Capítulo ocho. Octava noche

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Hola. Vuelvo a ser yo. Prometo que esta es la última noche que te despierto. Pero no sé qué me ocurre. Los versos de un poeta perdido se encierran en mi cabeza, creo que intenta decirme algo, creo que hablo con los muertos.

Esta noche me siento asfixiantemente perdida en mí misma. He matado a la bruja de verde, he conquistado el Olimpo, he enamorado al barquero del inframundo, he puesto a Dioniso a leer poesía y he hecho que Apolo baile reggaetón.

¿Y yo?

Yo sigo aquí, en mi cama esta mañana de invierno. He conseguido crear y vencer mis metas. Y me doy cuenta de que solo escribo poesía aterradora.

Ayer fui al médico de la cordura. Le dije: "Eres un cerdo por jugar así con las cabezas"

Creo que me odia.

No le culpo.

Un momento.

Respira.

Un segundo de "des-autocompasión".

¿Qué soy ahora?

Espera. Espera.

Creo que lo tengo. Sí, ahí está.

Es una mariposa.

Corro tras ella con una felicidad desbocada. Improvisada.

¿De dónde sale esta llama?

Y ¡Vuelo!

¿Vuelo?

Sí, creo que esto es volar. Creo que esto es lo que todo el mundo ansía.

-Si vuelas, corres el riesgo de caer, niña.

-Sí. Pero estoy volando. ¿A caso eso no importa?

- ¿No tienes miedo?

- ¿Debería?

Un zarpazo me hace temblar. Las gotitas de sangre se precipitan por el acantilado oscuro que sobrevuelo.

-Yo soy el miedo, Aileen.

Tiemblo. Es la primera vez que pronuncia mi nombre.

Saboreo sus sílabas.

- ¿Y si no tengo miedo?

Una ráfaga de viento me hace caer en picado.

-Entonces yo desaparezco para siempre.

Para siempre es mucho tiempo.

Gmork.

No.

Me.

Dejes.

...

...

Y la caída es tan violenta que se me parten las alas.

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora