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ABUELOS, QUERIDOS ABUELOS

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ABUELOS, QUERIDOS ABUELOS

Tuvimos la suerte de no pasar demasiado tiempo en casa de los abuelos Jones, digo , no tenía nada en contra de ellos, pero ellos si de mamá.
Cosa de que mamá venía de una familia de alemanes de extrema derecha y los Jones habían tenido algún pariente lejano en holocausto, digo, fue terrible y eso, pero mamá no tenia nada que ver. Y me jodía que se metieran con ella.

Que hasta habían conseguido que nuestros padres acabaran peleando por quien de ellos "le había heredado el gen defectuoso a Edd" vamos, que hasta yo sabía que el osteosarcoma no era hereditario, lo decía el centenar de folletos que Mónica nos había obligado a leer. Pero ahí estaban peleando como idiotas echándose la culpa de si el gen venia de los sucios judíos o de los malditos alemanes.

Conclusión Edd y yo éramos sucios y malditos. Digo, en suma.

Mamá acabó maldiciendo en alemán cosa que hacía solo cuando estaba de verdad molesta.

—¡ Hurensohn!—Gritó.

Y hasta yo sabía que eso era algo que no se debía decir.

Mamá nunca insultaba, pero si lo decía en alemán era que te habías ganado una palmada en la espalda, con una silla.

La cosa acabó con mamá durmiendo en la habitación que nos habían cedido a nosotros y papá bebiendo en la sala de los abuelos, mientras ellos se las daban de inocentes en todo el embrollo.

Al final Mónica consiguió un piso estratégicamente cerca de la clínica St. Patric. Era bueno, digo, hubiera preferido vivir bajo un puente que con los abuelos. Si el matrimonio de nuestros padres estaba jodido, ellos dieron la última estocada.

Romeo seguía sin hablarme, digo, esperé a que me enviara algún mensaje y nada, de modo que no tenía idea de que había sido de él. De vez en cuando pasaba por D'Angelos para ver si regresaba.

Quería hablar con él, arreglar las cosas.

Necesitaba arreglar las cosas.

En cuanto a Edd, no me di cuenta de lo realmente enfermo que estaba hasta el momento en el que lo vi ingresado en la clínica, con el horrible botoncito verde que le dejaba medio culo al aire. La mueca de dolor cada vez que le inyectaban los quimioterapicos daba pena, digo, Edd odiaba las agujas. Me estrujaba algo cada que lo veía.

Pero nada que recuerde fue tan traumático como entrar en la sala de oncología, era como entrar en la pasillo de la muerte, oías gritos y llanto por todos lados, de hecho una mujer me agarró el brazo de pasada cuando iba de camino a la silla donde estaban pasándole el tratamiento a Edd.

—Matame, por favor.—Me rogó, sus ojos límpidos, parecían no verme de verdad, estaba completamente calva y delgada, parecía un extraterrestre con la piel cetrina. Nunca pude olvidarme de esa mujer. Me asusté, de verdad, hasta tuve pesadillas con ella de cuando en cuando, pero ese día me limité a soltarme de su agarre y apresurarme al final del pasillo donde tenían a mi hermano.

Una parte de mi (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora