero cuando me quise dar cuenta no estaba respirando como debería, me llevé la mano al pecho. Noa e Irene intentaban conseguir que me tranquilizase, pero no les estaba saliendo la jugada como querían. Me levanté de la hamaca, me estaba poniendo muy nerviosa, no me podía mantener quita mucho tiempo.

Antes de que pudieran evitarlo, me caí de golpe al suelo, viendo como Mario se acercaba corriendo.

ϮϮϮϮ

Me desperté lentamente, las luces me deslumbraban, las paredes me resultaban demasiado brillantes y las sábanas muy toscas. Me llevé la mano a los ojos para taparme un poco, noté algo que me molestaba y la miré. Tenía puesta una vía... Tardé un poco en ser consciente, pero luego miré a mi alrededor y empecé a maldecir. Estaba de nuevo en un hospital. Miré el reloj, las diez de la mañana. Volví a llevarme la mano a la frente, de nuevo algo me molestó, esta vez cerca de la ceja, tenía una pequeña venda puesta. La puerta de la habitación se abrió y Ana fue la primera en pasar, acompañada de Noa y Marcos.

—Su tío dice que igual no despierta hasta mañana... —Ana enmudeció al verme despierta —Voy a llamar al médico.

Noa se acercó lentamente con Marcos a su lado. Estiré los brazos y me abrazó, luego Marcos hizo lo mismo.

—¿Qué ha pasado? —tosí, tenía la garganta seca y apenas me salía voz.

Noa se quedó callada, luego miró a su novio para que le echara una mano.

—Tuviste una crisis... —Noa me cogió la mano —Ayer estuviste todo el día con respiración asistida. Estuviste día y medio con ella.

Pasado ¿pisado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora