Jed Jones a sus 16 años siempre anda con el ceño fruncido, las manos en los bolsillos y su infaltable caja de Malboros. Lleva años enamorado de la perfecta Amanda Green, el problema a todo eso es que Edd Jones, su gemelo, sale con ella, porque de lo...
Hola! según mis cálculos quedan unos 4 capítulos más para terminar esta historia así que ya nos encontramos prácticamente al final del camino, asi que es probable que la termine en estos días.
En fin gracias por leerla aquí les va el cap.
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QUIEN RIE EN VIERNES, LLORA EN DOMINGO
A veces cuando hay tantas malas noticias recibir una buena hace que te sientas culpable por alegrarte. Entonces simplemente tienes que pagar.
Cuando el sr. García me llamó esa mañana pensé que había descubierto que me había agarrado a golpes con Wallace.
El maldito había soltado que lo mejor para el equipo de fútbol era que Edd se muriera. Se había inventado todas unas mentiras de que la enfermedad de Edd era falsa. Y con toda la mierda de la metástasis aquello había tocado mi fibra sensible. Ni siquiera me vio venir. Bueno ni siquiera yo me vi venir.
En un momento iba caminando como siempre, con la capucha puesta y las manos en los bolsillos, y al segundo estaba sobre él dándole puñetazos en la cara. Había atacado a traición, lo sé, pero no es como si lo hubiera planeado. Eric tuvo que detenerme, creo que iba a matarlo si no me paraban.
En pocos movimientos me inmovilizó y me arrastró hasta el baño de chicos del primer piso, nos metió a ambos en uno de los cubículos y le pasó pestillo.
—¿Qué mierda Jed?—Dijo obligándome a sentar en la tapa del váter para revisarme los nudillos. Habían quedado rojos y de hecho algunos sangraban, creo que al final yo terminé haciéndome más daño que él. No me importaba. Había valido cada puñetazo.
—¿No los oíste?
—Claro que si. Solo me hubieras pedido y yo lo hacía. —Dijo acomodando su espalda contra una de las paredes del cubículo, trabó uno de sus pies en la pared que tenía frente a él y luego subió el otro pie quedando suspendido en el aire.
No era la primera vez que lo vi haciéndolo, siempre se "sentaba" de aquella forma en los marcos de las puertas o en cualquier sitio con dos paredes que estuvieran lo suficientemente juntas para permitírselo. El chico tenía complejo de Jean Claude Van Damme, se los digo yo que lo conocía de toda la vida.
—No necesito que me defiendan—Gruñí enfurruñado antes de sacar un Malboro y llevármelo a la boca para encenderlo. Si Eric tenían problema con la hierba, el mío eran los Malboros. Me gastaba toda mi mesada en ellos. De hecho, durante las vacaciones trabajaba en una pequeña librería cerca de nuestra antigua casa para pagarme el vicio.
—Solo no me gusta que te lastimes.—Dijo y luego de pensárselo un poco sonrió de lado haciendo que se marcara un hoyuelo en su mejilla.—Aunque admito que les diste duro.
Tendió una de sus manos en mi dirección para que le compartiera mi cigarrillo. Lo hice, tampoco era que fuera la primera vez que nos escapábamos a fumar a los baños así que eso hicimos. Nos quedamos en silencio, fumando. Pensando.