Capítulo 2. Segunda noche

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Todas las luces se apagan en casa. También las de la calle han dejado de brillar.

La soledad instantánea de mi habitación se cuela en mi pecho, hasta congelar cada uno de mis órganos internos.

Uno. Dos. Tres latidos. Y luego... nada.

Siento la presencia cada vez más inminente de mi monstruo. Está acechando, y aunque nunca ha abandonado el espacio entre mi cama y el suelo, juro que su respiración resuena en mis oídos. Lento. Muy despacio. Sus garras están alrededor de mi cuello. Su boca preparada para aplastar mi cráneo.

Cierro con fuerza los ojos. Soy consciente de que, si estiro el brazo, mis dedos rozarán su negro y espeso pelaje.

Así que lo hago. Porque su olor me hipnotiza. Porque acaba conmigo.

Uno de mis dedos roza una presencia caliente.

No es el tacto que esperaba.

Noto algo viscoso entre los dedos, entre la abundante maraña de pelo.

Escucho a mi monstruo gruñir con fiereza. Y sus zarpas apartan mi mano con brusquedad.

Mis tejidos sangran, pero mi cabeza se enreda en el bloqueo.

Su presencia crece. Crece. Crece. Hasta que escucho su cabeza chocar contra el techo.

Se retuerce.

Me mira.

Unos ojos amarillos en la noche eterna.

-Niña estúpida

Y su voz se cuela dentro de mí y retumba, resuena, para siempre.

Corro hacia mi cama y me escondo entre las sábanas.

Mi monstruo se instala debajo de ella.

El colchón se llena de sangre, procedente de mi mano malherida.

Buenas noches.

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora