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El siguiente partido que el Atlético tenía que jugar fue contra el Lokomotiv de Moscú. Mis padres se negaron a que fuera a Moscú a ver el partido, por lo que tuve que aguantarme y verlo desde la televisión. Luego vino el del Real Valladolid, de nuevo me quedé en Madrid. Tampoco fue tan duro como me esperaba, Noa estuvo conmigo todo el tiempo, hablando sin parar, por lo que no me centré en el juego. Ana no dejó de traernos cosas para comer, mis padres se habían aislado en una sala aparte que había en la casa, que solían utilizar cuando yo estaba apalancada en el salón.

No había dejado de mirar el móvil desde el día del parque de atracciones, mis padres se iban a ir de "vacaciones" cuando pudiesen. Noa me había comentado sobre el nuevo parón de selecciones, no sabía si Noa y Marcos estarían disponibles, pero me apetecía tener también unas "pequeñas vacaciones". Obviamente, no me apetecía irme con mis padres.

—¿Quieres vacaciones? —me preguntó Ana, acercándose con mi café.

—Quiero desconectar, la verdad... —me bajé las mangas de la sudadera —¿Tienes alguna idea de a dónde se quieren ir papá y mamá?

—No... —seguí mirando por la página los diferentes hoteles —Pero puedo averiguarlo.

Ana sonrió y me acercó el paquete de las galletas. La puerta de casa sonó y Káiser se fue ladrando hacia allí rápidamente, Ana fue a abrirla y por la entrada apareció Mario. Me encogí en mi sitio y me escondí un poco en la sudadera, mi primo saludó a Ana y luego se acercó a la cocina.

—Hola —le saludé bajito.

Me guiñó un ojo y luego dejó un beso en mi frente. Se sentó en la butaca de al lado y Ana le preparó un café. La notificación de un mensaje en el móvil llamó mi atención, miré la pantalla y luego el nombre de Saúl, mala idea.

Me había llevado una nueva decepción, cuando yo pensaba que había encontrado a una nueva patada en el estómago. Saúl había pasado un tiempo bastante raro, pero al final las cosas no acabaron como deberían, todo se había ido al garete igual de rápido que había empezado. Decidimos que las cosas debían quedarse en donde estaban, sin llegar a nada más.

—¿Vacaciones? —preguntó mirando el ordenador.

—Ya que mis padres se van, yo también quiero.

Ambos nos miramos el uno al otro sin decir nada, mi mano estaba encima de la mesa, moviéndose nerviosamente, Mario aprovechó el momento y la puso encima de la mía, entrelazando sus dedos con los míos. Ana nos miró desde el otro lado de la cocina, con sus brazos cruzados.

—No me digáis que estáis de nuevo con eso...

Me deshice de su agarre y escondí mi cara en las mangas de la sudadera. Ana nos miró con una sonrisa que conocía demasiado bien, le sonreí de vuelta y me levanté se la silla, cogí la taza y el ordenador y me fui directamente al salón para seguir con las cosas del viaje. Cogí el móvil y llamé directamente a Noa. Me recosté y esperé a que me cogiese el teléfono, esperaba que no estuviera metida en la cama con Marcos haciendo sus cosas.

—Dime —me dijo de buen humor.

—Vale, Marcos te ha dejado de buen humor. Lo que significa que no me vas a decir que no.

—¿Qué quieres hacer? —miré que Mario venir a sentarse al sofá, a mi lado. Muy cerca, pasando mis piernas por encima de las suyas —¿Alana?

—Eh... Sí, eh... La cosa que I need unas vacaciones. Entonces... You know, mi padre trabaja en los Four Seasons... —no me dejó terminar la oraciones.

—¿Tú, yo Marcos y Mario?

Miré a Mario a mi lado, sonreía mientras miraba su teléfono, luego se estiró y separó mi móvil de la oreja.

Pasado ¿pisado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora