Me desperté cansada, busqué con mi cara la almohada para esconderme en ella y seguir durmiendo. El cuerpo de Mario estaba pegado al mío y se notaba que seguía durmiendo como un tronco por su respiración. Cogí el móvil para mirar la hora y luego apoyé mi cara en su espalda. Alguien andaba despierto ya, porque se le escuchaba andar de un lado para otro, por lo que decidí levantarme también. Me puse unos pantalones cortos que saqué de la maleta y la sudadera que Mario había dejado encima de la mesa. Di la vuelta a la cama y me agaché un poco para darle un beso en la mejilla, él escondió más su cara en la almohada.
Llegué a la terraza y Marcos estaba sentado en una de las hamacas con el móvil. En cuanto me vio, se giró y se levantó, me dio un beso en la mejilla.
—¿Te apetece ir a desayunar? Porque sinceramente, me muero de hambre y no quiero esperar a estos marmotas —le pregunté con una sonrisa.
Marcos se fue poner los zapatos y yo cogí unas deportivas que había dejado ayer ahí. Cuando estuvimos listos, salimos de la cabaña y nos dirigimos al edificio principal, en donde ponían los desayunos generalmente, a no ser que los pidieses para la habitación. Nos sentamos en una mesa de dos y yo no pude evitar bostezar.
—¿Noche larga? —sabía que la pregunta iba con segundas y me reí.
—¿Y la tuya, querido?
Ambos nos reímos, puede que Mario y yo hubiésemos sido los primeros en estrenar la cama, pero ellos se habían encargado de cerrar la noche. No sabía si Mario se había enterado o no, pero yo que estaba en la ducha, sí que les había escuchado. Antes de acostarme, me puse los cascos y la música para poder dormirme con ruido afable.
—Somos un caso, de verdad... Vaya dos parejas nos fuimos a juntar —dijo colocándose un poco el pelo.
—Ya sabes lo que dice, Dios los cría y ellos se juntan.
Mientras desayunábamos estuvimos hablando de las cosas que había pensado para su boda con Noa, no estaba seguro de algunas porque no sabía si a su novia le iban a gustar, pero para eso estaba yo aquí. Para darle una opinión de mujer, a la que no le solían gustar mucho las cosas muy femeninas, pero bueno... La intención es lo que cuenta.
—Entonces, ahora vosotros ¿vais enserio? —me quedé en silencio —¿Mala pregunta?
—Mal momento, diría yo... Me ha dicho que ha dejado a Ainhoa, ¿pero hasta que punto se qué es verdad?
—Si confías en él, no debería haber problemas —miré al paisaje por detrás de Marcos —¿Por qué confías en Mario, verdad? —reí de lado.
—El problema es que hace tiempo perdí la capacidad de confiar... —sonreí a Marcos —Anyways, nada de lo que preocuparse. Está todo bien.
—Va a llegar un momento en el que explotarás, ¿lo sabes?
—Reza para no estar delante.
Terminamos el desayuno y nos levantamos para volver a la cabaña. Le pedí que me hiciese algunas fotos, pese a mis pintas de vagabunda. Tenía claro que a partir de ahora le iba a robar a Noa su novio porque este chico, sí sabía hacer fotos. Cuando entramos por la puerta, aún hablando de las fotos que nos habíamos hecho mutuamente, al final, lo primero con lo que me encontré fue con Noa corriendo en dirección al baño y con Mario yendo por detrás de ella.
—Ya que os da por venir... —dijo Mario molesto, entrando en el baño.
Miré a Marco, él me miró a mí y luego salimos corriendo hacia el baño. Mala idea, Noa estaba apoyada en el baño mientras vomitaba. Tuve que apartarme rápidamente y salir a la terraza, no podía verlo, ni olerlo, de lo contrario me pondría igual. Mario apareció a mi lado y se cruzó de brazos.