Capítulo 7: Hombre vestido de negro

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Pasar tanto tiempo con Alois me hizo contagiarme sus miedos y acabe por imitar sus costumbres: Inspeccionar la habitación antes de dormir para asegurarme de que no había nadie escondido en ella y luego cerrar la puerta de mi habitación con llave, temeroso a que unos hipotéticos agresores, asesinos o ladrones pudieran venir a la mansión en medio de la noche.

Después de realizar todo esto y dejar una luz encendida, mi inquietud desapareció y me recosté, el recuerdo de las dulces palabras de Alois y nuestro tierno beso me hizo sonreír enamorado y en pocos minutos me quede dormido.

Pero no contaba con que las pesadillas tienen el poder de atravesar cualquier cerradura, aquella noche empezaron los sueños que hicieron crecer en mí una gran angustia y malestar.

Estaba seguro de que estaba en mi cama acostado cuando todo pareció oscurecerse y creí ver en la habitación, tal vez en sueños, algo que se movía a los pies de mi cama. Parecía un perro negro pero de ojos felinos en tonos ámbar, era similar al que llevaba Undertaker consigo pero era mucho más grande y monstruoso, se paseaba en alrededor de mi cama como una fiera enjaulada.

Estaba paralizado por el miedo, no podía gritar ni moverme, cerré los ojos y sentí un intenso dolor como si dos agujas se hubiesen clavado en mi pecho. Fue entonces cuando pude soltar un grito despertando de aquella pesadilla y me di cuenta que había un hombre vestido de negro cerca de la puerta, que se encontraba abierta. Estaba inmóvil como una estatua hasta que lo mire, salió rápidamente de la habitación cerrando la puerta tras sí.

Cuando conseguí levantarme, revise la puerta pensando que quizás no la había cerrado con llave y mi padre entro al escuchar mi grito, pero al levantarme la encontré cerrada como siempre por lo que eso no era posible. No quise abrir la puerta y me acosté escondiéndome bajo las sabanas hasta que llego la mañana.

Debí contarle a mi padre o a Madame pero sabía que pensarían que fue un sueño, que tal vez se burlarían o aun peor, que creerían que yo también era víctima de aquella enfermedad que acechaba en el pueblo habitado más cercano.

No quería asustarlos, así que solo le conté a Meyrin y Ran Mao confiando en su silencio al respecto.

-Fantasmas. Tras la habitación de Alois- Dijo Ran Mao en cuanto termine mi historia, su rostro estaba inexpresivo como siempre, en cambio Meyrin pareció asustarse y comenzó a negarlo.

-No puede ser ¿Quién te ha dicho eso?- Le dijo.

-Mi hermano Lau.- Respondió Ran Mao.- Vio un hombre.

-No le digan nada a Alois o se asustara.- Les pedí.

Sin embargo, yo mismo se lo conté a Alois horas más tarde cuando el me contó también sobre una pesadilla que tuvo donde una figura negra se le acercaba.

-En verdad me preocupas, querido Ciel.- Me dijo Alois con evidente tristeza, de pronto una gran sonrisa se formó en su rostro.- Tal vez tendríamos menos pesadillas si durmiéramos juntos.

Aquella atrevida sugerencia me hizo sonrojar y Alois soltó una carcajada diciendo que solo íbamos a dormir, burlándose de lo que creyó que pensé. En la noche, se quedó en mi habitación prometiendo irse antes de que Mey rin viniera a despertarme por la mañana para que nadie se diera cuenta.

Nos recostamos de lado, observándonos fijamente, Alois me dio un suave beso en la mejilla y me acaricio el cabello mientras yo lo abrazaba tímidamente.

-Yo voy a cuidarte, mi Ciel, nadie va arrebatarte de mi lado.- Susurro acariciando mi rostro.- Serás mío para siempre.

Me quede dormido casi al instante y no medite sus palabras, él siempre era muy pasional por lo que no me parecía extraño a estas alturas. Desde entonces, comenzamos a dormir juntos en secreto durante algunas noches.

A pesar de que nuestra relación iba más allá de la amistad y parecíamos dos jóvenes amantes, todo se había mantenido inocente, solo dormíamos y nos besábamos de vez en cuando.

La primera noche dormí bien, la segunda desperté con una sensación de cansancio y melancolía pero no me pareció algo desagradable. Por el contrario, me pareció maravilloso despertar junto a Alois y sentía que cada vez lo amaba más. 

El invitado | Ciel x AloisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora