Capítulo diecinueve. Décimo novena noche

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La noche acecha y espero, con impaciencia, a que se apaguen todas las luces. Ya puedo oler el almizclado aroma de mi monstruo mientras entro, con sigilo, en mi habitación.

Cierro la puerta y me quedo parada, acariciando la moqueta con los desnudos dedos de mis pies.

Las paredes que me rodean vibran, hace tiempo que entonan su propia canción, una melodía que sigue el compás de los sonidos de mi cuerpo.

Y comienzo a bailar, siguiendo esos acordes. El bombeo de mi corazón marca el ritmo y mi respiración le hace eco.

Pienso en arrancar el papel que tapiza las paredes de la habitación. Quiero redecorarlo. Pero me paro en seco.

El fondo del pozo debe permanecer oscuro. Inhabitable.

Uno no debe cambiar la armonía del lugar donde guarda a sus monstruos y sus peores miedos, si no éstos saldrían a buscar un lugar más seguro.

Hay que mantenerlos controlados.

Aunque, en realidad, yo solo quiero mantener controlado a uno.

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora