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Nuestro regreso a Madrid fue tranquilo, o al menos eso quise pensar yo. El rostro ofuscado de Mario no desapareció en todo el vuelo y no sabía si había hablado con Marcos de nuevo. Me parecería de lo mas infantil el que no lo hiciese, pero tampoco me iba a meter en su relación porque bastante tengo yo con la mía como para andar metiéndome en otras.

—¿No han vuelto a hablar? —le pregunté a Noa mientras íbamos hacia el estadio.

Los chicos habían estado entrenando los últimos dos días para el partido contra el Valencia. No tenía muchas ganas de ir al partido, pero Noa había conseguido convencerme. Me senté en el asiento de golpe, miré el móvil y me fije en que esta vez nadie vendría a acompañarnos al palco. Mario era titular y Marcos estaba en el banquillo.

—Hoy al menos juega Mario —me dijo Noa bromeando debido a las constantes ausencias de Mario en el campo.

Rodé los ojos ante su "broma". Tampoco me interesaba mucho quien jugase o quien no, no tenía ánimos, no tenía ganas de partido. Quería estar en mi cama, con mi perro y mis mantas viendo la televisión. Apoyé los codos en el muro de delante y recosté la cabeza en ellos.

—¿Estás segura de que te encuentras bien?

—No. No me encuentro bien.

Llevó su mano a mi frente, pero no dijo nada. El ruido solía molestarme bastante, pero lo cierto es que en estos momentos me daba bastante igual, porque mis ojos se iban cerrando poco a poco. Sentí un apagón y abrí un ojo, la mierda esta que hacían siempre del apagón y las luces giratorias acabó con mi paciencia, ni siquiera el partido había empezado.

Me levanté y fui al baño. Entré en uno de los cubículos y cerré la puerta con pestillo, me senté en el baño y me llevé las manos a la cara. Antes de poder pensarlo, me bajé de golpe y acabé vomitando. Me recogí el pelo una vez se me había pasado y me apoyé en la pared, aún sentada en el suelo. Cogí el móvil, varios mensajes de Noa, pero los ignoré escribiéndole directamente a mi tío. En cuanto me encontré mejor para salir, me miré en el espejo. Tenía las mejillas rojas, daba pena y dolor verme. Me mojé un poco con el agua y volví hasta el palco, saludando por el camino a Alice y a Bea que disfrutaban del partido desde sus palcos.

—¿Todo bien? Te fuiste de golpe —me senté en el asiento de nuevo.

—Sí, sí. Solo necesitaba refrescarme un poco.

Noa me sonrió, aunque no muy convencida. Me volví a recolocar en la misma posición de antes y estoy segura de que me quedé dormida, al menos durante quince minutos. Noa estaba mirando el móvil continuamente, yo estaba más perdida que un bebé sus primeros meses de vida.

—¿Quieres que nos vayamos? No creo que a los chicos les importe. Si te encuentras mal...

No tuvo que decírmelo dos veces, me levanté, recogí mis cosas y ambas nos fuimos al coche de Noa. Me invitó a su casa, ya que mis padres no estaban y no tenía ganas de preocupar a Ana de manera innecesaria, seguramente me habría sentado mal la comida o cualquier cosa. Nada más entrar en su casa, le mandó un mensaje a Marcos, me llevó al salón y me dio mantas, a uno de los perros para acariciarlo y me puso al partido.

—¿Hay que ver el partido? —pregunté tumbándome y abrazando a Marqués.

—Tu novio está jugando, un poquito de por favor —se cogió un tarro de helado y se lo empezó a comer.

—No es mi novio.

—Entonces que es ¿el espíritu santo?

—¿Imbécil? —Noa rio y yo me estiré para quitarle el helado.

Pasado ¿pisado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora