Capítulo doce. Duodécima noche

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Me siento

Completamente

Sola.

- ¡Gmork! -Grito.

Pero apenas reconozco mi voz. Mi llanto es tan desgarrador que me retuerzo entre convulsiones en el suelo. El mundo se ha quedado completamente vacío más allá de mi propio cuerpo. Jamás me había sentido tan sola.

- ¡GMORK!

Lo necesito, lo necesito tanto que aún a plena luz del día comienzo a bajar todas las persianas de mi habitación, apago todas las luces y me quedo de pie, en medio de la oscuridad.

Hoy las tinieblas no me dan miedo, hoy me abrazan. En la oscuridad me siento menos sola.

Me arrodillo en la moqueta y me quedo observando, a cierta distancia, el hueco de debajo de mi cama. No distingo nada, como siempre, la oscura figura de Gmork se camufla con total perfección en la oscuridad. Por ello mi atención solo busca unos ojos amarillos que desentonen entre tanta negrura, o un tacto, un arañazo, o ese extraño olor almizclado que desprende.

Pero todo es oscuridad y la siento aún más oscura sin su presencia.

-Gmork ¿Tú también me has dejado?

Solo obtengo silencio.

Así que lloro, convulsiono, me convierto en agua pura, me convierto en las propias lágrimas que me bañan y me escapo de mí a través de mis ojos. Completamente olvidada.

Un buen rato después, algo llama mi atención: Un pequeño chasquido cerca de mí.

Estoy tendida en el suelo, con la cara desfigurada y sin voz alguna. Lo único que logro emitir es un leve gemido.

El chasquido me corresponde y una voz muy leve resuena en mi habitación:

-Niña...

Me retuerzo en lo que parece ser una mezcla entre alivio y llanto.

-Gmork...

Puedo escuchar su voz, pero sus ojos amarillos no aparecen por ninguna parte. Me quedo muy quieta, temiendo que desaparezca.

-Te necesito

- ¿Desde cuando alguien ha necesitado temer?

- ¿El miedo puede ayudarme, Gmork?

No obtengo respuesta. Sólo un leve gruñido. Me da igual que él sea el miedo, me da igual si el miedo puede ayudarme, me da igual si el miedo es la única solución para dejar de estar sola.

-Gmork, ¿Qué tenemos en la vida, salvo a nosotros mismos?

-Hay quien ni siquiera se tiene a sí mismo.

-Pero no basta con tenerse a uno mismo... necesitamos a otras personas, el problema es que las personas siempre se van.

-Nadie va a estar contigo para siempre, niña. Los humanos mueren solos.

-Entonces... ¿Tenemos que resignarnos a eso? ¿A estar solos para siempre?

-La soledad es la mejor maestra que existe.

-Pues yo no la quiero.

-Niña, la soledad te muestra quién eres en realidad, te da la posibilidad de amarte... y si te amas a ti misma, entonces jamás estarás sola.

- ¿Y si no sé por dónde empezar a quererme?

-Entonces cierra los ojos y escúchate a ti misma estando sola.

La voz de mi monstruo me calma. Le hago caso, cierro los ojos con suavidad y... sólo escucho.

¿Qué hay dentro de ti?

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora