Jed Jones a sus 16 años siempre anda con el ceño fruncido, las manos en los bolsillos y su infaltable caja de Malboros. Lleva años enamorado de la perfecta Amanda Green, el problema a todo eso es que Edd Jones, su gemelo, sale con ella, porque de lo...
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EL AMOR PUEDE DESTROZARLO TODO
Llevaba tres días sin ir a visitar a Edd, le había puesto a Mónica la excusa de que tenía exámenes. Lo cierto era que seguía acobardado, estuve esperando que se lo dijera a Mónica, que le contara lo que le había dicho, pero no Edd había permanecido con la boca cerrada. Guardando el secreto de nuestra discusión. Y no sabia si eso era mejor o peor, al menos si se lo decía a Mónica y ella se enfadaba conmigo se hubiera sentido como que expiaba mis culpas de alguna manera ¿saben?
Al final decidí ir a verlo. No soy bueno para las disculpas. Lo siento.
En cuanto llegué al pasillo donde se encontraba Edd me encontré con una Amanda llorando, sus hermosos ojos azules se veían rojos e hinchados por el llanto, incluso entonces se veía preciosa y no pude menos que sentirme culpable. Esa chica era mi Karma, el recuerdo de que alguna vez deseé ser él, tener su suerte.
Había perdido toda mi vida enamorado de esa chica, había perdido el último año al lado de Edd. Era mi signo de la vergüenza, el recordatorio de que yo en el fondo era una mierda de hermano.
Le lancé una mirada, sus piernas largas, su cabello recogido en una coleta alta y el rostro sin una pisca de maquillaje, seguía pareciéndome guapa, pero la diferencia era que verla dolía. Demonios. Una parte de mi quiso huir de allí en aquel mismo momento, una parte de mi quería odiarla con todo mi ser, por haber aparecido alguna vez en nuestras vidas, una parte de mi se odiaba en ese mismísimo momento.
Tal vez me quedé demasiado tiempo observándola, mis pies se habían congelado en ese pasillo, creo que todos los días morimos un poco, ese día morí un poco. Algo en mi murió al verla, tal vez sea lo que sentía por ella, tal vez solo era yo muriendo ahogado en toda la mierda que últimamente sentía.
Ella alzó sus ojos en mi dirección y al verme intentó enjuagárselos intentando disimularlos. No me quedó más remedio que acercarme y le tendí un clínex, últimamente los llevaba muy a menudo conmigo, en especial cuando Mónica estaba cerca. Esperé a que se sonara y me quedé en silencio, no era bueno con eso de las palabras reconfortantes. Ella tampoco parecía la clase de chica que quisiera que se las dijeran, al menos eso creo.
—No entiendo...—Me dijo de pronto. Debía ser la primera vez que me dedicaba más de dos palabras desde que había comenzado a salir con mi hermano. Creo que ella sabía tan bien como yo lo mucho que me gustaba y por respeto a Edd me evitaba tanto como yo a ellos. Había sido cosa de acuerdos tácitos. —De verdad no me importa su estúpida pierna, solo quiero que se ponga bien.
Vaya, bienvenido al club, me contuve de no decir nada, como dije, no soy bueno en eso de la gestión de emociones, simplemente acaban desbordándome y hago estupideces. Lo he dejado en claro en los últimos meses.
Se echó a llorar de nuevo como convulsivamente y tardó unos momentos en recuperarse. —Lo siento, yo no...
—Está bien. —Dije. No sabía si debía darle palmaditas en el hombro o si había que abrazarla ¿Qué demonios se hace con la novia de tu hermano llorando como condenada a muerte?