Capítulo 4: Sus hábitos

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En un principio, me había cautivado la confianza que me demostró en nuestro primer encuentro y llegue a pensar que me confesaría sus secretos. Pero con el pasar de los días me di cuenta de que era muy reservado en cuanto a él y a su familia.

Lo único que sabía sobre mi nuevo amigo era que su nombre era Alois, que pertenecía a una familia noble y que su hogar estaba en algún lugar al oeste.

Sus hábitos eran muy diferentes a los míos, generalmente bajaba muy tarde, entre el mediodía y la una. Para esa hora mi padre, Madame y yo ya estábamos sentados en el comedor en medio de una amena plática, Alois casi siempre se sentaba en la silla de al lado de mi en el comedor y tomaba una taza de chocolate pero no comía nada.

Después salíamos a caminar pero él parecía agotado casi de inmediato, regresaba a la mansión o se sentaba en uno de los bancos del jardín. Su actitud no estaba de acuerdo con esta debilidad que su cuerpo parecía tener, su conversación era siempre muy animada y solía dirigirme una gran sonrisa que iluminaba todo su rostro con alegría.

Durante nuestras caminatas, algunas veces llego a hacer una breve alusión de su hogar o mencionó una situación, un recuerdo de infancia... Pero eso era todo: Nunca me hablaba de su historia, ni de su pasado o sus planes futuros. Por más que le juraba que no divulgaría nada de lo que me dijera, él se negaba a contarme sobre su vida. Ni siquiera me decía cuál era su apellido ni el nombre sus padres.

Normalmente lograba convencer a las personas de que me dijeran lo que yo quería saber pero eso era imposible con Alois y yo me sentía molesto al no poder saciar mi curiosidad. Una tarde en que volvió a negarse a contarme, me moleste con él y no le dirigí la palabra en todo el día.

Por la noche vino a mi habitación con una expresión triste y se sentó en mi cama de espaldas a mí. Suspiré y decidí que no podía seguir molesto con él porque mi enojo parecía herirlo más de lo que creía, tome un cepillo de la mesita de noche y me puse a peinar su suave cabello rubio mientras me daba un discurso que parecía ser una extraña disculpa.

-Querido Ciel, sé que tu corazón se siente herido y si lo está, el mío también. Pero no puedo revelarte aun todos esos secretos que anhelas saber.- Expreso con dulzura en voz baja.- No puedo hacer nada: De la misma forma en que yo voy hacia ti, tu a la vez irás a otros y aprenderás el éxtasis de la crueldad que también es una forma de amor, y es hasta entonces cuando podré decirte todo.

-No entiendo nada de lo que dices, Alois.- Le dije con molestia.- Pero está bien, no preguntare más al respecto.

Apenas termine de decir aquello, Alois se giró hacia mí con una gran sonrisa y me abrazo efusivamente haciendo que cayera recostado en la cama con él sobre mí. Al principio quise alejarme de su extraño abrazo pero después dejé de resistirme y le correspondí abrazando su cuello mientras me daba un suave beso en la mejilla.

Es complicado explicar lo que yo sentía cuando Alois tenía estos repentinos cambios de ánimo, por una parte su cariño se sentía agradable y por otra me disgustaba. Durante estos momentos no podía pensar claramente, la ternura con la que lo veía se transformaba en adoración y al mismo tiempo sentía cierto temor ante sus palabras que no podía entender.

Alois se separó de nuestro abrazo pero tomó una de mis manos entrelazando sus dedos con los míos, su respiración era rápida y parecía devorarme con una mirada llena de deseo.

-Eres mío, Ciel Phantomhive, debes ser mío.- Me susurro tan cerca de los labios que casi rozaban con los míos mientras me miraba a los ojos de forma apasionada, luego se acercó a mi oreja y continuo.- Seremos tu y yo para siempre.

Al sentir como lamía el lóbulo de mi oreja, lo aparté rápidamente sintiendo mi cuerpo estremecerse.

-¿A qué te refieres con eso? ¿Acaso estamos prometidos?-Le pregunté, parecía más un amante que un amigo cuando se comportaba así.- Tal vez te recuerdo a un ser a quien amas pero no debes comportarte de esa manera. No te reconozco ni me reconozco a mí mismo cuando tomas mi mano, cuando pronuncias esas palabras.

Él suspiró ante mi vehemencia, se volvió a un lado y soltó mi mano, me dio las buenas noches y se retiró a su habitación.

Esos periodos donde Alois era tan sentimental me confundían y me hacían sacar teorías descabelladas ¿Sufría Alois breves ataques de locura a pesar de que su madre había afirmado lo contrario? ¿O era un disfraz y una cuestión del corazón?... Es decir ¿Acaso era Alois una joven que había entrado a la mansión para tratar de cortejarme, disfrazada de hombre, con la ayuda de una hábil aventurera madura? Esta teoría loca no me parecía tan imposible pero al día siguiente me di cuenta de que no era así.

Ese día Alois no se había levantado y ya era tarde, así que fui a su habitación a buscarlo, su puerta estaba entreabierta así que me asome. Él se estaba vistiendo, tenía el torso completamente desnudo y no pude evitar mirar: Era delgado pero podía notar como se marcaba su musculatura, definitivamente era un chico. Un chico muy atractivo.

De pronto, su rostro inexpresivo cambio por una enorme sonrisa burlona.

-¿Por qué me espías, Ciel?- Dijo riendo y girándose hacia mí. Intenté justificarme avergonzado a más no poder mientras él se acercaba a mi sonriendo.

-N-no te estaba espiando, es solo que no habías bajado y me preocupe.- Se había puesto una camisa blanca pero estaba abierta, tomo mi mano y se la colocó en el torso haciendo que lo tocara. Sentí nuevamente el calor subir a mis mejillas ante aquel contacto tan atrevido y, con las manos temblorosas, le abroche los botones diciéndole que se vistiera pero enseguida volvió a desabrocharselos.-  ¿Qué demonios haces? Vístete y nos vemos afuera para caminar.

Dicho esto, me di la vuelta y me aleje avergonzado con el ceño fruncido. Fui a ponerme mi abrigo y mi sombrero, luego lo espere para nuestra caminata diaria por los jardines de la mansión. 

El invitado | Ciel x AloisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora