Capítulo 25. Vigésima quinta noche

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- Gmork, tenemos que hablar.

Y hago algo que nunca jamás hubiese imaginado que haría. Algo de lo que jamás fui capaz.

Mi cabeza se inclina sobre el borde de la cama, lentamente, pero con decisión. Quiero verlo. Llevas años viviendo debajo de mi cama Gmork, es hora de que te vea. Cara a cara.

Mi corazón se acelera.

Uno, dos, tres latidos...

Ya tengo la cabeza totalmente inclinada, colgando del borde de la cama y mis ojos buscan con ansiedad, mas no hayan más que oscuridad y silencio.

- Gmork...

Mi voz es casi suplicante.

Me dejo caer a la moqueta y me arrastro debajo de la cama, ansiosa por la ausencia que encuentran mis ojos.

¿Por qué me has abandonado?

Pero algo capta mi atención. Un diminuto bulto oscuro, donde jamás podría dar el sol.

Me acerco sigilosa y lo recojo entre mis manos.

Es un ser oculto entre un espeso pelaje oscuro y unos diminutos ojos amarillos, casi infantiles. El ser me observa, aunque yo apenas consigo verlo entre la espesa cortina de agua que encharca mis ojos.

Y entonces lo comprendo todo: No se puede amar el miedo sin destruirlo.

Y mi pequeño monstruo se deshace entre mis dedos como si de pronto, su naturaleza se hubiese tornado ceniza.

- Gmork...

Estas sílabas desgarran mi garganta mientras lloro en silencio.

Porque la mayoría de las veces son las palabras que susurramos las que más pueden dañarnos.

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora