––¿Vas a decirme lo que le dijiste a Marcos? ––le pregunté a Mario mientras Roberto nos llevaba a ambos hasta Las Rozas.
––No le he dicho nada ––no apartó la mirada de su móvil y se lo quité.
––Y una mierda... ––el espejo que separaba la parte de detrás del coche con la parte de delante se subió, ambos nos miramos. Roberto estaba hasta las narices de oírnos discutir ––Ya viste como se puso nervioso cuando salió el tema de Saúl y como te miró. Suéltalo.
––Vale, lo sabes ¿y qué?
––¿Por qué no me dijiste que lo sabía? No es que vaya a pegarte o algo...
––No lo sé.
Le miré, no sabía si era cosa de la luz que entraba a través de la ventana, pero se veía demasiado bien. Resultaba frustrante encontrarte con una persona, que por mucho que lo intentase, no podía verse mal ni con una bolsa de plástico en la cara. Se acercó para coger su móvil, pero no le dejé, lo escondí más lejos detrás de mi cuerpo.
––Alana ––levanté una ceja, volvió a intentar cogerlo, pero de nuevo lo evité ––. No hagas eso.
––What? ––pregunté acercándome peligrosamente a su cara y mordiéndome el labio.
––Eso.
Enganché su labio con mis dientes y tiré levemente, Mario se echó hacia tras de golpe, sentándose en el asiento correctamente de nuevo. Me desabroché el cinturón y me senté encima suyo, daba gracias a que el coche era amplio y que la música estaba lo suficientemente alta como para que Roberto no escuchase nada. Mario llevó sus manos a mi cintura para intentar quitarme de su regazo, pero yo le sujeté de las muñecas y se lo impedí.
––Dame una razón ––dije tentando su boca con la mía ––, una y lo dejo estar.
––¿Por qué haces esto ahora? ––juntó sus labios con los míos en un beso que me quitó el aliento.
––¿Por qué no?
Enganché el cuello de su chaqueta con mis manos y tiré de él para poder besarle de nuevo. Sus manos apretaron fuerte mis muslos cuando profundizó el beso, enredé mi mano en su pelo despeinándole más de lo que ya estaba, inconscientemente empecé un movimiento de cadera que rápidamente paró con sus manos, se separó del beso.
––Eso ahora, ni hablar ––sonreí y volví a besarle ––. Te odio...
Juntó nuestras bocas desesperadamente después de cogerme por el cuello con una de sus manos y enredar la otra en mi pelo. Me mordió el labio y su lengua rápidamente fue en busca de la mía, pude reconocer el sabor del café que se había tomado por la mañana y restos de menta. Una maravilla, en resumen. Una de mis manos bajó hasta el final de su camiseta y acaricié su piel, en consecuencia Mario se separó del respaldo del asiento y se acercó más a mi cuerpo. Una de sus manos se apoyó en la parte de delante mientras que la otra iba a mi culo y me sujetaba.
Empecé a desplazar mis besos desde su boca, hasta su mandíbula hasta acabar en su cuello. Con mi mano bajo su camiseta apreté el agarré, sintiéndole gruñir porque mis uñas habían entrado en contacto con su piel mientras mi boca se encargaba de hacer otras cosas en su cuello. Me quedé a gusto después de besarle, lamerle y morderle el cuello, asegurándome de que le quedase una marca que no se fuese en días en su cuello y otra en su abdomen.
––Ahora, te encargas de tapar eso como puedas ––dije volviendo a sus labios ––a ver si te entran ganas de contarle a alguien más...
Me miró, sabía que en parte había hecho lo del cuello para joderle por contarle a Marcos lo que había pasado, pero también sabía que lo demás había ocurrido porque yo tenía ganas de hacerlo. Pasó su mano por mi nuca y me llevó de nuevo a su boca, rodeé su cuello con mis brazos y esta vez iniciamos un beso, que aunque no tenía el ritmo apasionado de antes, era intenso e imponente. Nuestras lenguas no habían dejado de jugar la una con la otra, tenía que admitirlo, nunca había sido fan de los besos con lengua, pero Mario me había hecho experimentarlos de manera tan distinta que ahora se había convertido en mi pasatiempo favorito, siempre que fuese con él, claro. Se separó de mí y me miró a los ojos, yo me fijé en su cara, estaba completamente rojo y seguro yo esta igual que él. Pasé mi mano por su pelo intentando recolocarlo, me encantaba el intento de tupé con rizos que llevaba. Junté mi frente con la suya y luego miré brevemente por la ventana, estábamos a muy poco de llegar a las instalaciones.