Capítulo trece. Décimo tercera noche

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Esta noche no os voy a hablar de soledad, ni de tristeza, ni siquiera de ira.

Os voy a contar que una noche cualquiera, a una hora cualquiera y sin ningún motivo de peso, me planté en mitad de mi habitación y me observé el brazo al tiempo que sostenía, en la otra mano, una navaja afilada.

Os voy a contar la profunda indiferencia que sentí cuando acerqué el filo del instrumento metálico a mi pálida piel y rasgué la fina capa que lo tiñó todo de rojo.

La manera en la que miré mis finas venas vomitar con burbujeante lentitud aquel líquido oscuro y denso.

Pero, sobre todo, quiero contaros la nula reacción que experimenté ante aquel pensamiento: "Voy a morir".

He venido a reflexionar esta noche. ¿Qué lleva a una persona a rajarse las venas y a no sentir nada?

Aquella fue la primera noche en la que Gmork no hizo acto de presencia.

Porque cuando se pierde el miedo a morir, ya no existe nada que pueda asustarte.

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora