Capítulo nueve. Novena noche

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Noche tras noche...

Con tus uñas afiladas. Preparadas para rasgar la vida de cualquiera.

Y con tu voz recién sacada del inframundo.

Pero, sólo de esta forma te conocía, querido Gmork.

Y noche tras noche, echaba de menos mi sangre en tus colmillos.

Me retuerzo entre llantos, abrazada a mis sábanas.

La costumbre debe ensordecer, porque ya no escucho los gruñidos de Gmork cuando sale de su escondrijo y se asoma por el borde de mi cama.

Sus enormes ojos amarillos son lo único que veo. Turbios a través de las lágrimas que empañan mis ojos.

Me quedo hipnotizada, observándolo.

Es hermoso en su caótico desastre.

Una uña gigantesca y puntiaguda se acerca a mis mejillas. Pero en vez de cubrirme de sangre, me acaricia las pestañas. Gmork... estoy tan triste... que ni siquiera me encuentras merecedora de tus zarpazos.

- ¿Qué te hace llorar, niña?

Mi llanto se hace más agudo. Más lejano.

-Quiero jugar, Gmork. Al juego de las sombras.

Mi monstruo me entiende.

Y a escasos centímetros de los pies de mi cama, se materializa una sombra humana.

Sin dejar de sollozar, mis pies viajan al frío suelo de mi habitación.

Y cuando me pongo en pie, noto la eterna y aterradora presencia de Gmork tras de mí.

Me acerco a la materialización, sintiendo la mirada fija de mi monstruo.

Y cuando casi puedo rozar la sombra, distingo algunos rasgos en su rostro:

Es un hombre, mayor que yo. Un largo y lacio cabello negro cae por sus hombros, ocultándole medio rostro.

Tiene unos ojos que me resultan familiares... son amarillos, amenazantes.

Y, sin embargo, no puedo dejar de experimentar cierta ternura al mirarlo.

Me acerco a la sombra, olvidándome por completo de la presencia de Gmork.

Acaricio su rostro. Memorizo sus facciones. Exploro cada recoveco de su anatomía facial... y al fijar mis ojos en los suyos vuelvo a echarme a llorar.

Gmork.

Eres tú.

La sombra se inclina a mi rostro magullado por las lágrimas y me besa con suavidad.

Y entonces la eternidad se apodera de mis terminaciones nerviosas.

Gmork...

De las comisuras de la sombra noto fluir algo viscoso. Es sangre. Pero antes de que pueda asustarme, unos dedos puntiagudos me sujetan, y la sombra me besa con prisa, con hambre, con ansia.

¿Habéis besado alguna vez al miedo?

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora