Los secretos de Akerontze

30 8 0
                                    

Rheon


     Se apresuró a correr calle arriba, el francotirador debía encontrarse a varias manzanas a distancia, porque los agudos oídos de Rheon eran capaces de predecir las balas antes de que estas llegaran a su destino. Se pegó a una pared buscando usarla como cubierta, mirando hacia ambos lados con desesperación, era la misma situación en la que se había encontrado en la fragata, solo que esta vez no podía volar toda la ciudad por los aires… ¿O sí?. Escuchó los pasos acercarse desde todas las direcciones, estaban estableciendo un perímetro y pronto lo tendrían completamente rodeado. Las luces de los edificios comenzaban a encenderse, personas se asomaban por las ventanas en busca de la fuente de la poderosa alarma, el llanto de los bebés cuyo sueño había sido interrumpido no era suficiente para reducirla. Para la mayoría de las personas que se aventuraban a mirar hacia la calle, bastaba con avistar los dos cuerpos inertes sobre el pavimento para enviarlos nuevamente al interior de sus moradas.

—Desplumado tenía razón, soy un asco para esto. —se lamentó antes de volver a correr.

     Dos, tres pasos, hasta que el maná terminara de envolver su cuerpo, en ese momento mutó a un cuervo adulto, así por lo menos los vigías tendrían un blanco más difícil. Delante de él aparecieron cinco terranaves policiales obstruyendo la carretera y de cada una se bajaron dos policías que utilizando las puertas como escudo abrieron fuego hacia Rheon. Este maniobró en el aire, tratando de esquivar cada uno de los rayos de luz que eran enviados en su dirección, notando como mientras más se acercaba más difícil se volvía, decidió terminar con eso de inmediato. Giró con furia, convirtiéndose en un pequeño torbellino de oscuridad que liberaba plumas a diestra y siniestra, al hacerlo mutó, encargándose de que el aura de maná envolviese cada una de las plumas que había expedido, la consistencia de estas cambió hasta tornarse duras y filosas, como pequeñas navajas. Utilizando todo el control que fue capaz de reunir, envió esa lluvia de plumas contra sus enemigos, los proyectiles atravesaron los cristales y se incrustaron en los cráneos y cuellos de cada uno de ellos a tiempo de que Rheon caía rodando sobre el pavimento una vez más.

—Mier… da… —se quejó, respirando forzadamente— creo que ya gasté el maná de toda mi vida…—Otro silbido. Saltó antes de que una bala impactara justo donde su rostro había estado— Creo que necesitaré otra vida, entonces. —argumentó antes de volver a su forma de cuervo, esta vez cruzando a un callejón su derecha, lejos del sonido de las patrullas, al menos tanto como podía.

     Llegar a casa de Zamos se había vuelto una misión incluso más difícil ahora que había sido descubierto a medio camino, si no perdía a su séquito no solo no lograría ver la verdad oculta tras la memoria, sino que otro alterno sería encarcelado, justamente el único con la tecnología para hacer algo al respecto. Un callejón ciego se postró ante él por lo que se elevó sobre la pared de ladrillos que lo tapaba, a tiempo que una luz cegadora caía sobre él, no podía ver, pero sabía que se trataba de una aeronave.

     Eso no estaba en las estimaciones de Rheon, en todo el tiempo del patrullaje los rontzeanos no habían mostrado una sola aeronave, ¿la estarían guardando para cuando él decidiera salir? ¿Sabían que él lo haría?

—El Draxler sobrevuela el barrio Zeretina, a punto de llegar a la avenida cuatro —escuchó que comunicaba la voz de una mujer desde su puesto en la nave, la piloto, probablemente—. Solicito permiso para abrir fuego. Afirmativo.

Rheon se precipitó hacia una ventana, atravesando el vidrio y sacando el marco de madera de su lugar justo a tiempo para evitar el castigo de una ametralladora. Cayó de nuevo en su forma humana, de frente a la ventana sus pies derraparon hacia atrás mientras se inclinaba para absorber el impacto, las yemas de sus dedos degustaron el piso pulido. Al azar la vista se encontró con una familia atemorizada, una mujer, un hombre y dos niñas se encontraban abrazados en una esquina contra la pared.

La Rapsodia del QilinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora