Capítulo 6: Su amor

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Alois y yo no tocamos el tema del beso, aún estaba muy confundido como para hablar de lo que había significado para mí, necesitaba procesarlo.

Al día siguiente estábamos contemplando el paisaje desde uno de los grandes ventanales del salón, ambos estábamos en silencio y Alois tomaba mi mano con dulzura.

Entonces vimos a un hombre albino, vestido de negro, que cruzaba el puente levadizo con una gran sonrisa que mostraba todos los dientes. Le conocía bien, era amigo de mi padre, le decían Undertaker.

Traía consigo un violín y un pequeño ataúd lleno de contenido diverso e iba acompañado de un perro negro llamado Sebastian que le seguía fielmente a todas partes. En esa ocasión el perro se detuvo en medio del puente levadizo y se puso a aullar negándose a avanzar.

Mientras tanto Undertaker, que había llegado al centro del patio de la mansión, se quitó el sombrero para inclinarse en una reverencia. Luego tomo el violín y empezó a tocar una alegre melodía mientras bailaba cómicamente haciendo que no pudiera evitar reír.

- ¿Desean los hermosos jóvenes comprar un amuleto contra el vampiro que, según he escuchado, merodea por los alrededores?- Dijo Undertaker.- Tengo un talismán que no falla y, cuando el vampiro venga, ustedes podrán reírse de él en su cara.

Undertaker nos observaba y, de repente, sus ojos verde esmeralda parecieron descubrir algo que atrajo su atención e inmediatamente sacó de su ataúd unos pequeños instrumentos de acero.

- Mire, joven Ciel, yo he sido dentista.- Me dijo mirando a Alois de reojo.- Su amigo tiene los dientes más largos y afilados que he visto en mi vida, son unos dientes peligrosos pero yo se los dejaré redondeados y bonitos. Si el joven consiente, en vez de dientes de pez tendrá una dentadura digna de su belleza. ¿Se ha enfadado, jovencito? ¿Lo he ofendido?

Y al parecer fue así porque Alois le miraba con una expresión de odio, se apartó de la ventana reclamándome:

- ¿Y permites que ese charlatán me insulte de ese modo? ¿Dónde está tu padre? Quiero pedirle que lo eche de la mansión.

Undertaker pareció burlarse y se fue despidiéndose de mí, la ira de Alois desapareció en cuanto lo perdió de vista.

Una tarde llegó el restaurador al que mi padre le había pedido que restaurara unos viejos cuadros que había en la mansión, seguramente de sus antiguos dueños, y nos reunimos en el salón para verlos.

Alois estaba sentado y miraba distraídamente, mi padre iba leyendo en una lista los títulos de los cuadros y el artesano los iba sacando de las cajas. Nunca los habíamos visto bien porque la humedad y el polvo habían ocultado y enegrecido las telas durante mucho tiempo.

- En la esquina de este cuadro dice un nombre: Conde Jim Trancy.- Comentó mi padre, señalando la tela que el restaurador tenía en la mano.- Lleva la fecha de 1768, hace más de 100 años, será interesante ver como ha quedado.

El restaurador exhibió la tela con evidente orgullo: Era un joven de rostro hermoso y quedé asombrado por la viveza de su expresión, pero lo que más me asombró fue su extraordinario parecido con Alois.

- ¿Te das cuenta, Alois?- Le pregunté.- Es tu vivo retrato sonriendo, sólo le falta hablar ¿No te parece extraordinario? ¡Mira, padre!

- Realmente, es de un parecido extraordinario.- Confirmo mi padre distraídamente continuando su tarea con el restaurador mientras yo sentía aumentar mi admiración a medida que lo contemplaba.

- ¿Me permites que lo cuelgue en mi habitación, papá?.- Le pedí.

- Desde luego, hijo, me alegra que te guste.- Respondió.- Debe ser más hermoso de lo que creía, si es que se parece tanto a tu amigo.

El invitado | Ciel x AloisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora