Capítulo 5: El reloj dorado

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Amy nos invitó a Kendall y a mí a dormir en su departamento

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Amy nos invitó a Kendall y a mí a dormir en su departamento. Contaba con una habitación extra, así que nos acomodamos allí. Me quedé dormida en lo que creí sería un sueño profundo. Sin embargo, el sonido de mi reloj indicándome que era media noche me despertó. Escuché dos voces hablar en la habitación a mis espaldas. Decidí no levantarme. Noté que Kendall no estaba en la cama. Yo me había acostado del lado más cercano a la puerta. 

—¿Y no sospecha nada, verdad? —susurró Amy.

—Supongo que no. No me ha dicho nada.

—No olvides sugerirle, es decir, convencerla de que se reúna en persona con Travis. No querrás que la lleve arrastrada. Igual no creo que sea tan difícil, es obvio que quiere regresar. Además se tragó nuestra actuación de hoy y por lo visto la tuya. ¿Quién diría que aparecería en la casa de tus... padres?

—Ya. Ten cuidado, que es mi hermana. —Noté cómo la voz de Kendall se engrosaba un poco.

—¿Y si es tu hermana para qué fueron a hacerse esa prueba de ADN?... No me pongas esa cara de asombro, sabes que tu querida hermana me ve como su mejor amiga, me lo contó antes de que se fuera a dormir.

—No importa. Igual no sé. Ellos saben que es mi hermana, tal vez solo querían confirmarlo. La Doctora Kim y su hija insistieron. ¿Sabes qué es lo que quieren de ella? 

¡¿La Doctora Kim y su hija?! 

—No sé. Otra de las tantas cosas que no nos cuentan. Ya vete a dormir, no será que se levanta.

Permanecí despierta pero con los ojos cerrados durante unos minutos. Quería levantarme, decirles que había escuchado todo y que exigía una explicación pero el cansancio me venció. Me quedé dormida.

Al día siguiente decidí no mencionar lo que había escuchado. Me levanté antes que Kendall. Sentí mucha hambre así que me dirigí a la cocina. Para mi sorpresa Luis estaba allí preparando pancakes y solo llevaba puesta su ropa interior. Estuve a punto de volver a la habitación pero su voz me detuvo.

—¿No tienes hambre? —Cuando me giré él ya vestía una pantaloneta negra. Seguía sin camisa, pero eso para mí no era problema.

—Sí.  Había olvidado lavarme la cara —dije a pesar de que ya lo había hecho—, pero ya lo haré después, esto huele bien.

—Siéntate. Son de harina de avena y vainilla. Espero que te gusten, hice de más y Amy los odia.

Me senté en una pequeña mesa para cuatro. La sala y la cocina compartían el mismo lugar ya que era un departamento algo pequeño. Luis me sirvió 4 pancakes con frutas, les coloqué un poco de miel y los devoré como si no hubiera comido hace mil años. 

—Me alegra que te gustaran. —Luis me sonreía mientras aún le quedaba media porción de comida en su plato.

—Eh... estaban muy buenos. —Me levanté y fui a colocar el plato en el lavavajillas, pero Luis me detuvo colocándose muy cerca de mí.

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