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11 MESES DESPUÉS

Las cosas no estaban yendo como a mi me gustaría que fueran. Alana seguía dormida, los médicos no sabían cuándo despertaría y eso nos dejaba a todos con un sabor agridulce en la boca. Se me hacía extraño el no tenerla molestando, ya fuese en su casa, en la mía, en los partidos... Lo peor era cuando tenía que ir a visitarla al hospital, cada vez se me hacía más difícil, el simple olor del lugar se me atragantaba... Apenas podía ir dos días seguidos a verla porque me sentí agobiado, era un poco "situación de no retorno". Me sentía mal por no ir a verla todos los días, aunque solo fuesen un par de horas, pero la realidad es que me estaba consumiendo.

Habían sido unos meses difícil para Noa y Marcos, mi compañero de equipo se había enterado de que iba a ser padre, no de uno sino de gemelos, por lo que necesitaba algo de ayuda con Noa los primeros meses. Ahora tenían dos críos a los que habían decidido llamar Marcos y Alana.

Estaba en casa, Ana se había acercado para ayudarme a arreglarme un poco para la boda de Noa y de Marcos. Como era de esperarse, todo el mundo iría acompañado, mientras que yo, el padrino, iba a ir más solo que la una. Si lo pienso en frio diría que estoy haciendo mal, pero luego recuerdo la situación en la que está Alana y me doy cuenta de que esto solo lo querría vivir en su compañía.

—¿Seguro que vas a estar bien? —me preguntó Ana por decimoquinta vez en el día.

—Sí, no te preocupes. Necesito relajarme y despejar la cabeza...

Me senté en la cama para abrocharme bien los zapatos y luego, la cama se hundió a mi lado, la mano de Ana fue a mi espalda y la acarició lentamente.

—Sabes que a Alana no le gustaría que desperdiciases una fiesta, aunque se trate de una boda —sonreí.

—Sí, seguro me dejaba en ridículo mientras bailábamos.

Los dos nos quedamos en silencio durante unos segundos hasta que decidí levantarme y ponerme delante del espejo para mirar que todo estuviese bien. Al final, me despedí de Ana, dejándola en su casa y conduciendo hasta la casa de Marcos, en la que nos esperaban. Luego nos tendríamos que desplazar hasta la finca, Hacienda Jacaranda, en la que celebrarían su boda.

ϮϮϮϮ

Marcos y yo ya habíamos llegado a la finca, la mayoría de los invitados estaban llegando y mi compañero ya se estaba empezando a desesperar. Los nervios acaban con la poca paciencia que tenía y de paso, con la mía. Le cogí de los brazos cuando decidí que ya había gastado suficiente la suela de los zapatos con sus paseítos.

—Quieres, por favor, relajarte de una vez. Me estás poniendo del hígado y él que se casa eres tú, no yo.

—Lo siento, pero estoy muy nervioso. Ya te tocará.

Me dio una palmada en el hombro y luego salió corriendo para ver a su madre y a la de Noa con los niños, yo me quedé en el mismo lugar, pensando en lo que había dicho. Antes de que pudieran notar mi ausencia, llamé a Antonio, una vez más, para saber si había algún cambio con Alana.

—¿Sigue bien? —pregunté.

—Mario, ya lo hemos hablado. Alana no va a despertar ahora, relájate y diviértete. Sabes que si pasa algo, te voy a llamar al momento.

Colgué el teléfono y volví con los demás, principalmente a saludar al resto de jugadores y respectivas parejas que iban llegando poco a poco. Estuvimos hablando hasta que nos dijeron que Noa estaba por llegar y llegó el caos. Todo el mundo empezó a tomar asiento y yo me quedé de pie detrás de Marcos.

—¿Estás bien? —me preguntó Marcos, después de verme pasarme la mano por la cara varias veces.

—Perfecto.

Noa no tardó en llegar y solo se podían escuchar susurros de lo guapa que iba y de lo guapo que estaba Marcos. La ceremonia fue una pastelada de las que le gustan a Noa, tenía claro que lo iba a ser, pero no me imaginaba hasta que punto. Después de que se pusieran los anillos y el resto de las cosas, nos fuimos a la zona que estaba preparada para la cena y demás. Noa se acercó a mi corriendo en cuanto me vio y me dio un fuerte abrazo, los dos nos fuimos con el resto mientras hablábamos.

La decoración había quedado mejor de lo que me imaginaba: Marcos me había dicho que lo iban a basar todo un poco en la temática marina mezclada con algo de fantasía. Mi cara fue un cuadro cuando me lo estaba explicando, pero sin duda el resultado había quedado mejor de lo que la idea dejaba entrever. La cena pasó tranquilamente, me había tocado en la mesa con Álvaro y Alice, Koke y Bea y algún otro compañero del equipo. La tarta me pareció una pasada, pero lo mejor llegó después, cuando nos llevaron a la sala en la que iba a celebrar el after-party. Estuve la mayoría del tiempo hablando con varios de los invitados, pero tuve mi momento de bajón y me senté en uno de los bancos que había fuera.

—Hola...

Levanté la mirada para encontrarme con la única persona a la que no esperaba ver. Ainhoa se sentó a mi lado, no pude evitar apreciar que iba espectacular vestida. Me tensé un poco.

—¿Cómo estás? —preferí quedarme en silencio —Mario, no vengo de malas, enserio. Marcos insistió en que debía venir.

—¿Cómo crees que estoy? ¿Cómo debería estar? —me desaflojé un poco el nudo de la corbata.

—Pues, creo que estás intentando disimular, muy mal por cierto, que estás jodido —ambos reímos —, pero creo que deberías intentar disfrutar del momento —la miré serio —. No me malinterpretes, entiendo que estés enamorado de Alana, pero... En estas situaciones, no sé si lo mejor es aferrarse a una pequeña esperanza o seguir viviendo.

Miré directamente al suelo. En el fondo sabía que ella y todos los demás me estaban diciendo esto por mi bien, al igual que también sabía que lo que me estaban diciendo era lo que debía hacer. Ainhoa me cogió de las manos.

—Se que necesitas tiempo, pero yo siempre voy a estar ahí.

Se levantó, se acercó para darme un beso en la mejilla y de nuevo, allí me quedé yo. Solo con mi soledad y el inolvidable recuerdo de todos los momentos que había vivido con Alana y que, en lo más profundo de mí, deseaba repetir.

Pero primero, tenía que vivir.

Pasado ¿pisado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora