La Siguiente Gran Guerra

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Zion Shakem

Era el momento y Zion Shakem lo sabía, avanzaban en un submarino con vía a Atlantis, la princesa Zatna sería entregada y con ella, se garantizaría la libertad de la capitana Tessa, para la alegría de Mizna y del resto del escuadrón, pero para la de Zion, él era más inteligente que todos, más consciente que la mayoría, él sabía que la única otra salida que Tessa podría hallar serían volverse una exiliada, la capitana de los exiliados ni más ni menos, Flegtanmont no era una nación fácil de conquistar, ni estaba desestabilizada por una guerra civil como Cocto, no, no se podía repetir lo de Mirna, pero se podía intentar, y la única forma de garantizar el mejor desempeño de todos, era con una capitana como Tessa al mando de una operación suicida y noble como esa.

Su lealtad no estaba con Tessa, mucho menos con Mizna, su patética amante, ni siquiera con el rey mismo, no, la lealtad de Zion radicaba con su nación, y tomaría las decisiones que nadie más tomaría, destruiría a quién tuviese que destruir y traicionaría a quien tuviera que traicionar.

Abrió la puerta de la celda, Zatna yacía encadenada de pies y manos, una visión casi erótica, pensó el hombre, de sus brazos corrían hilos de sangre, heridas que ella misma se había hecho al intentar escapar, las paredes eran blancas, y en estas mismas se veían manchas rojas, la princesa no dormitaba, pero se negaba a dirigirle la mirada, se enfocaba en un punto fijo en el suelo, justo delante de los pies de Zion.

―Vaya, le juro que siempre que la atraparía, es más, me atrevería a decir que siempre supe que sería yo el que la atrapara, princesa ―hablaba mientras giraba en torno a ella, observándola desde cada ángulo, su piel magullada, su rostro sucio y su ropa rasgada y manchada, vestigios, despojos de la poderosa mujer que alguna vez había sido, una transformación muy parecida a la de su hermana, pero con un brazo adicional―. Si lo piensa bien, resulta casi poético, casi... divino, creo que el destino quería que nos encontráramos, creo que el destino sabía que teníamos algo más grande entre manos y que no podríamos huir de eso.

Zatna permanecía impasible, a pesar del dolor en que estaba sumida, se negaría a darle el placer de verla de esa manera, no escucharía su voz quebrada, no le dirigiría la palabra a esa escoria de ser humano.

―Acabo de asesinar a toda la tripulación ―dijo Zion, con absoluta calma― los masacré a sangre fría. Eran buenos soldados, buenos cadetes, pero ―suspiró, con fastidio― son tan malditamente leales a la capitana Tessa que me enferma. ―Se agachó frente a ella, y la obligó a verlo, este notó el cambio en su pulso, más acelerado, su respiración comenzaba a agitarse, ¡maravilloso! ¡lo había logrado! ¡había asustado a la princesa!― Ellos querían entregarte a tu padre, para que de esa manera nuestra capitana no tuviese que unirse a un escuadrón suicida, sin embargo... son tan ciegos que no son capaces de ver lo necesario de este evento, ese escuadrón necesita a Tessa, sin ella están destinados a fracasar. No fue fácil quitarle la vida a mis nobles camaradas, ver como sus expresiones de confusión se desvanecían en el más allá al notar como su compañero los despojaba de sus sentidos, no, y me duele, no quería tener que hacerlo, ellos me obligaron, con su increíble falta de visión, ¡ellos me obligaron!

Zatna tragó saliva, aún lo veía con suma furia, de no haber estado tan herida, Zion estaba seguro de que podría haberlo matado en ese instante, con la cantidad de maná que se gastaba esa chica, era solo cuestión de tiempo para que ella pudiera acabar con él.

―Ahora, querida princesa mía, ¿cuál es la situación con usted? Verá... no puedo verle más utilidad a su persona, de llevarla al reino solo generaría más caos, y tendría que explicar por qué mi escuadrón yace muerto, eso sería problemática, oh sí, lo sería, muy, muy problemático. Akerontze es una nación noble, pero que aún carece de la perspectiva suficiente para entender el por qué hice lo que hice.

»Tal vez te preguntas por qué te cuento todo esto y la respuesta es absurdamente sencilla, porque mereces saber por qué morirás, morirás porque no tienes nada que aportarle a nuestro reino, porque eres un estorbo, porque por tu culpa he tenido que acabar con mis camaradas, porque si no hubieses sido una niña codiciosa, podrías haber vivido una vida de lujos y de poder inimagible.

Zion notaba como Zatna poco a poco perdía su convicción y comenzaba a sentirse a despeserarse, por primera vez le dirigió la mirada por voluntad propia, una mirada más animal que humana y como le dedicaba forcejeaba incesantemente contra las cadenas para liberarse.

―No matarás a la hija del rey, ¡no tienes las aga...!

Quiso excalamar, pero no pudo, pues el sable de Zion había sido desenfundado en un instante y con un corte de luz, había separado la garganta de Zatna a la mitad, ella se iría de este mundo con un último pensamiento "Rheon". Zion por otra parte, se regodearía con una sonrisa y con la satisfacción de un trabajo bien hecho.

Esa misma noche Tessa asumiría la capitanía de la flota de los exiliados, tal como Zion lo habría predecir, y en cuestión de un mes, comenzaría el ataque a Flegtanmont, sin saber que estos se hallarían destruidos desde dentro, dando así al comienzo de la siguiente Gran Guerra.

Fin.

La Rapsodia del QilinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora