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Estábamos tomando algo tranquilamente, Noa y Marcos habían dejado de escucharme hablar hacía bastante tiempo, principalmente porque no dejaban de ponerse caras tontas y hacer ñoñerías y a cada dos por tres estaban besándose. Mario estaba encogido en el sofá, con su vaso en las manos y con cara de aburrimiento.

––De verdad... es que fue surrealista, yo hablando con Hazard ––dije emocionada.

––Surrealista fue el momento en el que te tiró la caña.

Al momento, Marcos le puso a Noa la mano en la boca. Ella miró a su novio como si estuviera loco, luego señaló a mi derecha, en donde estaba Mario pero yo seguí hablando.

––Es verdad... A mí me parecía que no, pero no sé... Si Marco y tú lo decís... ––bebí un poco de café ––Dios que Eden Hazard me ha tirado la caña.

––No lo digas muy algo, mejor ––me recomendó Marcos.

––A ver, si yo estaba igual cuando me hablaste tú. Déjala ser feliz.

Noa me guiñó un ojo y sonreí más.

––¡Que me guiñó un ojo y me dio su camiseta! ––recordé.

––¡Bueno ya vale de tanto Eden Hazard! Joder, ni que fuese la octava maravilla del mundo... Que estamos hablando de un tío que llegó gordo a la pretemporada, que tiene un culo que no puede con él y no ha hecho nada hasta ahora.

Mario se había levantado de sus sitio y se fue, me quedé mirando hacia él. Noa miró a Marcos antes de levantarse e ir detrás de él, yo me quedé con el exmadridista. Marcos se levantó y se sentó a mi lado, yo bajé la mirada al suelo. Ahora me sentía realmente mal.

––Creo que se ha enfadado... ––medio susurré.

––Es que eres un poco bocazas.

Miré mal a Marcos y le di un golpe en su pierna. Vale, ya me sentía mal, no hacía falta que me hiciesen sentir peor. Miré por encima de hombro y vi a Noa hablar con Mario, que parecía desquiciado. Cogí mis cosas y me levanté y del sitio, me fui directa a la salida del lugar y busqué en mi móvil el número de Roberto para que viniera a buscarme. Recibí un mensaje de Saúl... suspiré y respondí. Me subí al coche y le di la dirección a Roberto.

Llegué a la casa de Saúl y esperé a que me abriese la puerta. Le saludé con dos besos cuando lo hizo y entré en la casa, miré el lugar y le seguí hasta que llegamos a su salón. Desde mi punto de vista, el ambiente estaba demasiado tenso para mí.

––Creo que tenemos que hablar... ––empezó.

––Pues tú dirás.

––A ver, me pasé y lo siento ––me miró ––. Creo que no debería juzgar si apenas nos conocemos, pero me parece un tema tan delicado... No quiero que hagas nada que pueda hacerte mal.

Nos quedamos en silencio, pero luego yo fui la que se acercó a él y le abracé fuerte, Saúl rodeó mi cintura con sus brazos y me sujetó contra él. Apoyé mi mejilla contra su mejilla y cerré los ojos.

––Ya te echaba de menos.

––No te lo creerás, pero yo también.

Apretó más el agarre en mi cintura y me levantó del suelo, su mano fue a una de mis piernas y me ayudó a enroscar mis piernas en su cintura. Empezó a caminar hasta la entrada a la terraza, procurando no chocar mi cuerpo contra alguna parte de la casa. Me dejó en el suelo y miró hacia el cielo, estaba todo despejado y hacía un sol espectacular, señaló hacia la piscina.

––¿Te apetece? ––me preguntó.

––Como comprenderás, no tengo ropa para ello.

––No te preocupes, te dejo una camiseta y un bañador.

Pasado ¿pisado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora