Capítulo 15: Travis Russell

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Uno

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Uno... 

Dos... 

Tres... 

Cuatro... 

Cinco... 

Seis... 

Siete... 

Ocho... 

Nueve... 

Diez...

Podría contar hasta quince teniendo mi cabeza sumergida en agua helada. Pero hoy mi concentración y paciencia están agotadas. Saco mi cabeza del lavabo respirando fuertemente usando en mayor parte mi boca. Saco el tapón para que el agua se vaya y me miro al espejo.

No puedo evitar reírme. Mi cabello está hecho un desastre. Seco mi rostro con una toalla negra que estaba colgada junto al espejo. Tomo el cepillo de la estantería y me peino el cabello hacia atrás. Me dispongo a cambiarme de camisa porque la que tengo puesta está algo mojada. Elijo una negra, me la pongo. Salgo del baño el cual está dentro de mi oficina.

Tenía la costumbre de hacer eso cada vez que algo me salía mal. Mi padre me lo enseñó, me dijo que para que tuviera éxito debía estar con todos mis sentidos activados y en este momento lo necesitaba. Nada mejor que el agua helada para eso.

Helena y Alex están en algún lugar de este enorme edificio, al igual que Kendall. Tengo dos clones inservibles. Luis y Josh, el abuelo de Helena, han escapado. Dos de mis mejores hombres han muerto. Amy está muerta. Amy... Ella era tan inteligente, tan bella, tan joven, tan única pero podía ser tan estúpida a la vez. Voy a extrañarla en la cama sin lugar a duda.

Necesito arreglar este desastre. Piensa Travis, piensa. No puedes matarlos a todos. ¿O si?

Me siento en la silla detrás de mi escritorio. Entonces tocan dos veces la puerta y luego alguien la abre.

—Travis, hemos visto a Helena y a Alex usar el ascensor, es probable que estén en el piso en construcción que no tiene cámaras. No salen en las grabaciones de las cámaras de seguridad en ningún otro piso. ¿Quieres que te los traiga? —dijo Neil con sus manos hacia adelante entrecruzadas.

Es increíble lo que sucede si haces una incisión en el lóbulo prefrontal del cerebro. Un pinchazo y el sujeto pierde toda su voluntad. Se convierten en títeres. Maleables. Dominables. Obedientes. Los clones eran así, me gustaba eso, no conservan la personalidad de la persona original. De hecho, no tenían personalidad.

—No. Puedes irte. Alguien más hará eso. —Sacudo mi mano indicándole que se vaya.

Decido enviarle un mensaje de texto a quien creo hará cualquier cosa con tal de que salve al amor de su vida. 

Un Millón De MundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora