Ana me había obligado a ir a ver el entrenamiento a por Mario, bueno, más bien me había obligado a acompañar a Roberto, porque el coche de mi primo estaba en el taller y no se lo devolverían hasta dentro de unos días. En cuanto llegamos a Majadahonda, me bajé del coche porque había bastante calor dentro y necesitaba un poco de aire, me acerqué al capó y me senté en el mismo con cuidado. Cogí el móvil y seguí a la conversación que tenía con Marco acerca de cómo le estaba yendo el día. Había varios niños gritando impacientes por ver a los jugadores salir, cuando volví la mirada a la pantalla escuché como todos se volvían locos de golpe, miré hacia la puerta.
Los jugadores empezaban a salir poco a poco, algunos de ellos se sacaban fotos, otros se iban directos a sus coches. Me bajé un poco las gafas en cuanto vi a Saúl salir y pararse con los niños para hacerse fotos, sentí el coche arrancar debajo de mi culo, por lo que me bajé y me quedé de pie de brazos cruzados, aún con la vista en el jugador. En cuanto terminó levantó la vista y me reconoció, porque se paró de golpe, sonrió y comenzó a caminar de nuevo hasta mí. Llevé mis manos a los bolsillos traseros.
––¿Me estás siguiendo? ––sonreí.
––Eres tú el que ha venido hasta mí ––señalé el coche detrás de mí con la cabeza ––. Ana me ha hecho venir, Mario tiene el coche en el taller.
––No te ha hecho gracia venir, ¿verdad? ––negué, con una sonrisa en la cara ––Bueno... igual puedo arreglarlo.
Mario salió por la puerta, pero se paró con los niños también.
––Si tienes una idea, te ruego que la sueltes ya, porque Mario acaba de salir y voy a tener que aguantarle.
––Hecho.
Saúl me cogió de la mano y tiró de mí, caminando rápido hasta su coche, cuando Mario se dio cuenta de que estaba en el coche de su compañero fue demasiado tarde, porque Saúl ya había arrancado y estaba conduciendo en dirección a la salida. Al momento recibí una llamada de Mario que rechacé, miré a Saúl mientras conducía.
––¿Y cuáles son tus planes? ––preguntó.
––Pues en vistas de que acabo de secuestrarte, se me ocurre que puedo llevarte a comer y luego, espero que tengas la tarde libre, porque viene un amigo a casa a hacer unos retoques a los tatuajes.
En ese momento me quedé pensado unos segundos, luego abrí mi carpeta y observé la foto de ese dibujo que tantas horas me había llevado hacer mientras estaba en el hospital. Desde que había entrado empecé a dibujar mucho más de lo que solía hacerlo, tenía tantos diseños de tatuajes que no sabía por cual empezar, pero en cuanto Saúl me comentó lo de su amigo, hubo uno que se me vino directamente a la cabeza.
––Tengo toda la tarde libre la verdad... Ahora la pregunta es, ¿crees que tu amigo podría hacerme un tatuaje? Tengo el diseño y todo ––le vi sonreír.
––Le puedo preguntar mientras comemos, creo recordar que no tenía nada más para hoy.
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––¿Vas bien, no? ––me preguntó Alex, el amigo de Saúl.
––Lo cierto es que dejó de molestar a la media hora, pero hay zonas en las que me estoy acorando de toda mi familia, sin excepciones. Incluso de algunos más que otros ––dije aguantando el dolor que me estaba provocando la aguja.
Saúl lo único que hacía, además de dejarme su mano como pelota antiestrés, era reírse de mis caras, que seguramente eran un cuadro. Me estaba imaginando las pintas que tenía, la cara completamente roja y los pelos de una loca. Llevaba casi dos horas y media tumbada boca abajo mientras Alex me tatuaba la espalda. Había sido muy amable al aceptar, tampoco había tenido que dibujar ni nada, simplemente le mandamos la foto del dibujo por el móvil de Saúl, dijo que simplemente tenía que imprimirlo si lo quería tal cual la foto y eso fue lo que hizo.