Capítulo 5: Su enojo

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Caminamos por un corto periodo hasta que se cansó y nos sentamos bajo los árboles.

En las semanas que llevaba quedándose en la mansión había notado que tenía muchos cambios de humor que me parecían muy misteriosos, tenía largos periodos de alegría y de melancolía pero nunca lo había visto enojado hasta ese día.

Esa tarde vimos pasar una procesión fúnebre, había muerto un pobre adolescente que era hijo de un guardabosques. Su esposa y él caminaban tristes detrás del ataúd de su amado hijo seguidos por unos campesinos que cantaban un himno fúnebre, me levante respetuosamente y agregue mi voz a su canto pero Alois me sacudió de forma un poco ruda.

-¡Me perforan los tímpanos! ¿No te das cuenta de lo desafinadas que son sus voces?- Me pregunto con evidente fastidio.

-No, me parecen muy armoniosas.- Respondí molesto ante su interrupción e incómodo ante la idea de que la gente pudiera escuchar sus crueles palabras, estaba por seguir cantando cuando Alois volvió a hablar.

-¿Cómo puedes saber si nosotros, tu y yo, tenemos su misma religión? Odio los entierros y sus ritos me hieren.- Exclamó obligándome a sentarme de nuevo.- Debía morir, cada uno de nosotros debe morir, no sé porque tanto escandalo si somos mucho más felices una vez muertos... Volvamos a la mansión.

-Mi padre acompaño al sacerdote al cementerio.- Le dije.- Pensé que sabias que teníamos que ir al entierro de este pobre chico hoy.

-¿Yo?- Respondió como si fuese una ofensa, con una ardiente ira reflejada en sus hermosos ojos.- ¡No me importan esos campesinos! ¡Ni siquiera sé quién es el!

-Es el joven que creyó ver un fantasma, tuvo la impresión de que alguien lo agarrara de la garganta y casi la estrangulara mientras dormía, desde entonces no dejo de sufrir una lenta agonía y murió ayer.

-Ciel, no me hables de fantasmas o no podre dormir.

-Mi tía Ann dice que estas horribles fantasías acompañan a ciertos tipos de fiebre, espero que no nos amenace ninguna enfermedad maligna.

-Bueno, yo espero que su funeral y sus horribles cantos hayan terminado ya para que así mis oídos no sigan siendo torturados.- Dijo Alois con un gesto molesto pero, en un segundo, una expresión suplicante se formó en su rostro y me hizo una petición.- Toma mi mano muy fuerte.

En ese instante su rostro pareció sufrir una alarmante metamorfosis que por un momento me aterrorizo. Su piel se volvió más pálida y su rostro se ensombreció, apretó las manos y frunció el ceño bajando la mirada. Temblaba mientras parecía estar usando toda su energía para contener un ataque de nervios hasta que finalmente soltó un grito y se calmó poco a poco.

-Listo, ya paso, querido Ciel.- Me dijo.

Después, tal vez para disipar la impresión que esto me causo, converso con más ánimo de lo habitual y me abrazaba efusivamente con una gran sonrisa. Siempre que me abrazaba yo intentaba apartarlo pero el volvía a rodearme con sus brazos hasta que yo terminaba cediendo, así llegamos a la mansión: Abrazados entre risas y discusiones, casi no me di cuenta de la presencia de mi tía Madame Red hasta que se empezó a reír.

-Se la pasan muy bien juntos.- Comento, Alois sonrió con más intensidad y yo solo sentí como un fuerte sonrojo invadía mis mejillas.- Me alegra que mi querido sobrino haya encontrado un... amigo.

Lo último pareció decirlo con duda y yo no podía evitar sentirme más avergonzado ante lo que mi tía insinuaba, afortunadamente esa incomoda plática fue interrumpida por mi padre que regresaba a la mansión. Se veía angustiado, nos contó que había sido informado de otro caso similar a los dos últimos en los que habían muerto jóvenes que creían ser atacados o ver fantasmas.

-Estoy seguro de que las causas de este mal son naturales pero estas personas se contagian sus supersticiones.- Afirmo mi padre.- Estamos en manos del Señor, él nos cuidara.

-Por favor no diga el señor, digamos la Naturaleza.- Le dijo Alois, lo mire confuso y empecé a darme cuenta de que parecía odiar la religión o pertenecer a otra diferente a la nuestra.- Todo lo que existe viene de la Naturaleza, ¿No? Sin saber, actúan y viven de acuerdo a lo que ordena la Naturaleza.

Después de un momento de silencio, mi padre le dijo a Madame que su amigo medico vendría hoy para hablar de ello, luego de unos minutos el medico llego y los tres se fueron al estudio. Alois suspiro y se dejó caer en un sillón.

-Los médicos nunca me han hecho ningún bien.- Declaro.

-¿Entonces has estado enfermo?- Le pregunte.

-Si, hace mucho tiempo tuve la misma enfermedad de la que acabamos de hablar pero no lo recuerdo mucho, dejemos este tema.- Dijo lánguidamente, luego me tomo de la cintura con un gesto tierno y me hizo sentarme en sus piernas para agregar con picardía.- No querrás atormentar a un... ¿Amigo, verdad?

-No, no quiero atormentar a Mi Amigo.- Dije remarcando esta palabra mientras fruncía el ceño a la vez que un sonrojo volvía a formarse en mis mejillas.- Es solo que me preocupo por ti, Alois.

-¿Tienes miedo, querido Ciel?

-Lo tendría si pensara que estoy en peligro de ser atacado como esas pobres personas.

-¿Tienes miedo de morir?

-Por supuesto, como cualquier ser humano.

-Pero morir como lo hacen los amantes, morir juntos para poder vivir juntos.- Expreso observando mis labios con deseo e inclinando lentamente su rostro, quise apartarme pero estaba hipnotizado por su mirada apasionada y no reaccione hasta que sentí sus labios sobre los míos en un beso vehemente.

El sonido cercano de la voz de mi padre me alarmo, me puse de pie rápidamente separándome de su ardiente beso. Alois me sonrió maliciosamente sin dejar de observar mi rostro, fruncí el ceño y desvié la mirada.

En ese instante, mi padre, mi tía y el médico entraron a la habitación. El hábil médico Tanaka era un hombre de más de 60 años con mucha experiencia en medicina a la que mi tía acudía cuando algún caso estaba fuera de su compresión.

-Me sorprende que un hombre tan sabio como usted pueda afirmar esa superstición.- Le decía mi padre a Tanaka entre risas mientras Madame se mantenía seria, Tanaka solo se encogió de hombros sonriendo.

-En cualquier caso, la vida y la muerte son un misterio que desconocemos.

En ese momento no supe a que se refería el médico pero ahora puedo suponerlo.

El invitado | Ciel x AloisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora