Capítulo siete. Séptima noche

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Como si de mercurio se tratase la ira se arrastra esta noche, con esfuerzo, por el interior de mis vasos sanguíneos. He despertado de un coma infernal. He atravesado montañas. Fríos lagos a punto de resquebrajarse. He oído gritar a lo lejos falsas voces de felicidad.

Y aun no comprendo. No comprendo.

Cómo es posible que tanta rabia quepa en este diminuto cuerpo.

No existe mayor ira que la que acompaña a un desgarramiento cardíaco.

Hoy quiero romper yo ese corazón. Esa apisonadora.

Que aún yo queriendo morir por todos. Prefirió dejarme morir por ella.

Sucia.

Animal infame.

Desperdicio humano.

Y no sé si entre tanto, tanto desprecio, tanto odio apasionado, se encuentra quizá, algo de rencor propio. Porque no existe peor enemigo que uno mismo. Como tampoco existe el amor verdadero, salvo si se encuentra en el fondo del propio pozo.

Gmork esta noche calla.

Conoce los momentos exactos en los que debe callar.

El miedo siempre aguarda.

Aguarda el silencio interior.

-Gmork, el odio me consume-Susurro a la noche

Unos leves gruñidos me responden.

- ¿Necesitas sangre, niña?

Cierro los ojos. Sí.

Un "Sí" rotundo se me clava en la base del cráneo.

-Despierta-Grita

Y cuando vuelvo a abrir los ojos, el ser odiado se encuentra materializado en medio de mi habitación.

La miro.

Sus ojos gatunos me devuelven la mirada, sin vida.

Sé que no es ella. Es una ilusión creada por Gmork.

Pero, aun así, me levanto de la cama, obviando la presencia aterradora de mi monstruo a escasos centímetros de mis pies.

Podría agarrarme por los tobillos y arrastrarme a ese oscuro agujero donde existe cada noche. Pero sé que no lo hará. Sé que esta vez la sangre es para mí. Es un regalo.

Me acerco lentamente a la criatura y la miro directamente a los ojos.

-Cuánto te quise-Susurro

Y mi susurro es tan leve que dudo de haberlo dicho realmente en voz alta.

-Y nunca lo entenderé... Cómo hemos podido convertirnos en esto.

¿En qué? En una sombra hablando a otra sombra, en una habitación custodiada por un monstruo aterrador.

Una garra afilada me extiende un trozo de cristal roto. Lo aprieto en la mano.

-Gmork... no puedo hacerlo.

Gmork respira detrás de mi oreja. Y su aliento me hiela la sangre.

-No se trata de que debas hacerle daño. Se trata de que salgas de esto.

Cierro los ojos con fuerza.

Y sin pensarlo un instante dirijo el puñal directamente no hacia la criatura materializada sino hacia la sombra que me habla. Hacia el propio Gmork.

Él grita en la noche, un aullido que hace que me sangren los tímpanos.

La materialización de la mujer desaparece.

Y yo me tiro al suelo, esperando lo aterrador.

Un charco de un líquido espeso me mancha la cara, el pijama y se encharca a mi alrededor.

Seguidamente unas garras enormes me arrastran hasta el hueco que hay debajo de mi cama.

Estoy temblando. Se me ha olvidado cómo respirar.

Y en la negrura absoluta, noto unas fauces abriéndose y rodeando mi cráneo.

Y, sin embargo, una voz susurra:

-Bien niña, siempre contra el miedo, siempre.

Y Gmork desaparece esa noche.

E𝓁 𝓂𝑜𝓃𝓈𝓉𝓇𝓊𝑜 𝒷𝒶𝒿𝑜 𝓂𝒾 𝒸𝒶𝓂𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora