Capítulo 14: Agujero

24 6 19
                                    

Disparé

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Disparé. Por unos segundos escuché un sonido agudo. Abrí mis ojos porque por impulso los había cerrado. Miré a mi alrededor. Todos me observaban. Miré al frente. Russell no estaba muerto, solo unas cuantas gotas de sangre y la manga larga de su camisa negra, la cual cubría su brazo derecho, tenía una pequeña rasgadura. Qué mala puntería tengo.

—Já. ¿Intentaste matarme? —dijo Russell en tono burlón y con esa risita fastidiosa.

No dudé. Alcé mi brazo nuevamente y disparé dos veces. Esta vez con los ojos bien abiertos y apuntando directamente al corazón. Russell cayó al suelo cuando la segunda bala lo tocó.

No pude evitar emocionarme. Sonreí con placer. 

—¿Está muerto, verdad? —preguntó Alex, igual de alegre.

—Sí, pero no —dijo una voz que aparecía de la oscuridad. Tirando nuestra alegría al suelo.

El cuarto estaba realmente oscuro si te alejabas de donde había estado la semi esfera de cristal, por lo que no podíamos ver qué había más allá. De a poco, la voz fue tomando figura humana. No podíamos creer lo que veíamos. Era Russell. Él se paró junto a su cadáver y lo observó detenidamente.

—Creo que necesito un corte de pelo —dijo riéndose.

—¿Russell? ¿Qué...? —dije perpleja.

—Vamos, Helena. Es sumar dos más dos y sabrás como es que sigo vivo.

—¿Te clonaste a ti mismo? —preguntó Jack.

—¿Tú qué crees? —dijo Russell con la misma risita odiosa—. Qué pena por este clon, me agradaba. No más que el número cuatro...

—¿Cuatro? ¿Cuántos clones de ti has hecho? —preguntó Kendall interrupiendo a Russell.

—No querrás saberlo —contestó Russell.

—¿Tú eres el original? —preguntó Alex. Tal vez para atacarlo si su respuesta era afirmativa.

—Puede ser. O tal vez no. Nunca lo sabremos —contestó Russell cruzando los brazos.

—¿Te sometiste al mismo procedimiento que yo? —pregunté recordando la horrible experiencia de tener la enorme aguja casi perforando mi ojo.

—Sí. A la décima vez ya dejas de sentir dolor —dijo Russell sin expresión alguna. Su rostro era tan difícil de leer—. Como sea, me están cansando —añadió, se acercó a los aparatos electrónicos y aplastó un botón.

En cuestión de milésimas de segundo, Kendall, Alex, Jack y yo nos elevamos en el aire y como si alguien nos empujara fuimos a dar a la pared. Quedamos pegados a ella como si fuéramos imanes. Desde allí a penas nos llegaba la luz, la cual provenía más bien del suelo por donde se había ocultado la semi esfera minutos antes. Maia seguía acostada en su cama.

Un Millón De MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora